21 agosto 2012

Carta de James Joyce a su esposa Nora Bernacle.

(Su mujer, Nora, se manifestaba indignada por el alcoholismo de su marido y solía reprochárselo a sus amigos, porque impedían al escritor centrarse en su "libro" (el Ulises), de cuya naturaleza ella en el fondo no tenía ni idea. Según Ellmann, "Joyce se sorprendía siempre al comprobar la indiferencia, e incluso aversión, de Nora por sus libros". Joyce
comentó una vez a Budgen:

"En la gente que se me acerca, en la que me conoce y la que llega a tener amistad conmigo, suelo tener un tipo u otro de influencia. En cambio, la personalidad de Nora es tan especial que no logro que la mía pueda afectarla, está hecha completamente a prueba de la mía."

Por ese tiempo también, Nora le dijo llorando a Frank Budgen:

"Jim quiere que vaya con otros hombres para poder escribir al respecto"

El matrimonio, sin embargo, debía bromear sobre el asunto, según se desprende de su correspondencia, en algunos casos de muy subido tono sexual, y hasta pornográfico. He aquí un pasaje ligero:

" ¡Me gustaría que me flagelaras, Nora, amor mío! Me encantaría haber hecho algo que te desagradara, algo insignificante incluso, tal vez una de mis costumbres bastante indecentes que te hacen reír: y después oír que me llamas a tu habitación y encontrarte sentada en un sillón con tus gruesos muslos separados y la cara roja como un tomate de ira y un bastón en la mano."

Y ahora, aquí debajo, les dejo una de las cartas que escribió a Nora.
 Querida mía:

Debería empezar por pedirte perdón, tal vez, por la extraordinaria carta que te escribí anoche. Mientras la estaba escribiendo tu carta yacía frente a mí y mis ojos estaban fijos, como lo están incluso ahora, en cierta palabra escrita en ella. Hay algo obsceno y lascivo en el aspecto mismo de las cartas. El sonido de aquel también es como el acto mismo, breve, brutal, irresistible y diabólico. Querida, no te ofendas por lo que te he escrito. Me agradeces por el hermoso nombre que te di. Sí, querida, es un lindo nombre “¡Mi hermosa flor salvaje de los setos! ¡Mi azul y oscura flor empapada por la lluvia!”. Ya ves que aún me queda un poco de poeta. Te estoy dando también un adorable libro como regalo: y es un regalo de poeta para la mujer que ama. Pero, de lado a lado y dentro de este amor espiritual que tengo por ti hay además una bestia salvaje -como ansiosa por cada pulgada de tu cuerpo, por cada secreta y vergonzosa parte de él, por cada olor y acto de él. Mi amor por ti me permite rezar al espíritu de la belleza y ternura eterna reflejado en tus ojos o arrojarte bajo mío sobre aquel suave vientre tuyo y culiarte por atrás, como un cerdo monta una cerda, glorificando el terrible mal olor y sudor que sale de tu culo, glorificando la abierta forma de tu vestido dado vuelta y tus blancos calzones de niña y en la confusión de tus ruborizadas nalgas y enredado pelo. Esto me permite estallar en lágrimas de piedad y amor ante cualquier palabra leve, temblar de amor por ti ante el sonido de algún acorde o cadencia musical o acostarse haciendo un sesenta y nueve contigo sintiendo tus dedos acariciando y haciéndole cosquillas a mis bolas o aferrándote a mí y tus labios calientes chupando mi verga mientras mi cabeza está encajada entre tus gordos muslos, mis manos agarrando firmes los redondos cojines de tu culo y mi lengua lamiendo vorazmente tu maloliente concha roja. Te he enseñado casi a desvanecerte al escuchar mi voz cantando o murmurando a tu alma la pasión y el dolor y el misterio de la vida y al mismo tiempo te he enseñado a hacerme señales indecentes con tus labios y lengua, para provocarme con toques y ruidos obscenos, e incluso a hacer en mi presencia el acto más vergonzoso e indecente del cuerpo. ¿Te acuerdas del día en que te levantaste la ropa y me dejaste acostar abajo mirándote mientras lo hacías? Después te daba vergüenza incluso mirarme a los ojos.

¡Eres mía, querida, mía! Te amo. Todo lo que he escrito arriba es sólo un momento o dos de locura brutal. La última gota de semen ha sido difícilmente rociada en tu concha antes que termine y mi verdadero amor por ti, el amor de mis versos, el amor de mis ojos por tus extraños y atractivos ojos, viene soplando sobre mi alma como un viento de especias. Mi verga está todavía caliente y dura y temblorosa de la última brutal embestida que te ha dado cuando un tenue himno se escucha creciendo en una tierna y lastimera adoración hacia ti desde los oscuros claustros de mi corazón.

Nora, mi fiel amada, mi pícara colegiala de ojos dulces, se mi puta, mi amante, tanto como quieras (¡Mi pequeña y puta amante! ¡Mi pequeña puta de mierda!). Siempre eres mi hermosa flor salvaje de los setos, mi azul y oscura flor empapada por la lluvia.

Jim

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