30 mayo 2012

España entre el coraje mal entendido y la obstinación.


Orgulloso y valiente, Mariano Rajoy va repitiendo que España no solicita ni necesita  ayuda externa. “España no necesita salvaguardias especiales en la zona del euro” dice él, poco convencido, y con la boca chica. “Vamos a salir por nosotros mismos, sin pedir nada a nadie”, remata con firmeza. En resumen, la misma situación anterior al rescate de Portugal o Irlanda, por no hablar de la de Grecia.

La gran confianza de nuestro presidente huele a gesto quijotesco. "No habrá plan de rescate europeo para el sector bancario español", dijo nuevamente ayer después de un día de agitación en los mercados bursátiles. Esto se tambalea cada vez más: el estado de los bancos españoles alimenta ya una desconfianza cada vez mayor.

Nuestra situación, no olvidemos que somos la cuarta economía de la zona euro, pesa sobre el número tres, Italia - lo que realmente no necesita, mientras que Grecia está al borde del colapso.

De ahí la pregunta planteada por muchos observadores: ¿Hace bien España en no pedir ayuda exterior? Claro que no. Nuestra temeraria valentía en querer salvar, solos, nuestro sector bancario - qué tarea más difícil – lo único que hace es debilitar aún más la zona euro y por siguiente a nosotros.

Desde luego que los precedentes no están de nuestro lado. Tanto en Dublín como en Lisboa, han mantenido durante mucho tiempo el mismo discurso: no necesitamos ayuda. Y luego, cuando estos gobiernos ya no pudieron financiar su deuda en el mercado, tuvieron que resignarse a buscar ayuda externa. Pero eso, como todos sabemos,  demasiado tarde, cuando el estado general del paciente había empeorado considerablemente. En economía, y eso lo sabemos los que algo entendemos, el arte del momento propicio – el del buen timing – lo es casi todo.

El sector bancario español se ve obstaculizada por una deuda incobrable en el paisaje devastado del sector inmobiliario. El Estado quiere salvar a Bankia, el cuarto banco más grande, mediante la inyección de un total de 23.500 millones de euros. Y digo yo: ¿Dónde están?

Seguimos pidiendo prestado, y nos prestan, sin duda, pero cada día nos cuesta más y la loza es cada día más pesada. La falta de confianza de los inversores fue tal ayer martes que tuvimos que prometer un interés de 6,5% en la inversión de bonos públicos a diez años.

En estas condiciones, pasar bajo el cuchillo del Fondo Monetario Internacional (FMI) o Bruselas puede ser visto como humillante, y lo es, pero pienso que en el interés de todos, el señor Rajoy tal vez debería tomar su teléfono y llamar a Bruselas.

25 mayo 2012

La primera frase es siempre la más difícil.


“La primera frase, siempre, es la más difícil”. Eso es lo que dicen los escribidores; cronistas, periodistas, poetas,  escritores en general. Todos habrán visto, en algún momento, la clásica escena cinematográfica donde nos muestran a un personaje frente a una máquina de escribir (el ordenador no sirve para esta escena) intentando empezar una historia, un relato, o una carta,   arrugando y finalmente tirando de mala manera la hoja de papel a una papelera rebosante. En mi caso, que no soy ni cronista, ni poeta, ni periodista, ni escritor, lo más difícil es rematar, culminar.   Empezar me es muy fácil, siempre lo ha sido, me sirvo de cualquier palabra, comentario o fantasía, vista o oída, y a partir de ahí todo es cuesta abajo. Pero rematar, culminar la historia o el relato, eso, amigos, eso es harina de otro costal. Para empezar un relato, o una historia, lo primero que hago es descubrir qué quiero contar y desde qué punto de vista. Parece una tontería, pero no lo es. Es cierto que un buen escritor hace algo más o menos bueno con una historia banal, solo hay que fijarse en mí, pero localizar una buena historia es importante y vale la pena esforzarse en esa etapa porque va a facilitar el resto. Muchas veces uno no lo toma en cuenta y termina confiando en recursos complicadísimos para salvar una historia que no valía. Otra cosa muy importante es saber elegir el género que mejor dominamos. Elegir es más significativo de lo que uno cree. Dilucidar para lo que valemos, y para lo que no, ahí está el corazón de la cosa. Yo que no valgo para nada no tengo este problema, pero eso no quita que soy consciente que hay que saber elegir un estilo, un género, y a ser posible, siguiendo lo que “el cuerpo te pide”; ese simple hecho va a hacer que valga la pena, que tu historia sea distinta a cientos de miles ya escritas.
¿Por qué digo todo esto? Simple y llanamente porque hoy voy a romper esta regla, y voy a escribir una historia en un estilo y en un género que no es el mío. ¿Y por qué? Se preguntaran ustedes. Vaya pregunta más tonta. Porque me da la gana, como siempre. Esto último (lo de “porque me da la gana”) me ha hecho recordar una situación divertida que me pasó no hace mucho tiempo. Estaba tomando una copa con una buena amiga, y me dice: “¿Ton, tú que eres conocedor del mundo griego clásico, con qué personaje de estos tres te identificas más: Paris, Héctor, o Aquiles?”. Yo la miré, sonreí y le dije sin vacilar: Aquiles. Ella se extrañó, y entonces comprendí que no me conocía tan bien como yo creía. Y también me hizo pensar que tal vez la culpa de que no me conociera lo suficiente era mía. Lo que intento decir, y no es fácil expresarlo ya que no es ni mi estilo ni mi género, es que en lo tocante a sentimientos, emociones y desvestir mis entrañas soy más bien reservado, por eso ella se extrañó cuando me decanté por Aquiles y no por Héctor que era el que ella había imaginado. Paris estaba descartado desde el principio porque aunque mi buena amiga no había acertado de pleno, me conocía lo bastante para saber que Paris se parece a mí lo mismo que un huevo a una castaña. Luego me preguntó por qué había elegido a Aquiles, y le dije: Te diré primero por qué he descartado a Paris y Héctor. Paris era un niño de papá, mimado y tonto. Héctor por lo contrario, era el yerno perfecto; responsable, valiente, sensato, seguidor de las normas y reglas establecidas, honesto, digno y con ética. Ya ves que ninguno de los dos casa conmigo. Sin embargo Aquiles era, rebelde, arrogante, vanidoso, atormentado, desafiante, sin más dueño y señor que el mismo…Aquiles era glorioso. Y aunque toda Troya lloró la muerte de Héctor, y muy pocos griegos la de Aquiles, él pasó a la historia y el mismísimo Alejandro Magno lo quiso imitar.
Ya lo ven amigos, todo esto me ha venido a la memoria cuando he dicho “porque me da la gana”. Está claro que me enrollo más que una boa constrictora, así que vayamos ya a la historia, que de eso se trata.
La historia de hoy tiene que ver con la Amistad…con mayúscula. Yo tengo pocos amigos, creo que lo he dicho miles de veces aquí, lo que no quiere decir que muchos se crean amigos míos. La amistad auténtica no es muy frecuente por mucho que la gente en general piense lo contrario. Vivimos en una sociedad que lo confunde todo, que tergiversa y manipula, y eso provoca que las palabras pierdan su sentido, se corrompan y acaben sin valor alguno. En la vida real, en el día a día, esto es muy fácil de detectar, pero en el mundo virtual, ahí queridos amigos, es más difícil. Se deben de producir circunstancias, hechos, situaciones especiales para determinar, o percibir,  quien es amigo, o tan solo contacto. Personalmente he tenido la suerte de contactar con algunas personas que merecen todo mi respeto y cariño, pero hay una en especial, y alguna vez he hecho mención de ella aquí en tono divertido y cariñoso, que se merece después de más de tres años de hablar con ella, un reconocimiento público. Es una chica especial. Muy especial. No, no es como las chicas que describo en mis historias; no tiene las piernas como columnas de seda, ni llamea fuego bravío de sus ojos, tampoco su boca es una floración carmínea, ni su melena es brillante con la de una pantera negra bajo la luz de la luna. Todo eso está muy bien para una historia de fantasía y ficción, pero todos sabemos que no es real, que es puro cuento. Lo real, lo que cuenta, y es lo que quiero transmitir hoy con esta historia, es la empatía, la bondad, la simpatía, la entrega, la inteligencia, la picardía a ratos, la solidaridad, la fidelidad, la lealtad, el respaldo, el apoyo, el apego, en resumidas cuentas…el dar sin esperar nada a cambio. Todo esto que acabo de decir, todo, absolutamente todo, lo tiene esta chica. También tiene carácter, y mala leche a veces, no es perfecta, lo sé, ha sido en el pasado lectora de Milán Kundera, es multiorgásmica, le gusta una isla llamada Cabo Verde y la música descatalogada, se ralla a veces cuando vuelve a casa a las 4 de la mañana con unas copitas de más, pero todo esto yo se lo perdono… porque me da la gana. Recuerdo cuando nos conocimos hace ya más de tres años, yo sabía que ella hablaba muy bien el inglés, y le dije: “ai spik inglís veri veri guel, laik iú. Bat ai sink zata i nid uan o tri lisons for writen perfecli.” Creo que no me entendió muy bien, alguna coma faltaría, pero desde ese día no hemos parado de reírnos juntos. ¿Os he dicho que es especial? Sí, pues mejor, porque lo es de verdad. En esos tres años, no me ha fallado ni un solo día, lloviese o no. Me ha ayudado en todo, ha leído todo lo que he subido, lo bueno y lo malo, me aportado información, ha intentado enseñarme inglés, a trazar las curvas Besiers, me ha solucionado problemas informáticos, aún teniendo como tiene ahora, a su madre ingresada muy grave, ha tenido siempre un momento para saludarme, hasta ha perdido un amigo por mi culpa. Sí, bueno, vale, ya lo sé, eso último teniéndome a mí de colega es muy fácil, pero es de agradecer que no me haya matado, ¿no?
En fin queridos amigos, lo que quiero decir a mi manera, sin hacer poesía, eso lo dejo a los poetas, es que si hay alguien en esta red social, llamada Facebook, que sé, rotundamente además, que nunca me olvidará y que nunca me defraudará, es ella. Y lo sé, porque me ha demostrado en todo este tiempo que es de fiar. Para terminar, como siempre, sacaré la brocha de la pedantería y dejaré una pincelada, no lo puedo remediar, ya me conocéis, y nada mejor para eso que una frase de Charles Péguy: El amor es más raro que el genio propio…Y la amistad es más rara que el amor.
Ah, coño, que se me olvida, no he dicho su nombre. Esta mujer tan especial se llama: Belén Trincado.
Un besote Belén, eres lo mejor de lo mejor. Y otra cosa, no he etiquetado a nadie en esta nota, porque sé que ella, sin necesidad de estar etiquetada, la leerá, como lee todo lo que subo. Si es que ya lo he dicho... es un amor.

20 mayo 2012

Nosce te ipsum...

Nosce te ipsum et nosces universum et deos (conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses).

Esta inscripción, puesta por los siete sabios en el frontispicio del templo de Delfos, es clásica en el pensamiento griego.

“En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al hombre como en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en ésta. Ninguna época, hasta la fecha, ha sido capaz de hacer accesible este saber con la rapidez y facilidad que la nuestra. Y, sin embargo, en ningún tiempo se
ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual”
Estas palabras las escribió el filósofo alemán Martin Heidegger en 1927. Qué poco han cambiado las cosas desde entonces.

17 mayo 2012

Nuestra Crísis, es un cuento.


Leí no hace mucho, sé que no hace mucho porque lo recuerdo, si hiciera mucho no lo recordaría, una cita anónima que rezaba así: La conclusión es el lugar donde llegaste cansado de pensar.
A mi me gusta pensar, cansarme no tanto, por lo que no sé si mi conclusión será la verdadera pero seré audaz y la expondré sin tapujos: 

El Espejismo contumaz se instaló y vivió en España en los últimos años. Carecía de extremidades y tampoco tenía corazón, pero engañaba a los españoles con hermosos versos y danzas maravillosas. Los demás países europeos en cambio no le prestaban mucha atención, por lo que no podían caer tanto como nosotros bajo su nefasto influjo.

Ahora nos topamos con nuestros propios fantasmas, y muchos se preguntan ¿Por qué?
Bien, pues como siempre hago con mi amigo Josep, es la única manera de que un ser unicelular entienda algo, les contaré un cuento: Lo que sucedió a una mujer que se llamaba doña Truhana.

Otra vez estaba hablando el Conde Lucanor con Patronio de esta manera:

-Patronio, un hombre me ha propuesto una cosa y también me ha dicho la forma de conseguirla. Os aseguro que tiene tantas ventajas que, si con la ayuda de Dios pudiera salir bien, me sería de gran utilidad y provecho, pues los beneficios se ligan unos con otros, de tal forma que al final serán muy grandes.

Y entonces le contó a Patronio cuanto él sabía. Al oírlo Patronio, contestó al conde:

-Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que el prudente se atiene a las realidades y desdeña las fantasías, pues muchas veces a quienes viven de ellas les suele ocurrir lo que a doña Truhana.

El conde le preguntó lo que le había pasado a esta.

-Señor conde -dijo Patronio-, había una mujer que se llamaba doña Truhana, que era más pobre que rica, la cual, yendo un día al mercado, llevaba una olla de miel en la cabeza. Mientras iba por el camino, empezó a pensar que vendería la miel y que, con lo que le diesen, compraría una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego, con el dinero que le diesen por las gallinas, compraría ovejas, y así fue comprando y vendiendo, siempre con ganancias, hasta que se vio más rica que ninguna de sus vecinas.
Luego pensó que, siendo tan rica, podría casar bien a sus hijos e hijas, y que iría acompañada por la calle de yernos y nueras y, pensó también que todos comentarían su buena suerte pues había llegado a tener tantos bienes aunque había nacido muy pobre.
Así, pensando en esto, comenzó a reír con mucha alegría por su buena suerte y, riendo, riendo, se dio una palmada en la frente, la olla cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Doña Truhana, cuando vio la olla rota y la miel esparcida por el suelo, empezó a llorar y a lamentarse muy amargamente   porque había perdido todas las riquezas que esperaba obtener de la olla si no se hubiera roto. Así, porque puso toda su confianza en fantasías, no pudo hacer nada de lo que esperaba y deseaba tanto.
Vos, señor conde, si queréis que lo que os dicen y lo que pensáis sean realidad algún día, procurad siempre que se trate de cosas razonables y no fantasías o imaginaciones dudosas y vanas. Y cuando quisiereis iniciar algún negocio, no arriesguéis algo muy vuestro, cuya pérdida os pueda ocasionar dolor, por conseguir un provecho basado tan sólo en la imaginación.

Al conde le agradó mucho esto que le contó Patronio, actuó de acuerdo con la historia y, así, le fue muy bien.
Y como a don Juan le gustó este cuento, lo hizo escribir en este libro y compuso estos versos:



En realidades ciertas os podéis confiar,

mas de las fantasías os debéis alejar.

Bueno, espero que este cuento les haya gustado, muchos, seguro que lo conocían, si no en esta versión, tal vez en la otra más popular: El cuento de la lechera.
Personalmente yo soy más vehemente en todas mis actos y pensamientos y más que focalizar todos los males en doña Truhana, lo haría en la Borraja. Sí, ya sé que muchos de ustedes se preguntarán: ¿Qué es la borraja, y qué relación tiene con nuestra agónica situación económica? No se preocupen, ahora mismo se lo explico.

 La borraja (Borago officinalis) es una planta muy robusta que florece en primavera y es de nula utilidad, como nuestros ignorantes políticos. Lo malo de la ignorancia, como bien decía Platón, es que va adquiriendo confianza a medida que se prolonga. Y lleva ya muchos años prolongándose. Pero volvamos a nuestra borraja. Lo mejor que se puede hacer con ella es un caldo bastante insípido (la famosa agua de borrajas), razón por la que muchos la tienen en alguna estima. Los antiguos solían decir que su consumo alegraba el espíritu. Pobres ingenuos.  Yo creo que alegra el de los cocineros, entiéndase los mercados y grandes grupos de inversión especulativa, pues últimamente la veo a menudo como acompañamiento de muchos platos en los restaurantes de diseño (será por el precio).

¿Y para qué más sirve la borraja? Buena pregunta: para casi nada, si no se acompaña de otras plantas. 

Don Pío Font Quer aconseja la siguiente preparación para curar el trancazo, que transcribo aquí por su indudable utilidad y porque estoy seguro de que nadie la pondrá en práctica. Se pican 40 g de borraja, 40 de saúco, 40 de albahaca, 30 de romero, 30 de hisopo, 30 de ajedrea, 10 de centaura, 10 de eucalipto, 10 de hipericón y 10 de espliego. Una vez hecha la mezcla, se guarda bien en un lugar seco. Con dos cucharadas y medio litro de agua se prepara la infusión, que se administra exactamente del mismo modo que si fuera una infusión de flor de borracha. Este preparado es muy eficaz, pero por si acaso no se deshagan aun de la Couldina.

Ah, otra cosa, acabo de leer que en Mallorca con la borraja hacen buñuelos de viento, lo que me ha parecido, sobre todo, lógico, solo hay que seguir la actualidad judicial balear.

En fin queridos amigos y amigas, creo que necesitamos otro tipo de plantas para salir de esta. Por ejemplo una que se llama Espantalobos (Colutea arborescens). Es una planta muy útil, ahuyenta los lobos, y dicen que también a los zorros. También se la llama con mucha lógica, espantazorras, no me interpreten ustedes mal, por favor, señoritas. La Colutea  arborescens era ya conocida por Teofrasto y por otros médicos de la antigüedad, que hacían uso de ella a menudo cuando tenían que viajar por bosques y caminos poco transitados. Vamos, que lo que quiero decir es que la recomiendo para todos los que quieran seguir transitando por España, que ahora mismo es lo más parecido a un bosque, o mejor dicho, una selva.

Normalmente suelo terminar mis escrito con una cita, es mi manera de aportar un poco de cultura a quien me lee, y hoy había escogido una de François Mauriac (Por si no saben quien es les diré que es un escritor francés, ya fallecido, premio Nobel de literatura): “No siento el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampa.”

…pero finalmente he decidido romper mi norma, y terminaré en plan positivo, no debemos caer en la depresión, porque como dijo Epicteto: “No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino la opinión que se tiene de ellas.”
   Y por eso he decidido concluir mi discurso  de otra manera. Los espíritus vulgares no tienen destino, decía Platón , y es cierto, hay que ser innovador.

Déjenme que se lo explique con una raya (no piensen mal, que les conozco).

Érase una vez [-------------------------------------]

En una punta está el "Mono": los sabios le dirán el prehomínido... producto de una evolución de miles y miles de años. Desde que el mundo comenzó a ser, las especies fueron evolucionando hasta que, ¡zas!, apareció el hombre (lo de ¡zas! es un decir, pero aquí no vamos a discutir cuestiones científicas, hay por ahí libros de divulgación). Total que hace más de quinientos mil años apareció el hombre. Es una punta de la raya: el pasado.
En el otro extremo, que es el futuro, ¿qué ponemos? Un hombre nuevo, un hombre tan avanzado, tan avanzado... que podríamos llamarle el «Hombre Comunitario». Una humanidad que ha superado las guerras, los odios, las puñeterías, la pejigueras, las envidias, las zancadillas, las chulerías, las peleas, las oposiciones, las desigualdades, las mentiras, los cuentos chinos (de fabricación nacional), las falsificaciones, las desconfianzas, las hipocresías, los desprecios, los desplantes, los desmanes, los desfalcos, los despilfarros, los desconsuelos; los destacamentos, los déspotas y las destrucciones.
¿Que eso será aburrido? Esa nueva humanidad tendrá tiempo de sobra para amarse, quererse y hacerse feliz en todas sus modalidades.

-  ¿Que eso es imposible?., ¿que nunca llegará?

Eso mismo dijo una vez un mono cuando otro mono le dijo:

«Ya verás cómo algún día llegaremos a pensar y a inventar lavadoras automáticas».

…Y colorin colorado…este cuento se ha acabado.

16 mayo 2012

Aprendiendo de Krishnamurti y Cortázar.

Ayer leí una frase de Jiddu Krisnamurti: “No es saludable estar muy adaptado a una sociedad profundamente enferma”, y me hizo pensar. También leí en el muro de una amiga un relato, o artículo, de Julio Cortázar que me gustó sumamente. Y decidí fundir los dos. Que me perdonen si lo leen desde el más allá, y si no, también. Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la inadaptabilidad me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el inadaptado quien lo expone.
Puede que la palabra inadaptado sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como desarraigado, aislado, descentrado o rebelde y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser un inadaptado, lo pone a uno completamente aparte, es cierto, y aunque tiene sus cosas malas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma adaptabilidad e inclusión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va bien. Lo triste es que todo va mal cuando uno es un inadaptado, por ejemplo en las reuniones sociales, yo voy a esas reuniones con mi pareja y algún amigo, hay comentarios, conversaciones idiotas, superficiales o pueriles y es seguro que apenas empiece a oírlos voy a encontrar que todos son una “puta mierda”. Me exaspero o me irrito enormemente, los diálogos o los gestos o las risitas me llegan como visiones sobrenaturales, me “cagoentó”, reprendo hasta romperme las cuerdas vocales y a veces me lloran los ojos de pura rabia, y en todo caso me entristezco de vivir y de haber tenido la mala suerte de ir esa noche a esa mierda de reunión,  donde gentes insignificantes y ordinarias están diciendo con esas sonrisas de lelos ignotos cosas que a mí me la traen al pairo, inventando un lugar de imbecilidad discrecional y de encuentro, algo que les ayuda seguramente a rellenar  de momentos insulsos sus miserables vidas en las que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo. Nada.
      Y así estoy desilusionado y tan aburrido que cuando llega el momento de ir al buffet me levanto desencantado y sigo pitando a los personajillos, y le digo a mi pareja que esos malabaristas de la superficialidad son los que manejan el mundo y que su conversación hablando de restaurantes “Chics” y cruceros carísimos es absolutamente inaguantable. Mi pareja me mira y asiente, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su irritación y su fastidio no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también  ha resoplado pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que toda esa gente es el fiel reflejo de nuestra sociedad y que los allí presentes no son mala gente, pero que desde luego no hay gran humanidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas. Cuando mi pareja o mi amigo dicen eso --lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad-- yo comprendo que soy un inadaptado, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo decepciona algo que pasa, de modo que la caída repentina en la inadaptabilidad le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es más que corcho. Me gustaría defender a los imbéciles superficiales o a los que les ríen las "gracietas", porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabras inteligentes y sensatas de mis amigos o de mi pareja me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan infausto como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como inadaptado que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mi pareja o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho muy bien en no dejarse ganar por el desánimo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine. De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas chorradas del gordo sudoroso que se arrastraba como babosa en mitad del jardín, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la brillantez de lo que he oído y que sólo me ha decepcionado porque no acepto cualquier cosa o persona que tenga colores y formas tan uniformes. Recaigo en la conciencia de que soy un inadaptado, de que cualquier cosa basta para aburrirme de la cuadriculada vida, y entonces el recuerdo de lo que he padecido y sufrido esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros inadaptados que han estado escuchando  o haciendo ver que escuchaban, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tan pocos los inadaptados que esa noche se han dado cita en esa casa para beber y cenar y joderse. Lo peor es que a los pocos días vuelvo a otra reunión y me pasa lo mismo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras con lo que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi pareja o mis amigos. Ahora estoy seguro de que no ser un inadaptado es una de las cosas más importantes para la vida feliz de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pulpo que nadaba en uno de los acuarios de aquella casa maravillosa, y era de una hermosura tan suprema que no pude menos que observarlo y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su plasticidad, la tenebrosidad petulante de sus ojos, esos ocho tentáculos poderosos que braceaban en el agua del acuario y que se iban abriendo paso hasta perderse en la corta distancia de esa cárcel acristalada. Mi entusiasmo no nace solamente del pulpo, es algo que el pulpo cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de mortadela italiana, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más. Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota e inadaptado, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den Indiana jones en busca del arca perdida? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente un inadaptado, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del acuario para ver mejor el pulpo, eso no me impedirá esa misma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como cantan los tres tenores el Nessum Dorma. Ahora que lo pienso la inadaptabilidad debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La inadaptabilidad debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrecita amarilla, ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la vía muerta de aquella estación, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el inadaptado perfecto en su inadaptabilidad que no sabe que es un inadaptado y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase imbécil lo devuelva a la conciencia de su inadaptabilidad y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un inadaptado tiene que vivir, claro que hasta la visión de otro pulpo u otro cartel descolorido y ajado, y así siempre.

La teoría del Big Bang...ya no sirve ni para ligar.


El otro día, sábado por la noche, me pasó una cosa curiosa. Me llamó Josep (ya saben, el que se folló a la segunda mejor amiga de su actualmente, ex mujer, y bla bla bla…) para salir a tomar algo. Como no tenía nada mejor que hacer, acepté, no sin antes advertirle que nada de ir de putas, que lo más, un par de copas en algún local de moda. “Vale”, me dijo compendiosamente. Me extrañó, y le dije:

-Estás tieso, sin un puto euro, ¿verdad?
-Sí –contestó lacónicamente-.
-Lo imaginaba –repliqué yo-.
-¿Por qué? –preguntó él-.
-Elemental querido Watson…Porque tú sabes que las putas no te las pago yo, y no has insistido. Esto solo puede significar que estás tieso.
-Vale vale, Ton…tampoco hay que ser Sherlock Holmes para llegar a esa deducción.
-¡Efectivamente… pero como has preguntado, te he contestado!

Después de este breve intercambio de palabras quedamos en una hora concreta: las 23 H (hora zulú).

Llegamos a “La Caverne de l'enfer” (es el nombre del local)  alrededor de las doce de la noche. Llevaba mi traje negro oscuro con mi camisa antracita, mocasines negros, y calcetines oscuros. Olía bien, Iba bien afeitado y, sobrio. Nos dirigimos a la barra exterior, ubicada en un espléndido y exótico jardín. Josep fue a saludar a un amigo suyo que se encontraba al lado del piano. Yo me senté en el taburete de torniquete y pedí un Gin-tonic, con tres cubitos de agua de manantial, a la camarera. Miré a mi izquierda, luego a mi derecha, y vi una maravillosa mujer sentada a dos metros de mí, cerca de una de las palmeras.
Era morena, con una melena brillante y exuberante que resplandecía como el pelaje de una pantera negra bajo los rayos de la Luna. Mis ojos se detuvieron en la suave curva de sus senos, que el amplio escote dejaban casi al descubierto. Los dorados pechos marciales de aquella mujer no cesaban de mirarme con descaro, y debo reconocer, que aquel borbollón de sensualidad que escapaba apresurada y deliberadamente de sus rojos labios húmedos y carnosos, llegó casi a turbarme.
 Encendió un cigarrillo, y a través de los delgados tules de humo que ascendían parsimoniosos y ondulantes hacia la tenue luz que coronaba su hermosa y refulgente cabellera, me miró. Créanme amigos, en su mirada las montañas podían entrar. Aquellos dos ojos de depredadora de la noche habituados a traspasar la oscuridad me tenían apresado. Era como si una fuerza poderosa e invisible me hubiera paralizado. Recuerdo como primero me inspeccionó con impávida brevedad. Sus ojos observaban con mirada zahiera. Luego mutaron, empezaron a brillar, y me miraron directamente, sin pestañear, con atención, como si quisiera traspasar mi mente para saber que estaba pensando en ese preciso momento. Todo eso duró muy poco…unos segundos… entonces giró levemente sobre sí  y con un gesto de sensualidad estudiado,  me dijo:

-¿De verdad crees que hay cubitos de agua de manantial en Barcelona?

El volumen de su voz, que emitió sin esfuerzo, casi sin molestarse en mover los labios, me asombró. ¡Qué voz! ¡Qué maravilla! – pensé para mí-. Yo la seguía mirando. Parecía envuelta en una especie de aura a la que contribuía su elegante belleza. Una verdadera delicia para los sentidos –pensé-, mientras mis ojos chispeantes prendían la luz modelada por aquel cuerpo hermoso. Saboreé su perfección durante unos segundos antes de contestar. Miré mi copa, la cogí , y me senté a su lado, rozando su cadera… involuntariamente.

-¿Quieres que te diga una cosa? –Contesté yo-, no creo que la historia me juzgue duramente si te confieso que no sabría diferenciar un cubito de agua de manantial de uno de agua de “la Font de canaletas”.
-Pues yo hubiera jurado por tu aspecto que eres todo un experto en cubitos y cristales de hielo.
-No, ese era  Wilson Bentley…y ya está muerto. Yo estoy vivo…y coleando.
-Ah, ¿pero conoces la obra de Wilson Bentley?
-No, solo sé que le llamaban “Copito de nieve” y que dijo: “Bajo el microscopio encontré que los copos de nieve eran milagros de belleza; y me pareció una pena que esa belleza no fuera vista y apreciada por otros. Cuando un copo de nieve se funde, el diseño se pierde para siempre. Toda esa belleza se va, sin dejar ningún recuerdo.”

Ella se rió.

-jajaja “El hombre copo de nieve”. Todo el mundo lo conocía como el “Hombre copo de nieve”… no copito de nieve.
-Es verdad… Copito de nieve era otro.

Volvió a reir.

 -jajaja, sí. Y dime, ¿cómo te llamas? Yo soy Ana.
-Bonito nombre… como la madre de la virgen María. Yo soy Tony, pero mis amigos me llaman Ton.
-Vaya, no me digas que también has leído el evangelio apócrifo de Santiago. Allí sale por primera vez el nombre de Ana, ningún texto del nuevo testamento menciona a Santa Ana como madre de María, ¿lo sabías?
-Pues no, no lo sabía, pero viendo lo interesante que es el libro, ahora quizás lo lea.
-No creas que soy una beata, al contrario, soy atea, pero siempre me han interesado los protoevangelios…y el Cosmos.
-No me digas…el Cosmos te interesa?
-Me encanta –dijo llena de vida y una sonrisa en sus labios.

Encendí un cigarrillo y con la mente abrumada la miré fijamente. Su brillante cabello suelto en cascadas sobre la cara,  parecía atrapar toda la claridad de la Luna, en un resplandor argénteo. La marca de autoridad en su modo de mirar, su personalidad y ese aire de impertinente satisfacción, me gustaban.

- De noche y desde aquí todo parece tan bonito. Resulta tan hermoso. Daría lo que fuera por estar allí arriba –dijo ella señalando el cielo-.  Millones de estrellas, y sin embargo, agujas en un pajar celestial. Existen más estrellas en el firmamento que granos de arena  sobre la tierra.  Ton, ¿tú crees que hay un solo Universo? -me preguntó mirándome a los ojos-.
-Mira, hubo una época, hace muchos años,  en que pensaba que la palabra universo significaba todo lo que hay; todo. La noción de más de un universo, más de un todo, me parecía imposible. Pero ahora estoy seguro que si pudiéramos ir más allá de nuestro sistema solar, mas allá de la vía láctea, incluso mas allá de otras galaxias distantes, hasta pasar el fin del mundo observable, encontraríamos que hay más, mucho más… que nuestro universo no está solo; estoy seguro que puede haber otros Universos. De hecho creo que están naciendo nuevos Universos todo el tiempo. Creo que vivimos en un mar de Universos en expansión. Si pudiéramos visitar estos otros Universos, encontraríamos que algunos podrían tener propiedades básicas de la naturaleza, tan extrañas, que la materia tal como la conocemos no podría existir. Otros podrían tener galaxias, estrellas e incluso un planeta que luzca familiar, como el nuestro, pero con algunas diferencias sorprendentes.

Ella me seguía mirando fijamente. Era maravillosa. Sus perfectos pechos se movían con el oleaje de su respiración, y se comportaba como un ángel misericordioso escuchándome como nadie me había escuchado antes.


- Interesante, pero Ton,  si hay un número infinito de Universos, en algún lado, y por lógica, habrá un lugar donde todo es casi idéntico a lo nuestro, excepto por lo útiles detalles, como que quizás, haya otro Ton que tenga otra profesión. Si todos esos Universos son realmente infinitos, entonces uno debe confrontar muchas posibilidades que son muy difíciles de imaginar. Habrá otros lugares donde existan otros como tú, o yo, que lucirán, pensarán y se comportarán exactamente como nosotros, no?
-Si todos esos Universos son infinitos, efectivamente la posibilidad existe.  ¿Es ciencia? ¿Es una parte de la metafísica? ¿Es solo filosofía? No lo sé. Los físicos tienden a no hacer esas preguntas, solo dicen: sigamos la lógica, y la lógica parece llevar a eso. Por más extraño que pueda parecer, un creciente número de científicos cree que quizás sea el paso final en una larga línea de radicales revisiones de nuestra imagen del Cosmos. Recuerda que hubo una época en que pensábamos que la tierra estaba en el centro del Cosmos, y que todo lo demás giraba alrededor de nosotros. Luego llegaron científicos como Galileo y Copérnico y nos mostraron que era el Sol, no la Tierra, que estaba en el centro de nuestro sistema solar. Hoy sabemos que nuestro sistema solar es solo un barrio en las afueras de una galaxia gigante, y nuestra galaxia es una de cientos de miles de millones de galaxias que componen nuestro Universo. Ahora, todas esas ideas que sonaban a extravagantes cuando se propusieron por primera vez,  ni siquiera las cuestionamos. La idea de infinidad de Universos puede ser similar. Simplemente puede exigir un drástico cambio de nuestra perspectiva cósmica. Por otro lado algunos científicos piensan que esta teoría no es nada más que un callejón sin salida para la física.

La recorrí con la mirada en una lenta declinación, saboreando su perfección sobre aquel lienzo tenuemente iluminado. Y ella dijo:

-Verás Ton, -me dijo entreabriendo sus labios lo justo para dejar escapar el deseo- estoy muy incómoda con esta teoría. Para que se convierta en ciencia sólida tiene mucho por crecer. Ya sabes, existe de la misma manera en que los ángeles pueden existir.

-Creo que este momento esta teoría es una buena apuesta. Hay una buena posibilidad de que sea real y que en unos cuantos años la gente esté convencida de eso. En lo que tengo más dudas, es en si es infinito, o no. Yo siempre he pensado que si algo tiene un comienzo, debe tener un final, y en eso no coincido con Alan Gurth.
-¿Quién es Alan Gurth, y como surgió esta idea de infinidad de Universos, y cuál es su evidencia?
-Pues varios sorprendentes descubrimientos sugieren que realmente podríamos ser parte de un “Multiverso”. El primero de estos descubrimientos tiene que ver con la teoría generalmente aceptada del origen de nuestro Universo: El Big Bang. Según esta teoría nuestro Universo comenzó hace unos 14 mil millones de años en una explosión extremadamente violenta. A lo largo de miles de millones de años el Universo se enfrió y se fusiono, permitiendo la formación de estrellas planetas y galaxias. Como resultado de esa explosión el Universo se sigue expandiendo hoy. Pero si pudiéramos ver la historia de nuestro Universo en reversa, todo hasta el comienzo, veríamos que la teoría del Big bang no nos dice nada acerca de lo que lanzó todo hacia fuera en un primer momento. Se llama la teoría del Big Bang. Pero no dice nada acerca de la explosión en sí. No dice qué explotó, por qué o qué pasaba antes de que explotara. Entonces, ¿qué alimentó esa violenta explosión? ¿Qué fuerza podría haber dividido todo? La búsqueda por averiguarlo llevaría a los científicos cara a acara con el “Multiverso”. Y ahí es donde justamente entra en juego Alan Gurth. Gurth es un físico cuyo trabajo inesperadamente ayudó a sentar las bases de la idea del “Multiverso”. En 1979, él y un colega suyo buscaban una nueva idea acerca de cómo las partículas pueden haberse formado en el Universo primitivo. Su colega le sugirió que deberían ver si este nuevo proceso que estaban pensando influiría en la tasa de expansión del Universo. Guth  no había investigado la tasa de expansión del Universo en los primeros momentos luego del Big Bang. Pero la sugerencia de su colega hizo que revisara sus cálculos una vez más. Lo que Guth halló en los cálculos fue la evidencia de que en el medio ambiente extremo del Universo primitivo la gravedad puede comportarse a la inversa: en lugar de unir las cosas, esta gravedad repulsiva, repelería todo lo que la rodeara, provocando una enorme expansión. Inmediatamente Gurth se entusiasmó mucho. Se dio cuenta que si era correcto, podía ser muy importante. Al descubrir esta gravedad repulsiva, él había echado luz involuntariamente sobre el mismísimo comienzo del Big bang. Descrita matemáticamente esa fuerza era tan poderosa que podría tomar un trozo de espacio tan pequeño como una molécula y hacerlo estallar hasta el tamaño de la galaxia de la vía láctea en menos de una millonésima, de una millonésima, de una millonésima de parpadeo.  Después de este increíblemente corto estallido hacia fuera, el espacio continuaría expandiéndose más lentamente y enfriándose como para que se formen estrellas y galaxias, al igual que lo hacen en la teoría del Big Bang. Guth llamo a esta explosión expansiva: inflación; y cree que explica lo que hizo que el Universo se expandiera en un primer momento. La poderoso gravedad repulsiva de la expansión fue el Bang del Big Bang.

Ella me escuchaba con lasciva atención, y eso me gustaba. Mi alma y mi corazón sentían un aliento renovado; no quería que eso terminara. La Luna, en ese momento, se abrió paso entre dos nubes, dejando expandirse una luz celestial. La figura refulgente de Ana se abrió paso a través de la cortina de la tenue luz que la alumbra… y contemplé una diosa. Sacó su  paquete de tabaco y me dijo:
-¿Quieres un cigarrillo?…
-Claro, gracias.

Encendió dos, me pasó uno, y saboreé su lápiz de labios. De repente el corazón empezó a latirme tan fuerte que no oía nada más. Quería alargar la mano y tocarla, paladear su sabor…Pero en ese momento, justo en ese preciso momento, oí una voz que no hubiera querido oír:

-Por fin te encuentro, Ton, llevo un buen rato buscándote…me presentas a esta bella chica…¿o me presento yo?

Sí queridos amigos y amigas, lo han adivinado, era mi amigo Josep. Yo lo miré con cara de perro de la sabana africana (es un perro con mucha mala leche), y recordé las palabras de  Ramiro de Maeztu: la vida se nos presenta en un dilema insoportable: lo bueno no dura; lo malo se presenta cuando menos lo esperas.

-Hola preciosa… ¡bonitos ojos!-le dijo él-.
-Hola. ¿Nos conocemos?
-Pues no estoy seguro, pero haz como si no…lo hacen casi todas…jajaja.
-Bueno, bueno… A ver si lo entiendes, me importa un comino si soy guapa  o si dejo de serlo… no me importa ni mi cara, ni mis ojos, ni si mi casa es de dos o tres pisos… Y no creo haberte dado confianza para llamarme preciosa.

Josep sonrió con malicia.

-Es pronto aún, dame solo un poco de tiempo.
-Y también me importa un comino la gente graciosilla y presuntuosa.
-Oye, me he perdido… ¿qué es un comino?

Ella se encogió de hombros.

-Da igual…no importa…
-Espera, volvamos a empezar-dijo Josep-.

En ese momento, de detrás suyo, como por arte de magia, saca una rosa roja, se la entrega y le dice:

-No la tires a la papelera hasta que me haya ido.
-Gracias….tengo que admitir que…
-Una bella flor, con mucha fragancia, para disculparme-interrumpió Josep-… ¿a que ahora no te explicas como has podido desconfiar de mí?
-El detalle de la rosa ha estado mucho mejor…Me siento muy aliviada —murmuró ella, con una leve sonrisa—. Descubrir que en el fondo tienes menos sensibilidad que una tenia, habría sido descorazonador para mí.
-Sí, lo comprendo. Por cierto, me llamo Josep, pero (en ese momento me miró de soslayo y enfatizó exageradamente sus palabras) MIS VERDADEROS AMIGOS, los que no me dejan tirado, me llaman Pep. Bueno, ¿de qué hablabais antes de mi llegada?
-Del Cosmos.
-Vaya… -Reclinó el cuerpo contra el respaldo de su silla- Últimamente hasta una lección de botánica es más divertida que soportar a Ton, eh?

Ella lo miró con decisión.

-Pues la verdad es que a mí me gusta hablar de…

Josep sonrió lentamente y la interrumpió.

-Te voy a contar algo divertido, nada de Cosmos ni Universos paralelos. Algo que nos pasó a Ton y a mí. ¿Conoces ese local tan de moda…el “Just in Fire”?

A Ana no le gustó la sonrisa de Josep, ni la interrumpción. La puso nerviosa y eso la irritó. Para terminar de empeorar las cosas, El muy idiota sacó un tema que no debería haber sacado.

-Sí. Pero no me gusta.
-A mi tampoco. Te cuento. No hace mucho, dos o tres semanas, quisimos entrar gratis, y se me ocurrió emplear la táctica del detective privado. ¿La conoces?

Yo carraspeé disimuladamente antes de que ella respondiera.

-No, creo que no. ¿Debiera conocerla?
-No, claro, son demasiadas tácticas para conocerlas todas-añadió Josep-. El caso es que llegamos a la puerta del local, y le digo al portero:

-Buscamos a un hombre con un lunar en la nariz.
-¿Un lunar en la nariz? ¿Como va vestido?
-¿Como voy a saber como va vestido un hombre con un lunar en la nariz... quien sabe?

Entonces viendo la cara de pocos amigos del portero le digo, me molesto en revelarle que el hombre que buscamos con un lunar en la nariz, no sé como irá vestido, pero sé que es chino… “Por si le sirve de algo” –añado con una sonrisa-.
-¿Como lo sabes? –Me pregunta cada vez más mosqueado-.
-Uno que tiene intuición -replico yo-.
-Siento decirles, lamento comunicarles, que no he visto a nadie con esas características…no he visto a un hombre, que es chino, con un lunar en la nariz y que no sabemos como viste…así que váyanse ahora mismo, largo de este local o tendré que hacerles daño…dándoles un mordisco en la nariz-nos dice el portero-.
-Oh…vámonos-contesto yo-.
-Sí, mejor vámonos –añade Ton-.
-Jajaja, ¿a que es divertido?…más que el Cosmos, ¿no? ¿Quieres que te cuente la historia de la limusina? -anunció el muy capullo, sonriente-.

Ana lo miró.

-¿Has dicho limusina? —Repuso, cruzando las piernas— ¿Qué clase de limusina exactamente?
-Sí, la limusina…espera, te explico…una noche estábamos Ton y yo ligando con una chica que acababa de llegar de Panamá, eso está por Sudamérica,y...
-Centro américa. Está en Centroamérica-dijo ella-.
-Bueno qué más da...sudamérica, centroamérica, es todo lo mismo, la cuestión es que me pregunta que qué coche tengo. Una limusina-le digo yo-. ¿No está mal verdad? Corre que se las pela. Mide más de lo normal y tiene estilo. Con televisión, bar, y hasta un campo de golf en el maletero. Y tiene bañera por si nos apetece darnos un baño. Entonces cuando ya la tenía embelesada…ya me entiendes, a punto de…

Ana se quedó un momento pensativa.

—Bien, veamos a ver si lo entiendo. ¿Quieres decir que para follar, tú y Ton os inventáis lo que haga falta?

Di un sorbo y noté que Ana me observaba discretamente. Era fácil leer sus pensamientos. Había llegado el momento de hacerse con el control de la situación. Miré a Josep, le sonreí con sequedad, añadí un fuerte pisotón soterrado, y dije:


-¡Vale… vale ya, Josep! No creo que a Ana le interese esta tonta historia. Ni ninguna otra.
-Oh sí que me interesa, Ton –dijo Ana con cara avinagrada-. ¡Vaya que si me interesa!-remató-.
—Esto más que una historia real, es una broma. Es evidente que Josep tiene mucha imaginación-añadí yo-.
 -Ejem…Bueno, creo que Ton tiene razón, Ana. Tampoco es tan divertida la historia-dijo Josep dándose cuenta, tarde, muy tarde, de su metedura de pata-, la verdad es que hablar del Cosmos es mucho más interesante.

Ella dejó su vaso de Bourbon, sonrió con sequedad, y se puso en pie.

—Sí, claro —murmuró —. Ah, recuérdale a Alan Gurth-dijo mirándome a mi-, si lo ves, claro,  que no solo se expande el Universo…también la mentira y la farsa. —Apretó los labios—, espero que seas realmente como me pareció que eras, antes de la llegada de tu amigo. Un hombre inteligente, culto, ingenioso…de la vieja escuela, como los que se describen en esas fantásticas novelas británicas de misterio, no uno de esos desgraciados que salen por la noche en busca de carne fresca, pistola en mano.

La miré a ella, luego lo miré a él, y empecé a preguntarme, una vez más,  si había hecho bien al acudir a ese local con Josep. Además, tenía el presentimiento de que sería muy difícil deshacer el error. Ana no parecía la clase de mujer que fuera a permitir fácilmente que la convenciera de que todo eso había ocurrido en el pasado, que yo ahora era diferente, más responsable, más cabal…más…

En fin...¡Qué más da! Mi felicidad en un pozo... pero como dijo George Bernard Shaw: ¡Una vida llena de felicidad! Nadie podría soportarla, porque sería un infierno en la tierra.

FIN.

12 mayo 2012

Las aventuras de Ton en Cabo Verde.

…Un coche negro se acercó hasta detenerse en la puerta principal de la mansión “Villa Évora”. Eran las nueve y ya había anochecido. La lluvia de agosto golpeaba las ventanas del salón, así que las personas reunidas allí no podían ver quién conducía el vehículo. Pero había pocas dudas sobre la identidad del recién llegado.


— ¡Supongo que ahí está tu viejo amigo! —dijo el novio con satisfacción.

Vestía un elegante smoking. Miró su reloj de oro  y se tocó el canoso bigote.

—Muy puntual. Buena señal -añadió-. Admiro a los hombres que conocen el valor de la puntualidad.
—Espero que hayamos hecho lo correcto —murmuró Belén Trinkova, preocupada.

Ella estaba sentada al lado de él con un vaso de Sherry en la mano. También estaba vestida para la cena. Su vestimenta era casi tan correcta como su maduro novio, y la llevaba con una elegancia que su edad no había podido disminuir. Belén podría ser experimentada, pero, desde luego, no era vieja. De hecho, era extraordinariamente atractiva. Había algo de inocente en su cara, a pesar de que debía de estar cerca de los cuarenta y tantos. Su aspecto era de maestra de escuela o bibliotecaria. Probablemente había leído muchas novelas de Milán Kundera, pero ahora ya no, y seguía luchando interiormente por creer que los hombres eran una especie de caballeros andantes que luchaban por qué resplandecieran la verdad y la justicia. Definitivamente no era el estereotipo de “femme fatale”. Sin embargo, ningún hombre podría negar que hubiera sentido un impulso irresistible de introducir sus dedos en la melena de rizos negros que adornaba su cabeza. Parecía una mujer delgada, pero no carecía de curvas.
 El Novio bebió un trago de su Martini y miró  a Belén a través de las gruesas lentes de sus gafas.

—Hemos hablado de ello más de cien veces, Belén. No teníamos otra elección. Ton se iba a enterar tarde o temprano.  A veces hay que evitar males mayores adelantándose a los acontecimientos.

Él tenía unos cuantos años más que ella, pero sus antecedentes, como veremos más adelante, eran muy diferentes. A él no le habían enseñado de pequeño a ser elegante. Para él, vestirse para la cena significaba ponerse un smoking sin reparar en si los calcetines iban a juego. Además aquella noche se había colocado encima todo el oro de Fort Knox. Incluso lucía un medallón de Swarosky sobre su camisa de popelina con volantes.
Salimos del coche, mi inseparable amigo Abdul y yo, y nos dirigimos a la mansión. Mientras caminábamos me preguntó:

— ¿Hace mucho que la conoces?
— Sí. Se presentó en el campus de la Universidad de verano de Santander un fin de semana del año 87 para tomar apuntes… y se quedó un mes. Ha pasado desde entonces mucho tiempo. Era brillante, y muy sobresaliente en razonamiento abstracto. Me obsequiaba con acertijos matemáticos, y siempre me dejaba usar su coche. La verdad es que el hecho de que no tenía carné de conducir ayudaba mucho.

Entramos, me detuve en el umbral del majestuoso salón, y Abdul me dijo:

— ¿Y ese que está a su lado es su esposo?
— Aun no, será el numero 3. De uno se divorció, otro se suicidó. Eso fue antes de que viniera aquí, a Cabo Verde.
— Creo –dijo Abdul- que esa brillante chica no ha sido brillante en lo que a esposos se refiere.
— Creo que ha perdido algo que no encuentra, en alguna parte del camino –repliqué yo-.

Belén nos vio, se giró hacia su novio y le dijo:

— Oh, disculpa, ahora vuelvo…

Salió con paso ligero hacia nosotros, pero antes se miró en el espejo que colgaba cerca de la chimenea. Aquella noche había elegido un traje pantalón de seda negra que sabía realzaba su esbelta figura. Su melena de rizos, negros como una noche sin Luna, estaba recogida y sujeta con un pequeño foulard con la bandera de Cabo Verde, en una coleta sobre la nuca. Se observó con ojos críticos. Quería, supongo, que la encontrara sofisticada y eficiente.

— Ton, te agradezco mucho que hayas venido a mi fiesta.

La miré embelesado. Abdul también, pero él  parecía que acabara de salir de la sala de urgencias del hospital más cercano. Estaba en estado de shock.

— ¡Preciosa!
— ¿Qué?-dijo ella sonriendo-.
— ¡Preciosa! -repetí-.

Me miró asombrada, y el corazón pareció darle un vuelco.

— Ah, jajaja, gracias.
— Bonita fiesta.
— Te lo agradezco
— Y buen pianista -dijo Abdul mirando hacia el enorme piano que tocaba un músico de color… negro-.
Es Johnny “Dedos largos”, ha venido directamente desde Nueva Orleans ¿le agrada, Señor…?
Abdul, -inclinó la cabeza-, me llamo Abdul Bagud del oasis de Baghera yihad. , y he brotado de la frente de la estirpe de mi señor Mahoma, que las bendiciones sean con él.

Belén tosió discretamente.

— Encantada señor Bagud.
— Bueno, creo que iré a dar una vuelta -dijo Abdul para dejarnos a solas-.
— Sí, muy bien…, si le apetece una copa puede pedirla.
Se lo agradezco, pero no bebo nunca, mi profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, me lo prohíbe.

Belén carraspeó.

— Ah, sí, claro, lo entiendo.
— Mi profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, es muy estricto con esas cosas…pero aprovecharé para a hablar con el pianista-replicó Abdul mientras se alejaba-.

Belén carraspeó de nuevo, luego me miró con decisión. Era fácil leer sus pensamientos. Suspiró y me dijo:

— ¿Bailamos?

Sonreí lentamente al tiempo que sentí una oleada de excitación.

— Sí, claro, yo soy lo mejor que hay disponible -contesté mirando a mi alrededor-.
— Bien.

Nos dirigimos al centro de la sala, y la cogí por la cintura para marcarle el ritmo salsero que resonaba en el salón.

— Veo que aun sigues siendo un gran bailarín-me dijo-.

La miré pensativo.

— ¿Es eso cierto?

Ella asintió.

— Gracias, por el elogio-contesté-.
— De todos los hombres que he conocido en mi vida, tú eres el que se ha quedado en mi memoria.
— Hace mucho que nos conocemos, ¿verdad, Belén?
— Si…sabes, viéndote entrar hoy he vuelto a sentir las mismas emociones de antes.
— Dime, ¿donde fuiste después de dejarme aquella noche?
— Me fui con Pedro Jorge Ramírez.
— ¿Con quién?
— Con Pedro Jorge Ramírez, el director del diario “El Globo”…finalmente me dejó por mi mejor amiga, Eva.  Ahora me voy a casar con Ricky, ahí está, hablando con mi amiga Susana, esa bruja no me lo robará, ella no sabe trazar las curvas Besiers como yo. Es guapo, ¿no crees?
— Belén, yo solo veo a uno más en tu vida, solo eso.
— Nada de eso, te aseguro que no esta vez…Escucha, al fin pude hallar lo que buscaba. Por fin se acabó el deambular sin horizonte de mi corazón. Esta vez se enamoró.
— Ojala en esta ocasión sea en serio.

Mientras tanto, Abdul estaba con el pianista de color…negro, hablando y husmeando, creo.

— Hola, ¿qué tal? Me llamo Abdul Bagud  del oasis de Baghera yihad, y he brotado de la frente de la estirpe de mi señor Mahoma, que las bendiciones sean con él.
— Es un placer, yo soy Johnny…de Nueva Orleans.
— Abdul lo miró fijamente, como solo él sabe hacer, y le dijo:
—Johnny ¿Le gusta su trabajo?
—Me encanta.
— Se nota ¿Johnny, quien es ella? -Preguntó Abdul señalando a Belén -.
—Su nombre es Belén Trinkova, mantiene el apellido de su primer marido, un ruso muy rico de San Petersburgo. Somos amigos desde que la conocí en Nueva Orleans. Seguía culpándose a sí misma del Tsunami que asoló la ciudad  cuando la abordé. Estaba bebiendo en un rincón de la barra del “Jazz Club”. Me acerqué a ella y la invité a una copa. Luego le dije que el Tsunami no era culpa suya, que tarde o temprano tenía que pasar. Estuve más de una hora hablándole del cambio climático, y de otras desgracias naturales que habían ocurrido en el mundo. Aún recuerdo como si fuera ayer lo que me contestó: “Sí, eso me hace sentir mucho mejor.”
 Y nos hicimos amigos.

—  Ah, ¿Y por qué es tan importante, y rica?
— Por ganar un millón de euros en un premio de Infografía convocado por uno de los mafiosos más ricos de Cabo Verde. “Ricky el Porompompero”.
— Ah, ¿entonces es infógrafa?
— Lo era, ahora es “Rica”-remató Johnny-.
— Ya lo veo ¿Y qué es lo que dibujó para ganar el concurso?
— Un cargamento de alcaloides.

Abdul respiró cuidadosamente y frunció el ceño.

— ¿Cómo?
— Dibujó un cargamento de alcaloides. Lo hizo tan bien que él la pidió en matrimonio. Pero ella, en aquella ocasión, se negó. Todo el mundo cree que Ricky el Poromponpero, finalmente, accedió a aprender a dibujar y trazar “curvas Besiers”, y ella, entonces, aceptó casarse con él.
— Está bien. ¿Y... como hizo el resto de su fortuna?
— Con el millón del premio compró municiones y armas. Dicen que está mezclada en una revolución, quizás en Sudamérica, Centroamérica, o…Norteamérica.
— ¿Y las armas donde están?
 — Se cree que aquí, en Cabo Verde.

Varias horas después, la fiesta acabada, y ya de vuelta al hotel, yacía apoyado contra los almohadones, contemplando el baldaquín de mi cama. Pensaba alternativamente en tres cosas diferentes: en el reencuentro con Belén, en la historia que Abdul me había contado referente a sus actividades revolucionarias, y en Lola. De las tres, la idea de Lola durmiendo en otra cama a miles de kilómetros de distancia era lo que más me turbaba, pero decidí aparcar la idea, suspiré, y volví a pensar en Belén. La verdad era que me había sentido fascinado por ella desde el momento en que la conocí. Tal vez fuera su audacia al presentarse a un concurso de infografía convocado por un mafioso de Cabo Verde. La mayoría de la gente nunca lo habría hecho.
Sin duda, había necesitado valor. Y yo admiraba el valor.
Me coloqué de lado y lancé un gemido. Intenté decidir qué era lo que me gustaba tanto de ella. No era una gran belleza y, para ser una infografista de apellido tan sonoro, tenía una lengua muy afilada. Pero había algo en ella que me atraía sin remedio y, después de pensar un rato en ello, creí haber descubierto lo que era.
Había reconocido en Belén el mismo deseo ingenuo de ayudar a los débiles e inocentes que yo tuviera en el pasado y que me condujo a meterme en tantos líos. Aquello explicaba, sin duda, que, de ser verdad,  se hubiera metido en temas revolucionarios. Estaba haciendo todo lo posible por proteger a los más débiles y desprotegidos.
Estaba claro que Belén Trinkova no había aprendido todavía que el trabajo de caballero andante era una pérdida de tiempo y una tarea que nadie solía agradecer.
Miré el reloj de la mesilla de noche y, al ver lo avanzado de la hora, intenté olvidar mis pensamientos y dormir. Un rato después, convencido de que aquello no me iba a resultar fácil, decidí que, ya que no podía dormir, podía empezar a dibujar. Antes o después tendría que descubrir si era capaz de hacerlo.

(…Continuará)