Cosas, que fluya en ustedes el sudor o la savia,
Formas, que nazcan ustedes de la fragua o la sangre,
Vuestro torrente no es más denso que mi sueño;
Y, si no los golpeo con un deseo incesante,
Atravieso vuestra agua, caigo cerca de la orilla
Donde me atrae el peso de mi demonio pensante.
Solo, se enfrenta al duro suelo del que se levanta el ser,
Al ciego y sordo mal, al dios privado de sentido,
Pero en cuanto todo verbo ha muerto en mi garganta,
Cosas, que nazcan ustedes de la sangre o de la fragua,
Naturaleza, –me pierdo en el flujo de un elemento:
El que se incuba en mí, el mismo que a ustedes se subleva,
Formas, que fluya en ustedes el sudor o la savia,
Es el fuego que me hace vuestro inmortal amante.
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