- Abdul…Abdul Bagud del oasis de Baghera Yijad…-gruñí
nuevamente -.
Le agarré del amuleto
que colgaba de su cuello. Y le dije:
- O me dices toda la verdad de tu presencia
aquí, o te arranco tu amuleto y lo tiro a la hoguera.
- No Tony Pashá, a la hoguera no, y por favor
no pongas esta cara que me asustas.
Debo decir, porque es relevante para la compresnsión del
relato, que lo que contenía el amuleto
que colgaba del cuello de Abdul, era la más preciada de sus posesiones. Para que me entiendan: era similar al
contenido de la caja de madera del Club
de la Peluca custodiado en el Museo de la Universidad de Saint Andrews. ¿Cómo,
que no saben de qué hablo? Pues les diré que esa caja de madera del Club de la
Peluca es venerada por todos sus miembros por contener el vello púbico de las
amantes de Carlos II de Inglaterra. Y el amuleto de Abdul también contenía el
vello púbico de sus seis mujeres.
- Te lo advierto
hay un monstruo dentro de mi y mas vale que no lo despiertes. ¿Qué haces aquí?
¿Por qué estás aquí? ¿Y quién te ha enviado aquí? -dije muy serio-.
- Verás, ha sido todo muy extraño, no te lo vas
a creer, Tony Pashá….
- ¿No me digas que aún estás con esa maldita
disritmia circadiana o síndrome de los husos horarios y conmocionados por ver
que las azafatas del avión que te ha traído a la Patagonia no llevaban velo?
- Jajaja, siempre
tan bromista, Tony Pashá. Por cierto, ¿Qué es la disritmia circadiana?
- Es lo que
conocemos como Jet lag.
- No Tony Pashá, no es eso. ¿Sabes que no he
muerto de sed y de frio porque el
profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, me ha guiado hasta esta cueva donde estas
bellas señoritas me han cuidado y reanimado con infusiones de té chino?
- Con Infusiones
de té chino…y masajes con aceites de
Lavanda y Eucalipto que muy gustosamente mis hermanas Tokha, Meneha y
Chuppa te realizaron -dijo Methe con una
pícara sonrisa-.
- Ejem…ejem…Bueno-balbuceó Abdul-, es que…verás…yo…
- Ah, y yo le di
un masaje japonés con aceite de Bergamota –añadió ella, sonriendo todavía más,
si cabe- porque Abdul me insistió que en su país la Bergamota era muy apreciada
por sus innumerables propiedades
terapéuticas.
- Ejem...Bueno qué te parece Tony Pashá si te
cuento como he llegado hasta aquí, ¿eh?… ¿Tienes un momento ahora, no?
-Preguntó Abdul desviando la conversación de manera alevosa-.
- Vamos a ver que
piense-dije yo-. Los lunes los dejo para la resaca, el martes toca corte de
pelo, manicura, pedicura…cosas de hombre ya sabes… el miércoles me reúno con mi
médico para hablar de mi colonoscopia, el jueves como también sabes voy a ver a
mi gestor para tratar de mi plan de pensiones, y los viernes… Coño, ¿qué tengo
los viernes? Ah, sí, me los reservo para
escuchar a los sinvergüenzas como tú.
- ¡A qué es
genial, Tony Pashá! ¡Hoy es viernes!
Le agarré de la chilaba para soltarle un guantazo cuando un
perfume extraño me llamó la atención.
- Oye, por cierto, ¿y ese aroma frutal de tu
cabeza?
- Es el
acondicionador de coco, evita que mi
pelo rizado se encrespe con la humedad de la cueva.
Sonreí por no llorar.
- Me alegro saber
que el té chino no te ha hecho perder la coquetería, Abdul.
- ¡Oh, Tony
Pashá, creo que los hombres deben
cuidarse y ser autosuficientes!
- En eso estoy de acuerdo contigo. Yo con
Ginebra, la tele y una hermosa asistente
sobreviviría hasta en una cueva como esta….con internet, claro.
- Jajaja, siempre
tan divertido Tony Pashá.
- Sí, y ahora
quiero preguntarte algo, Abdul…
No me dejó terminar la frase y dijo rapidamente tapándose la
cara, por si le soltaba un manotazo:
- De acuerdo, me
ha enviado Lola.
- Me cagoen...Lo
sabía…lo sabía. Solo podía ser ella. Es la única que sabe como cabrearme.
Levantó la barbilla con dignidad y me dijo:
-Yo te lo
explicaré todo, Tony Pashá…el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con
él, es testigo que ella me obligó a venir aquí.
- Está bien,
Abdul, de eso hablaremos luego, ahora hay una cosa que me preocupa todavía más.
Vamos a ver, Methe -dije volviendo la mirada hacia ella que estaba sentada
cerca de sus hermanas-.
- Dime Ton
-contestó sonriente-.
La miré sorprendida.
- ¿Como sabes que
me llamo Ton? Eso solo lo saben mis amigos.
- Yo soy tu amiga.
También sé que eres investigador privado, aventurero, busca tesoros. Te
gusta el gin-tonic con tres cubitos de
agua de manantial, eres soltero y tienes en tu mesita de noche una edición
ilustrada, firmada por Daisetsu Teitaro Suzuki,
del kamasutra, y...
Vi como sus hermanas me miraban mientras cuchicheaban entre
ellas, riendo disimuladamente.
- Vale, vale…no
sigas…
- Y de eso quería
hablarte; cuando un hombre llega a tu edad y no se ha casado suele ser por dos
razones: que es un golfo o es gay.
- Muy
interesante…
- Tú no eres
marica, eso está claro-añadió ella-.
- Gracias.
Tampoco soy un golfo-repliqué yo-. Hay una tercera posibilidad que has
olvidado.
- ¿Una tercera
posibilidad? ¿Cual es?
- Que a veces un
hombre tarda en encontrar su alma gemela, y cuando la encuentra, resulta que
esa alma gemela no se entera de la película.
- ¿Alma gemela?
- Sí. Oye, Methe, volviendo a lo importante, si sabes quien soy
sabrás porque estoy aquí, ¿verdad?
- Efectivamente,
has venido en busca del profesor Alejandro Alberto José Hernán Cortés de
Villanueva.
- Así es. Y dime Methe, ¿por qué no me explicas
qué haces aquí junto a tus hermanas, en esta cueva perdida en el fin del mundo?
- Es una historia muy larga, Ton.
- Muy bien, hoy
va a ser un día entretenido, empecemos
entonces por tu historia, luego Abdul me contará la suya, ¿verdad Abdul?
- Claro Tony
Pashá -contestó él agarrando fuertemente su amuleto con su mano-.
Methe se acercó a mí y, sin más, me cogió la mano y me sentó
a su lado.
- Está bien
-repuso ella, cruzando las piernas-, seré franca y te diré que mi padre no es
Sobáh Meláh, miembro de la tribu de los tehuelches, sino el profesor Alejandro
Alberto José Hernán Cortés de Villanueva. Él es mi auténtico padre y él me
trajo aquí para salvarme.
La miré pensativo y sorprendido.
- ¿Es eso cierto?
- Sí. Hace un año, una incontenible epidemia se
apoderó del pueblo dónde vivía junto a mi familia adoptiva. Murieron casi todos
atacados por la fiebre Kirchno-peroniana, los efectos son como los de la peste
bubónica, ¿sabes? Fue todo muy rápido,
como en Constantinopla, en aquel fatídico verano de 1334. Atravesó las calles,
las alcantarillas; las ratas chillaban también en la noche mientras morían, y
finalmente dejó el pueblo en un carro de bueyes, para seguir matando a media Patagonia. Para
combatir la enfermedad el profesor Alberto Alejandro José Hernán Cortés de
Villanueva, mi padre, necesitaba grandes cantidades de Ritalina el único
antídoto conocido para la fiebre. Su
especialidad es la paleontología, no era experto en antitoxinas, pero había
detectado suficiente Ritalina pura en la cueva de las Manos. Así fue como
venimos aquí, buscando retirarnos del rastro de muerte sembrado por esa
terrible enfermedad.
La miraba, y a pesar de tanto aturdimiento por lo
desconcertante de la situación y de la historia, sentía que mi cuerpo respondía
ante su roce, y me pregunté cómo era posible que la naturaleza permitiera que
un hombre pudiera sentir desconcierto y deseo al mismo tiempo.
- ¿Y como es que
el profesor Cortés de Villanueva tuvo una hija, fuera del matrimonio, y en
medio de la Patagonia argentina?
- Él llegó a la
Patagonia a finales de los años 80
huyendo de los infiernos personales, necesidades interiores…huía de la bestia del instinto.
La miré a los ojos.
- No
comprendo ¿Puedes ser más explícita?
- Estando en España, tuvo una desafortunada
aventura amorosa con una estudiante de la Universidad de Salamanca dónde él
impartía clases, y eso provocó un gran
terremoto en el mundo académico y científico de la época. Dicen que todo fue una encerrona maquinada
por uno de sus colaboradores para desacreditarle ante el comité que le había
propuesto para el premio internacional Fabio Frassetto.
Methe se dio cuenta de que la miraba muy interesado y se
apresuró a seguir con su historia.
- Como los seres
humanos, así son las cosas. Ser humano es ser complejo, es también buscar el
mal de los demás, no se puede evitar un poco de fealdad del interior. Entonces
buscó refugio espiritual y paz interior, aquí, en la Patagonia, y fue también
aquí que se casó con Fulgencia Eleonor de Bordecillas, la rica heredera del magnate de los
yacimientos mesotermales de oro de la región de Neuquén, Fulgencio Andrés de
Bordecillas.
- Comprendo se
enamoró y se casó-dije yo-.
- No, no comprendes nada -contrarrestó ella con
un suspiro-. Se casó con Fulgencia Eleonor, pero no la quería.
- Ah, ¿no la
quería?
-No, mi padre no la
quería, y a las pocas semanas de casarse conoció a mi madre de quien se enamoró
perdidamente.
Lancé un silbido.
- ¿Quieres decir
que se casó con Fulgencia Eleonor sin quererla, y que luego tuvo una historia
de amor con tu madre, y que de esa historia naciste tú?
Ella frunció el ceño.
-Eso es. Veo que
has recuperado tu proverbial perspicacia. Sabes, Ton, cuando un hombre de la
edad del profesor Cortés de Villanueva se enamora perdidamente de una mujer,
él ya era mayor entonces, descubre de repente la soledad de su vida.
Antes de conocer a mi madre su corazón solo palpitaba ante los huesos y fósiles
de dinosaurios de nombre impronunciable,
solo podía hablar de ellos, el intelecto lo era todo para él, cultivarlo
era lo primero, luego al conocerla, no
veía nada mas que a mi madre.
- Interesante. Ahora háblame un poco de ti.
Ella suspiró.
- Yo como mi padre -vaciló ella-, también soy una enamorada de la ciencia,
sobre todo de la física.
Sonreí brevemente
mientras la miraba de arriba a abajo.
- ¿Ah, sí? Pues
he de admitir que no te pareces en nada a una rata de biblioteca.
- Sabes, a veces sueño con encontrar un hombre
que me quiera y poder hablar de física subdimensional con él, tratar de la densidad de campo y de su
relación con los fenómenos de la gravedad.
- ¿De verdad? Me encanta ese tema, ¿verdad
Abdul? Es uno de mis preferidos -dije yo con rapidez-.
Abdul tosió discretamente.
- ¡No te burles! –replicó ella sonriendo con
malicia-.
- En serio, me encanta el tema. ¿Y qué más te
interesa a demás de los fenómenos de la gravedad? ¿La totalidad del universo, todo el saber?
Vi como sus hermanas me miraban divertidas. Estaba claro que
nadie me creía.
- ¡Casi todo,
menos la traición del intelecto! Soy
consciente de que el intelecto no lo es todo, pero cultivarlo es lo
primero, o el individuo comete errores, pierde el tiempo en ocupaciones
improductivas y cae finalmente en manos de la codicia. Existen muchos, aunque
no lo creas, que se sienten como yo,
digamos incomodos con todo lo que se ha creado. Es casi una rebelión biológica,
un profundo rechazo hacia la comunidad planificada, programada esterilizada y
artificialmente equilibrada. Mantener la
armonía es más importante que el dinero. Los que nos sentimos así anhelamos una
nueva vida.
Asentí comprensivo.
- Todos la
anhelamos, Methe, pero sin tener que
vivir en las cavernas.
- Supongo que eso
es cierto –murmuró ella-.
- Y dime, Methe:
¿No te sientes sola aquí?
Ella me miró sorprendida y sonrió.
- No sé... en
este lugar he vuelto la espalda a la confusión, pero ¿Qué es para ti la soledad?
Me la quedé mirando fijamente, gratamente sorprendido
de descubrir que empezaba a sentirme a
gusto hablando con ella... y no era solo por sus tetas. Sus palabras de alguna
manera me resultaban familiares, y
recordé que a su edad yo disfrutaba de los errores sin perjuicios y que también me consideraba como alienígena
en mi propio mundo. Entonces contesté:
- Es ser una
flor muriendo en el desierto.
(Continuará...)