(...) Estamos en vísperas de Navidad, y de usted depende que estas Navidades le traigan alegrías o penas.
Henrik Johan Ibsen
Decía Lin Yuang que el humor es parte de la vida y en consecuencia no debe ser excluido, ni aun de la literatura seria. Lin Yuang era muy sabio y yo quería comprobar hasta las últimas consecuencias sus iluminadas palabras. Y eso hice. Miré a Abdul fijamente, y le dije:
-Ahora cuéntame todo lo que sabes.
-Verás, no te lo vas a creer Tony Pashá. Hace unos días la señora Fulgencia Eleonor de Bordecillas, la misma que te contrató para averiguar el paradero de su marido el doctor Alejandro José Hernán Cortés de Villanueva, se presentó en casa de Lola y le pidió que investigara un suceso muy extraño relacionado con una momia.
-¿Una momia?
-Sí, una momia egipcia. Una de esas momias egipcias que fueron momificadas hace miles de años. Ese tipo de momia. Según le dijo la tenía guardada en una habitación junto con otros objetos egipcios. Ah, y una vasija llena de arena.
-¿Arena?
-Sí, allí hay mucha arena.
-Allí… ¿dónde?
-En el Sahara. El desierto, ya sabes.
-¿Solo arena?
-Sí, solo arena. El caso es que una noche la momia...Amenhopep…
-¿No será Amenhotep?
-Sí, eso, Amenhotep. Un tipo de la dinastía XIV o algo así. Eso es lo que dijo la señora Fulgencia.
-Vale, vale… ¿Y qué pasó aquella noche?
-Se rió.
-¿Perdón?
-Se rió.
-¿Se rió?
-Así es....que el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, me deje mudo si miento.
¿Quién se rió?
-La momia…Amenhotep.
-¿Y cómo se rió?
-Espera la voy a imitar. Mira se rió así: jajajaja. No, realmente no es así...es más aguda que esa, es más parecida a esta....jejejejeje
-Veo. ¿Y cuando se ríe?
-Prácticamente en todo momento.
-¿La has visto reírse?
-¿Yo? ¡Por Alá y el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él! No, yo no la he visto reírse. La cuestión es que la señora Fulgencia parecía muy preocupada y pidió a Lola que investigara el suceso.
-¿Y por qué no quema la momia, o la tira al rio?
-Oh, sé que suena tonto pero según ella hay una inscripción en el sarcófago. Algo como...”Quien destruye mi sueño se destruye a sí mismo”. La señora Fulgencia lo tradujo.
-¿No me vas a decir Abdul que la señora Fulgencia Eleonor de Bordecillas cree en esas tonterías egipcias, y todo eso?
-Bueno, no, realmente no creo, pero…
-Es igual, parece interesante....una momia que ríe. Sabes qué, Abdul, vamos a ir a inspeccionar esta momia. Creo que la señora Fulgencia Eleonor de Bordecillas tiene algo que esconder. Por un lado me contrata para averiguar el paradero de su marido y al mismo tiempo contrata los servicios de Lola porque tiene una momia en su casa que suele reírse sola. Mientras me despido de Methe, Chuppa, Tokha y Meneha, avisa a Lola y dile que regresamos; que nos reuniremos en casa de la señora Fulgencia Eleonor de Bordecillas.
-No sé si es buena idea, Lola está muy enfadada contigo Tony Pashá.
-No. Nada de eso. Solo está un poco furiosa conmigo por haber arruinado su vida.
Al día siguiente, y después de haber limado asperezas con Lola (Sí, no voy a negar que Lola consideró la posibilidad de echarme de allí, pero lo pude solventar…la prueba es que estamos juntos aquí, ¿no?) estábamos en casa de la señora Fulgencia Eleonor de Bordecillas. Vivía en una mansión de estilo barroco. Era de dos plantas, con una galería baja con arcos de medio punto sobre columnas toscanas, en tanto que la galería alta era adintelada, también sobre columnas toscanas más pequeñas y con una base exagerada. Un techo de tejas de pizarra cubría toda la estructura. El parecido con la casa de Drácula, en los Cárpatos, era evidente.
Llamé al timbre, y la misma señora Fulgencia Eleonor abrió la puerta. Tenía un vaso de Sherry en la mano e iba vestida para la cena. Su vestido azul pálido era casi tan viejo como la momia que veníamos a ver, pero lo llevaba con una elegancia que sus sesenta y cinco años de edad no habían podido disminuir. Me miró, y con sorprendente serenidad me dijo:
- Muy puntual. Buena señal. Admiro a los hombres que conocen el valor de la puntualidad. Entren-dijo, apartándose.
Lola le explicó el motivo de nuestra visita y seguidamente nos dirigimos a la habitación donde se suponía se encontraba la momia de risa fácil.
El sarcófago estaba cerca de una gran chimenea de estilo victoriano.
-Esta es-dijo la señora Fulgencia señalando la momia...Amenhotep.
-No parece que tuviese mucho de qué reírse -dijo Lola con su habitual desparpajo-.
- Ya verán cuando la oigan...aterrador, muy aterrador –dijo la señora Fulgencia-.
-Veo que es de la dinastía XIV. Es un sarcófago muy fino-añadí acariciando la tapa-. Debo decir que el esculpido funerario… de la dinastía XIV, es de lo más hermoso...nunca visto...Ah, si…Amenhotep -dije yo al ver el nombre inscrito en la parte superior....un sacerdote guerrero. Y aquí está la maldición, si, “quien destruye mi sueño se destruye el mismo.”
-¿Gran cosa, no? Dijo Lola sonriendo con sequedad-.
-¡Auch!! -grité al notar un pinchazo en mi mano mientras acariciaba el sarcófago. Filoso como un aguijón, parece que me picó.
-Debe ser una astilla-dijo la señora Fulgencia-.
-Seguramente-contesté-. Cuando empezó la momia a reírse, Señora Fulgencia? ¿Tan pronto como la recibió?
-No. Al principio se comportaba bien. Callada como un cordero, empezó hace como una semana.
-Ya veo. Me gustan estos otros trofeos egipcios que veo en…
Sí-interrumpió ella-, todos son muy bellos. Yo la llamo la habitación egipcia.
En ese momento se oyó una risa fantasmal.
-Vaya, se oye reír a la momia. Ayúdame a levantar la tapa, Abdul, por favor. Con cuidado.
-Abrimos el sarcófago y allí estaba Amenhotep, más tieso que la mojama. Tieso y muy serio. No había ninguna mueca ni señal de sonrisa alguna. Lo miré detenidamente, toqué sus vendas, y Lola me preguntó con su fino sentido del humor:
-Pobrecito. Me pregunto qué le habrá ocurrido ¿Crees que sería un accidente de coche?
Sonreí con malicia.
-Es más probable que alguien se enfadara con él y lo tirara escaleras abajo -dije yo-.
Luego miré a Abdul, y añadí en tono autoritario:
-Vamos al tejado.
-¿Al tejado?-preguntó sorprendido-.
-Sí, al tejado. Las alturas me sientan bien, vamos.
-Ya sabía yo que había sido una locura permitirle venir aquí. La única explicación que se me ocurre es que las pastillas que me han dado en la farmacia han entorpecido de algún modo mi raciocinio-murmuró Lola entre dientes-.
Mientras subíamos a lo alto de la casa mediante una escalera, Abdul me dijo:
-De todas las cosa tontas que he hecho por ti, Tony Pashá, esta es la peor. ¿Qué esperas encontrar aquí arriba?
-Algo que descubrí hace un momento, Abdul. Aunque no lo creas yo también tengo mis dudas en ciertas ocasiones. Pero pronto lo sabremos.
-¿Saber qué?
-A menos que esté equivocado, éste es el responsable de la risa.-dije, señalando a la veleta en forma de tritón en la cúspide de la chimenea.
-Pero si es solo una veleta que indica la dirección del viento según la rosa de los vientos, Tony Pashá.
Justo al acabar sus palabras, una ráfaga de viento sopló e hizo girar la veleta, y Abdul exclamó:
-¡Pero si, está riendo!
-Efectivamente -dije yo-. Cuando el viento está en cierta dirección la veleta actúa como un silbato. Y el sonido resultante es transmitido a la habitación de abajo a través de la chimenea.
-Pero eso es fantástico, ¿como te has dado cuenta, Tony Pashá?
-Bueno, cuando uno trata con lo oculto, Abdul, es mejor recordar que el fenómeno natural es lo primero que se debe tener en cuenta. Ayúdame con esto ¿quieres?-dije al sacar la veleta de su soporte-.
- Sí, claro. Ten cuidado cuando bajes Tony Pashá…no vayas a caerte...
-Sí, claro… puedes tenerme esto…por favor, .Abdul, agárrame mientras…
Me giré, y no vi a nadie, estaba solo sobre el tejado de la casa.
...¿dónde estás?... ¿Abdul? …Abdul!...Abdul!
-Aquí abajo, Tony Pashá…Yo...me caí del tejado…maldito sea la momia…menos mal que el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, me ha salvado haciéndome aterrizar en ese bellísimo parterre hecho con flores, plantas y arbustos perennes.
Después de recogerlo del suelo volvimos a la habitación egipcia.
-¿Señora Fulgencia Eleonor, cuánto tiempo hace que colocó esta veleta en la cúspide de la chimenea?-pregunté-.
Ella parpadeó.
-OH… debe hacer una semana.
La miré con decisión.
-Ya veo, y también debe hacer una semana que la momia empezó a reírse, ¿no?
-Sí, es así. ¿Cómo lo sabe?
-Bueno, ahora ya dejará de reír. La culpa era del viento, y de la veleta. Ella enviaba el sonido a través de la chimenea, y causaba el sonido que parecía una risa.
-Bueno, bueno...cielo santo. Ha sido muy inteligente de tu parte. ¿Lo descubriste tú solo? -preguntó Lola-.
-Eh, que yo también estaba en el tejado, señorita Lola-gritó Abdul-.
-Ah, sí es verdad, creo que los dos sois terriblemente inteligentes. La simplicidad de la explicación escapó a mi primera investigación, pero yo sabía por supuesto que había una explicación.
-Sí, claro-dije yo-.
-Bueno, misterio resuelto ¿No es así, Tony Pashá?
-Si Abdul, resuelto. Pero aún hay un misterio más profundo.
¿Qué quieres decir?-preguntó Lola-.
La miré y sonreí.
-Verás Lola, he podido observar el sarcófago… de la dinastía XIV. Pero la misma momia es de un periodo mucho mas reciente.
A Lola no le gustó mi sonrisa de superioridad. La puso nerviosa y eso la irritó.
¿Y?…Ya está el listo que lo sabe todo…quizás tenían guardado un sarcófago antiguo cuando Amenhotep murió, y lo aprovecharon, ¿no?
-Si posiblemente, posiblemente. Pero tuvo que estar guardado por un tiempo muy largo. La momia es de un periodo considerablemente posterior.
-¿En serio? ¿Qué diferencia de años estimas tú, Ton?
La miré pensativo.
-Bueno, yo diría...ejem...más de 4000 años.
Lola, sorprendida exclamó:
-¡Ah, sí! ¡Pero es imposible! ¿Y como has podido determinar eso, Ton?
-Bueno, el sarcófago obviamente es auténtico, pero los elementos funerarios de la misma momia son comparativamente más modernos que los tejidos egipcios de la época...¿ verdad señora Filgencia Eleonor?-pregunté, fijando mi mirada en sus ojos-.
-Esperaba que la discrepancia no se notara -dijo ella-.
-Si no hubiese sido por la coincidencia del tejido del velo...nunca me hubiese puesto a mirar a la momia tan de cerca -contesté-.
-¿Qué es lo que propone que haga?-Me preguntó muy seria y preocupada-.
-Señora, me temo que no tengo alternativa.
-Ton... ¿de qué está hablando?-preguntó Lola-. No entiendo nada-añadió-.
-Lamento decir que la señora Fulgencia está envuelta en un asesinato.
-Ton, tu voz suena terrible. ¿Asesinato? ¿Quien fue asesinado?
-Su esposo, el Doctor Alejandro José Hernán Cortés de Villanueva.
-Pero ¿como lo sabes? ¿Dónde está el cuerpo?
-Aquí,-contesté señalando el sarcófago- en los restos momificados.
-Oh no,...no puede ser-dijo Lola-.
-Tiene razón, éste es mi esposo-repuso la señora Fulgencia con ojos llorosos—. -..Y sí, lo maté. Suena extraño, ¿no es así? Alejandro y yo éramos dos almas gemelas.-añadió, secándose los ojos-. Dedicamos nuestra vida a la ciencia. El último año descubrimos, por casualidad, en “la tierra de Gosén”, la tumba de Amenhotep. Una tumba que nunca fue tocada, de cerca de 4000 años de antigüedad. Alejandro estaba decidido, quería abrir el sarcófago de la momia. Pero estaba equivocado, la maldición así lo decía. No debía abrirse. Peleamos, lo agarré, traté de impedírselo pero se soltó de mi, corrió hacia el sarcófago, lo abrió...y luego...
-¿Y luego señora Fulgencia Eleonor?-pregunté clavando mi mirada en sus ojos color cobalto-.
-Y luego se tropezó...y cayó muerto.
-¿Pudo abrir el sarcófago?
-Sí. lo abrió. Y murió por mi culpa. No había testigos para contar lo que había sucedido. Pero en la lucha que mantuve con mi esposo se hizo magulladuras. Sabía lo que la policía iba a creer.
-Entiendo. Y entonces usted quito la momia de Amenhotep, y la sustituyó por el cuerpo de su marido...
-Era la única manera para poder sacar el cuerpo fuera del país. No quise matar a mi marido, ¿sabe usted? Fue su corazón, siempre tuvo un corazón débil.
-Usted dijo que se tambaleó... ¿Qué es lo que hizo mientras se tambaleaba?
-Se agarró la garganta, como si se estuviese ahogando.
-Abdul, ¿me podrías hacer el favor de levantar la tapa del sarcófago?
-Si, por supuesto, Tony Pashá.
Se acercó al sarcófago, pasó la mano sobre la tapa para asirla, y gritó: ¡Auch!-mientras se llevaba el dedo índice a su boca-. Una astilla…me he pinchado con una astilla…
-Si Abdul... ¡auch!, como dije yo, y antes de eso el doctor Alejandro José Hernán Cortés de Villanueva también lo dijo.
-Lola, ¿podrías mirar de cerca lo que Abdul llamó una astilla?
Ella se acercó al sarcófago, lo inspeccionó, y...
-Es una aguja hueca -dijo ella-. Le atravesaría la piel a cualquiera que la toque.
-Pero… no lo entiendo…-añadió la señora Fulgencia-.
-La maldición de Amenhotep, y una aguja hueca conteniendo el veneno de una áspid-dije mirándola-. El mismo veneno de víbora que mató a Cleopatra y mató a su marido .Los síntomas del veneno de áspid son sofocación...instintivamente a la víctima se le cierra la garganta.
-¿Entonces no murió por la pelea?
-No. Fue un accidente. Restos del veneno todavía podrán encontrarse en el cuerpo aún después de su momificación.
-Oh, gracias, gracias-dijo la señora Fulgencia agradecida.
-Tony Pashá, pregunto, ¿no crees que pueda quedar restos de ese veneno en la aguja?…porque, si es así…
-Los próximos minutos determinaran eso, Abdul-le dije sonriendo-.
-¿Quéeee? Tony Pashá ¿olvidas que me he pinchado con esa aguja y puedo morir?
-No lo olvido ¿Cual es el problema? Por cierto, pareces enfermo.
-Es el veneno no puedo respirar, Tony Pashá…
-No, no, relájate Abdul, si hubiese quedado veneno en esa aguja yo mismo ya estaría muerto. Afortunadamente la maldición solo hace efecto una vez.
-Aaaah, jaja ¡qué ridículo!...pero Tony Pashá, no me siento muy bien, todavía me falta el aire.
-Tranquilo, posiblemente sea una gripe que pescaste en el tejado de la casa. En fin, todo resuelto. Como diría el sabio: Dios en el cielo, y todo bien en el mundo.
-No necesitabas evocar el nombre de dios para alardear, Ton-dijo Lola, visiblemente resentida por mi éxito clamoroso-.
-No lo hacía, solo lo mencionaba como lo hizo en su época un novelista. Creo que Shakespeare.
-Tennison, querido. Lo dijo Tennison -replicó ella-.
-OH, ¿en serio?
Y así terminó esta historia, con una pregunta corta e irónica.
Decía Chandler que cuando más dura la ironía, menos enérgico tendrá que ser el modo en que la digas. En fin, todo se resolvió con audacia y osadía. Sí, la audacia es todo, es lo único indispensable; pero una audacia serena, decorosa, correcta, como envuelta en el suave terciopelo de la ironía y el humor. ¡He ahí lo que yo soy y lo que quiero ser!