26 enero 2013

Fracasar no es vergonzoso, lo vergonzoso es tener un amigo como Josep.


El viernes de la semana pasada me ocurrió una cosa muy curiosa. Era otra vez viernes, un viernes lluvioso y triste como un inmenso sudario húmedo que envolviera la tierra. Estaba en casa, tranquilo, demasiado tranquilo. El exceso de lectura amenazaba con convertirme en un zoquete sin sentido del humor, cuando sonó el timbre de la puerta. Observé a través del portero automático del vestíbulo y percibí un sabor ingrato en la boca. Era mi amigo Josep (ya saben…el que se folló a la segunda mejor amiga de su ya ex mujer y…bla bla bla). Mi amigo Josep por si lo han olvidado es esa persona mediocre, muy mediocre;  amamantado con  leche de hormiga durante toda su infancia; promocionado sin esfuerzo, simplemente por ser "hijo de", y que se cree más listo que el hambre cuando en realidad padece parálisis cerebral. Josep es…como lo diría yo…es como Empédocles el filósofo agrigentino.  Empédocles quería llegar muy alto, eso lo sabemos todos, y cuando se proponía hacer una cosa quería hacerla bien; no se contentaba con ser rey en su ciudad: quería ser Dios. Unos le consideraron como un semidiós; otros, como un charlatán. Josep era lo segundo. Bueno, resumiendo, que si Tolkien levantara la cabeza, y tuviese la imperiosidad de escribir algo, no necesitaría ni situaciones favorables, ni condiciones precisas para la creación artística, ni medios, ni ayuda…solo con ver a Josep podría escribir 3 libros más y continuar la saga del Señor de los anillos. Sí queridos amigos, las más pequeñas cosas pueden ser motivo para que se escriba largamente sobre ellas. ¿Quien no sabe, por ejemplo,  que Nicholas Bourbaki, en la enciclopedia titulada Elementos de matemática dedicó 200 páginas a toda una serie de cuestiones relativas al primero de los números, el 1…ese sencillo número,  tan sencillo que hasta los niños más pequeños pueden comprenderlo sin dificultad?
En fin, la prueba de que no es normal no es una sola,  son muchas, y para muestra pasaré a relatar la historia de ese fatídico viernes negro. Abrí la puerta, no podía hacer otra cosa.

-Hey Ton, ¿te apetece ir de copas  hoy?

-No puedo, voy a pasar una velada romántica con una amiga bajo la luz de las estrellas,  Michael Buble y tres finalistas del concurso de Miss Universo. ..Oye, ¿por qué no vas con otro amigo?

Si creí que iba a enfadarse, me equivoqué de medio a medio. Sonrió entre dientes, se metió en el salón  y se retrepó en el sillón, recostando la cabeza en sus manos entrelazadas.

-No tengo otro amigo…y lo sabes.

-Ya, y porqué no te llevas…como las llamas… ¿Novietas?

Meneó la cabeza enérgicamente.

-NO,  me tocaría pagar a mí, y estamos casi a final de mes.

-¡Como no he pensado en eso! Y dime, ya que hablamos de eso, ¿no has pensado que tal vez te iría mejor si salieras con mujeres que usaran la cabeza para algo más que  descansar los hombros y sus tobillos?

-¿Qué quieres decir?

-¡Muy sutil! Quería decir que quizás  sería más divertido si quedaras con mujeres cuya personalidad esté ya formada  y que tengan la edad apropiada. Suelen salir más baratas.

-Define edad apropiada…

-40.

Titubeó un segundo.

-¿Te has vuelto loco?

Saqué la cajetilla de Marlboro para encender un cigarrillo, cogí uno para mí y lo encendí.

-Me asombra tu estupidez -le dije. Oh, por cierto,  ¿sabes qué? Le he hablado a Marisa de ti.

Frunció los labios, pensativo, y tras unos segundos me dijo:

-¿Marisa?

-Sí, Marisa, una amiga del trabajo. Da igual... Ell caso es que tiene una amiga que vuelve a estar libre y le sugerí…

-¿Una cita a ciegaaaas? -interrumpió gritando-. Ni hablar, Josep no acepta una cita a ciegas.

-¿Ah no?

-No, no las acepta.

-Ya… ¿se lo preguntamos a él?

-Ni te molestes, sé lo que dirá.

-De acuerdo, y… ¿tiene  Josep que hablar en tercera persona?

-Oye, no tengo que mendigar una cita, me basto yo solo…

En momentos como éstos no se piensa. Todo sale rodado.

-Sí, claro… pero te recuerdo que ayer  te andabas quejando de que con las que sales  te aburres, no follas,  te salen caras… y…la amiga de Marisa es guapa desenvuelta inteligente…podrás charlar, compartir cosas, reírte con ella…

-¿Qué edad tiene?

-Creo que unos 40 y tantos…

-Mira, Ton, charlar, compartir cosas,  reírse,  está bien pero…y sus orejas… como las tiene, eh?

-¿Sus orejas?

-Sí, sus orejas… ¿no las has visto?

Fruncí la frente, desconcertado.

-Pues la verdad es que no me he fijado…creo que llevaba unos grandes pendientes el día que la conocí.

-Claro, las viejas siempre llevan esos pendientes grandes, así disimulan sus orejas. Joder, Ton, ya sabes que a mí los lóbulos me gustan pequeños y prietos. No soporto esos lóbulos que parecen galletas.

Forcejeé conmigo mismo para conseguir que mis labios se movieran, pero todas las palabras insultantes que estuve pensando se atascaron en mi garganta….y solo pude decir:

-Y dale con las orejas.

-No son solo las orejas…es que las cuarentonas tienen mucho equipaje.

Le dediqué la mejor de mis sonrisas. Con todos mis dientes. Los ojos tampoco quedaron inactivos.

-Claro, y tú solo una muda.

-Hummm…piénsalo bien, Ton,  imagina que la conozco nos gustamos  nos casamos y formamos una familia…

Mi sonrisa se hizo más ancha.

-No me lo imagino, pero sigue…

-Verás, los dos tenemos 40 y pico, dentro de 20 tendré 60 y pico… ¿y sabes cuantos tendrá ella?

-¿60 y pico?

-¡Pues ahí lo tienes!

-Vamos Josep… tranquilo…Esto es increíble, pareces nerviosos.

Observé la expresión de su rostro para averiguar lo que trataba de disimular. Empezó a examinarse los dedos, y mondó sus uñas distraídamente.

-Pues claro que lo estoy. De qué voy a hablar con ella. No salgo con una cuarentona desde el instituto.

-Sabes Josep, eso es lo bueno de quedar con alguien de tu edad… siempre hay algo de qué hablar porque ella ha pasado por lo mismo que tú.

-Venga, eso no hay quien se lo crea,  Ton.

-Vale, tienes razón…pero que sepas que es fascinante. Es abogada y enseña derecho en la Universidad.

-¡Joder  tío! ¿Y me lo dices ahora?

-¿Porqué, qué pasa?

-¿Como que qué pasa? ¡Que cuanto más listas son, más difícil es follar con ellas!

Volví la cabeza y contemplé la lluvia a través de la ventana.

-Tienes razón,  igual esto no es una buena idea.

-Pues claro que no lo es....

Lo miré,  revolví la cajetilla de “Marlboro” entre mis dedos y dije:

-No, no, no, escúchame,  tú relájate  y…no sé…sé tú mismo. Y con eso me refiero a que finjas ser otro.

-Vale...Oye, por cierto, -¿Te gusta mi nueva indumentaria?-me preguntó él-.

-Bueno, ya que hemos abierto la caja de los truenos te diré que los cuadros y los rombos te sientan divinamente….pero, ¿y si te quitas ese jersey a lo Evo Morales, para salir esta noche?

¿Por qué, no te gusta?

Lo miré, y rápidamente mi mente calculó cuánto me costaría un traje negro decente para enterrarlo con él. Y valía la pena hacer ese gasto, ya lo creo. Pero pensé que mejor no decirle nada, y contesté:

-Porque ella  es abogada  y profesora en la universidad y es evidente que estamos en Barcelona, y no en los Andes bolivianos.

-Vale, me cambiaré…

-Y… Josep…

-Sí.

-Ya que estamos… ¿Que tal unos pantalones normales?

Me miró unos instantes y me dijo:

-¿Normales?

-Sí, normales…sin estampados ni rayas.

-Vale…pero tendrás que prestarme uno de los tuyos.

Di las últimas chupadas al cigarrillo y dejé caer la colilla en una lata vacía.

-Como no.


Henry Ward Beecher decía que “Nuestros mejores éxitos vienen a menudo después de nuestras mayores decepciones.” A mi, visto lo visto,  y conociendo a Josep, solo me quedaba la esperanza de que Henry Ward Beecheter no estuviera equivocado, o borracho, cuando escribió esto.

(Continuará…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario