Bajo la protectora oscuridad de los sueños evocada por Michael Connelly en su novela, el aroma a café de Colombia del amigo Juan Valdez impregnando el ambiente y la evocadora música diegética e incidental de la saga del agente 007, he procurado aprovechar esta tarde de domingo de final de verano para escribirte esta misiva electrónica.
No te lo vas a creer, cariño, pero no ha sido fácil para mí. Mi primer pensamiento fue escribir sobre la Magnolia grandiflora, del modo en que aparecen en primavera, de su estructura compleja cuyo plan organizacional está conservado en casi todas las angiospermas, con la notable excepción de Lacandonia schismatica. Después decidí hablar del Slow Loris, un animalito muy raro, más conocido para los latinos como Lori Perezoso. En fin, ya me conoces, quería hablar de lo que me gusta de verdad. Pero como no acababa de decidirme opté finalmente por dar un paseo por la playa, para buscar mis musas, esas que nunca me abandonan, esas que me susurran al oído ideas, esas que me inspiran, y créeme que fue una buena idea ya que después de tanto tiempo sin pisarla había olvidado esa sensación de libertad. En la orilla, bailando al son de las olas, descubrí un preservativo flotando, a veces se quedaba en la arena pero a cada ola parecía querer navegar. Entonces pensé que podía escribir sobre ese preservativo, sobre las migraciones de los preservativos o de los motivos que pudo tener su dueño para arrojarlo al mar. Pensé que sería un buen principio para una historia. Pero no..."Ella se merece una historia mejor"- pensé para mí - y volví a casa para releer tu última carta.
No sé si sigues en Egipto, en Sharm el-Sheik tal como me aseguraste en aquel correo del viernes pasado, si mal no recuerdo. Tampoco sé si estás bien, aunque conociéndote estoy seguro que sí, y lo que debe pasarte es que no has encontrado ninguna señal de Wi fi que robar. Verás, cariño, releyéndolo hay algo que se me escapa y tus palabras haciendo referencia a tu secreta investigación sobre la no menos secreta estancia de Hosni Mubarak en un hospital de Sharm el-Sheik han calado profundamente en mi, y esa invitación astuta a lo misterioso ha dejado jirones en mi ser, lo cual me permite iniciar una confesión. Una confesión meditada, pero difícil. Sí, créeme, no ha sido fácil. Ah, también quiero que sepas que estoy haciendo un enorme esfuerzo por no incluir en mi carta frases deslumbrantes y algún que otro hallazgo retórico del estilo " Y lo incuestionable es que el ego, digan lo que digan, el fanatismo de botiquín con caridad de mendrugo que pugna por el apostolado jurídico mundial para santificar un prototipo caramelizado de ser humano frente al cual toda divergencia parezca una amenaza y cualquier oposición una herejía excomulgada de la historia, y las Constituciones, necesita labrarse con cincel, como la escultura hermosa” , o expresiones como “a contrario sensu”, o "ad calendas graecas”; las descarté inmediatamente por exceso de pedantería, aunque ya sabes, porque me conoces, que una poca, de vez en cuando, me sale natural.
Bien, dicho esto, ha llegado el momento de que sepas todas esas inmensas pequeñeces que gravitan alrededor de mi persona, y que te adentres en mis órbitas menos accesibles. ¿Estás preparada, cariño? ¿Sí…seguro? Ten en cuenta que lo que te voy a revelar va a sorprenderte, lo sé, soy muy consciente de ello. Hasta puede que te impresione y te petrifique. Pero, nena, te mereces mi confianza. Yo no olvido que soy el único novio a quien nunca le has birlado la cartera. Y eso dice mucho de ti. Me dice que puedo confiar en ti. Cariño, escucha y no te desmayes:
Soy lo que popularmente se conoce como un Espía; un agente secreto. Los novelistas suelen describirnos con el ojo puesto en el personaje trasnochado de James Bond, ya sabes, la guerra fría y todas esas bobadas, y extraen nuestros comportamientos de las características de ese personaje de ficción, engreído, frío, inteligente, eficaz, extremadamente observador, audaz, implacable, decente, reservado, elegante y dotado de una inigualable habilidad para atraer bellas mujeres fácilmente, en fin, me entiendes, lo que el público femenino define como un apuesto galán que posee un irresistible encanto hacia las mujeres. Y sabes, cariño, la triste realidad es que me parezco a James Bond, como un huevo a una castaña. Pero contra eso no podemos luchar, es parte del attrezzo que los malos guionistas nos han encasquetado. Mi trabajo de agente secreto no es tan glamuroso, ya me gustaría a mí. Recuerdo mi primera misión, fue un incidente fronterizo que tuvo lugar entre Moldavia y la república de Ecuador, los dos se negaban a aceptar a unos pobres refugiados afganos, talibanes decían ellos, por el simple hecho de que uno de ellos, recuerdo su nombre como si fuera ayer “Osama Tinladen”, había dinamitado con 2000 kilos de TNT un enclave histórico protegido, Patrimonio histórico dijeron esos maricas de la Unesco, creo que se llamaba Machu Pichu. En fin, chorradas.
Luego vino una misión muy complicada y poco reconocida, tras el hundimiento en aguas del lago Leman, Suiza, de tres pesqueros andorranos, con varias muertes, del que se hizo responsable a los servicios secretos cubanos. El Ministro de Asuntos Exteriores cubano, Félix José Felipe Varela de Poey del Monte estaba afónico aquel día y no pudo hacer ninguna declaración para negar la responsabilidad de su país, por lo que el lío se armó de firme. Fue una misión complicada, sí. También recuerdo cuando Castilla la Mancha y la comunidad valenciana, en acción conjunta, invadieron un buen pedazo del sur de Cataluña, llegando a un trato para quedarse con los Castellers de Vilafranca del Penedés. Aunque fuentes bien informadas de ambas comunidades confirmaron que el motivo de la guerra era el que los atacantes estaban tan mal de dinero que habían decidido explotar económicamente el gran poder de convocatoria sin olvidar el gran tirón comercial que tenían los Castellers de Vilafranca en el mundo entero.
También me enviaron a Sudamérica. Aquello fue cuando Argentina invadió Brasil, con el propósito ulterior de venderles el Cristo Redentor de Rio de Janeiro, al Vaticano, con el consiguiente follón. La cosa se pudo arreglar finalmente cuando convencí al Papa Benedicto XVI (es XVI, ¿verdad?) de que no podía comprar objetos robados.
En fin, amor mío, podría estar horas y horas contándote mis aventuras y desventuras, en tantas y tantas misiones peligrosas por los seis continentes, y tiempo habrá, ya lo verás, pero hoy me vas a permitir poner punto y final a esta carta para así poder, aprovechar lo que me queda de día; es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar de cada instante, ¿verdad? Y si te soy sincero, todavía más de lo que acabo de serlo, dentro de un rato mi amigo Luis viene a tomar el café a casa. Sí, ya sé que me has dicho reiteradas veces que Luis es un perdedor, de los que no saben vivir sino encaminados al hundimiento más absoluto, pero es mi amigo, y como dijo Nietzsche: los que no temen perder son los únicos que se atreven a cruza el abismo.
No te lo vas a creer, cariño, pero no ha sido fácil para mí. Mi primer pensamiento fue escribir sobre la Magnolia grandiflora, del modo en que aparecen en primavera, de su estructura compleja cuyo plan organizacional está conservado en casi todas las angiospermas, con la notable excepción de Lacandonia schismatica. Después decidí hablar del Slow Loris, un animalito muy raro, más conocido para los latinos como Lori Perezoso. En fin, ya me conoces, quería hablar de lo que me gusta de verdad. Pero como no acababa de decidirme opté finalmente por dar un paseo por la playa, para buscar mis musas, esas que nunca me abandonan, esas que me susurran al oído ideas, esas que me inspiran, y créeme que fue una buena idea ya que después de tanto tiempo sin pisarla había olvidado esa sensación de libertad. En la orilla, bailando al son de las olas, descubrí un preservativo flotando, a veces se quedaba en la arena pero a cada ola parecía querer navegar. Entonces pensé que podía escribir sobre ese preservativo, sobre las migraciones de los preservativos o de los motivos que pudo tener su dueño para arrojarlo al mar. Pensé que sería un buen principio para una historia. Pero no..."Ella se merece una historia mejor"- pensé para mí - y volví a casa para releer tu última carta.
No sé si sigues en Egipto, en Sharm el-Sheik tal como me aseguraste en aquel correo del viernes pasado, si mal no recuerdo. Tampoco sé si estás bien, aunque conociéndote estoy seguro que sí, y lo que debe pasarte es que no has encontrado ninguna señal de Wi fi que robar. Verás, cariño, releyéndolo hay algo que se me escapa y tus palabras haciendo referencia a tu secreta investigación sobre la no menos secreta estancia de Hosni Mubarak en un hospital de Sharm el-Sheik han calado profundamente en mi, y esa invitación astuta a lo misterioso ha dejado jirones en mi ser, lo cual me permite iniciar una confesión. Una confesión meditada, pero difícil. Sí, créeme, no ha sido fácil. Ah, también quiero que sepas que estoy haciendo un enorme esfuerzo por no incluir en mi carta frases deslumbrantes y algún que otro hallazgo retórico del estilo " Y lo incuestionable es que el ego, digan lo que digan, el fanatismo de botiquín con caridad de mendrugo que pugna por el apostolado jurídico mundial para santificar un prototipo caramelizado de ser humano frente al cual toda divergencia parezca una amenaza y cualquier oposición una herejía excomulgada de la historia, y las Constituciones, necesita labrarse con cincel, como la escultura hermosa” , o expresiones como “a contrario sensu”, o "ad calendas graecas”; las descarté inmediatamente por exceso de pedantería, aunque ya sabes, porque me conoces, que una poca, de vez en cuando, me sale natural.
Bien, dicho esto, ha llegado el momento de que sepas todas esas inmensas pequeñeces que gravitan alrededor de mi persona, y que te adentres en mis órbitas menos accesibles. ¿Estás preparada, cariño? ¿Sí…seguro? Ten en cuenta que lo que te voy a revelar va a sorprenderte, lo sé, soy muy consciente de ello. Hasta puede que te impresione y te petrifique. Pero, nena, te mereces mi confianza. Yo no olvido que soy el único novio a quien nunca le has birlado la cartera. Y eso dice mucho de ti. Me dice que puedo confiar en ti. Cariño, escucha y no te desmayes:
Soy lo que popularmente se conoce como un Espía; un agente secreto. Los novelistas suelen describirnos con el ojo puesto en el personaje trasnochado de James Bond, ya sabes, la guerra fría y todas esas bobadas, y extraen nuestros comportamientos de las características de ese personaje de ficción, engreído, frío, inteligente, eficaz, extremadamente observador, audaz, implacable, decente, reservado, elegante y dotado de una inigualable habilidad para atraer bellas mujeres fácilmente, en fin, me entiendes, lo que el público femenino define como un apuesto galán que posee un irresistible encanto hacia las mujeres. Y sabes, cariño, la triste realidad es que me parezco a James Bond, como un huevo a una castaña. Pero contra eso no podemos luchar, es parte del attrezzo que los malos guionistas nos han encasquetado. Mi trabajo de agente secreto no es tan glamuroso, ya me gustaría a mí. Recuerdo mi primera misión, fue un incidente fronterizo que tuvo lugar entre Moldavia y la república de Ecuador, los dos se negaban a aceptar a unos pobres refugiados afganos, talibanes decían ellos, por el simple hecho de que uno de ellos, recuerdo su nombre como si fuera ayer “Osama Tinladen”, había dinamitado con 2000 kilos de TNT un enclave histórico protegido, Patrimonio histórico dijeron esos maricas de la Unesco, creo que se llamaba Machu Pichu. En fin, chorradas.
Luego vino una misión muy complicada y poco reconocida, tras el hundimiento en aguas del lago Leman, Suiza, de tres pesqueros andorranos, con varias muertes, del que se hizo responsable a los servicios secretos cubanos. El Ministro de Asuntos Exteriores cubano, Félix José Felipe Varela de Poey del Monte estaba afónico aquel día y no pudo hacer ninguna declaración para negar la responsabilidad de su país, por lo que el lío se armó de firme. Fue una misión complicada, sí. También recuerdo cuando Castilla la Mancha y la comunidad valenciana, en acción conjunta, invadieron un buen pedazo del sur de Cataluña, llegando a un trato para quedarse con los Castellers de Vilafranca del Penedés. Aunque fuentes bien informadas de ambas comunidades confirmaron que el motivo de la guerra era el que los atacantes estaban tan mal de dinero que habían decidido explotar económicamente el gran poder de convocatoria sin olvidar el gran tirón comercial que tenían los Castellers de Vilafranca en el mundo entero.
También me enviaron a Sudamérica. Aquello fue cuando Argentina invadió Brasil, con el propósito ulterior de venderles el Cristo Redentor de Rio de Janeiro, al Vaticano, con el consiguiente follón. La cosa se pudo arreglar finalmente cuando convencí al Papa Benedicto XVI (es XVI, ¿verdad?) de que no podía comprar objetos robados.
En fin, amor mío, podría estar horas y horas contándote mis aventuras y desventuras, en tantas y tantas misiones peligrosas por los seis continentes, y tiempo habrá, ya lo verás, pero hoy me vas a permitir poner punto y final a esta carta para así poder, aprovechar lo que me queda de día; es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar de cada instante, ¿verdad? Y si te soy sincero, todavía más de lo que acabo de serlo, dentro de un rato mi amigo Luis viene a tomar el café a casa. Sí, ya sé que me has dicho reiteradas veces que Luis es un perdedor, de los que no saben vivir sino encaminados al hundimiento más absoluto, pero es mi amigo, y como dijo Nietzsche: los que no temen perder son los únicos que se atreven a cruza el abismo.
Acabo de descubrir este rincón y procuraré pasarme por aquí con la regularidad que mi memoria y mi tiempo libre me permitan.
ResponderEliminarEn cuanto a esta carta reveladora de "tu secreto", en verdad intrigante, divertida y transgresora, Como si a Graham Greene se lo hubiera tragado Berlanga y el cirujano encargado de rescatarlo fuera el mismísimo Sacha Baron Cohen.
Un saludo.
Gracias, Teo. Tu comentario es muy halagador. Este rincón, como lo denominas, es justamente eso: un rincón en el que publico, cuando tengo tiempo, mis cosas, mis ideas, mis relatos.
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