…Hace un calor infernal. Han pasado ya tres horas desde su marcha. Siento que la cabeza me va a estallar. Es hora de quitarse el turbante que hice con mi camisa y mirar alrededor. La arena blanda es traicionera la temperatura agobiante y cualquier fallo puede ser fatal – pensé para mí. Esto es tan inhóspito y atroz que el simple hecho de permanecer aquí puede convertirse en una cuestión de vida o muerte. Tres horas ya. Tres horas interminables desde que mi novia se había marchado con Muhammad dejándome tirado aquí. El desierto juega malas pasadas a tu sentido de la realidad, y yo ya sentía los efectos del mismo. Este desierto era como una mina de carbón a cielo abierto. Me sentía agotado y cabreado. Entonces decidí descansar, y los recuerdos me invadieron. Recordé como la conocí en aquel bar de mala muerte. Olía como creo deben oler los ángeles. La mujer perfecta. Una diosa. Podía tener al tío que le diera la gana. Se estremecía con el aire del ventilador como la última hoja de un árbol que se mueve. Era deseable. No era su rostro ni su físico, ni su voz, eran sus ojos. Lo que vi en sus ojos: una serenidad salvaje. Aquella noche, en aquel bar el aire se elevaba electrizante. Ella era dulce y cálida casi etérea. Su perfume era una dulce promesa que hizo aparecer lágrimas en mis ojos. Aquella noche terminó en un abrazo fuerte que nos desvaneció. Recordándolo vuelvo a tener esa sensación fría en el estómago. Seguí sentado en aquella roca escribiendo mi diario (sí amigos, así soy yo) a kilómetros de cualquier sitio cuando de pronto al levantar la vista me topé con el único otro ser humano al sur de la nada ,o más bien el pobrecillo se topó conmigo. Y no, no era un espejismo.
-Hola bravo hombre del desierto viene usted solo, le pregunté.
-No, vengo con mi camello, o no lo ve.
- Sí claro. Y no le aburre la soledad.
-En absoluto. Han llegado a pasar hasta 8 días desde que veo a un ser humano hasta que veo a otro me contesta. Es hermoso estar aquí, el paisaje es muy estimulante sabe… Las inauditas y maravillosas montañas del desierto me hacen compañía. Es como pasear por esculturas gigantes.
-¿Y de donde viene usted bravo hombre del desierto?
-Vengo del norte de Sudan y voy siguiendo minuciosamente el curso del Nilo para no perderme.
-Yo también, le contesté. Iba con mi novia, tuvimos una avería mecánica, se rompió nuestro Land Rover y… Pero qué más da mi historia. Lo importante es que desde ayer camino siguiendo el curso del rio. Sé que si no lo pierdo llegaré al Cairo tarde o temprano. También me ha ayudado mucho esta brújula sabe usted buen hombre. Es un regalo del padre de mi novia. Sigo el Norte, y así no me puedo perder.
-Ejem, no quisiera parecer un entrometido sabelotodo, pero el Cairo está al Norte, siguiendo el curso del Nilo hasta su desembocadura, y creo que usted se dirige hacia el sur remontando el rio, ¿No?
Entonces fue cuando mi ira, tanto tiempo almacenada y condensada, estalló como un castillo de fuegos artificiales. Miré mi brújula, la que me regaló el padre de mi novia, y vi una cosa que nunca olvidaré: Made in China.
-Me cago en todo, me cago en los chinos y en la puta madre que parió al puto padre de mi puta novia. Mierda de brújula y de campo magnético. Dos días caminando por esta mierda de desierto siguiendo el norte, y ahora resulta que el norte no es el norte, sino que es el sur. Me cago en…. Esto es gordo. La sangre va a correr se lo aseguro. Como en los viejos tiempos, los malos tiempos, los días del todo o nada. Lo has querido cielito mío, no tengo elección y estoy preparado para la guerra. Voy a salir de este infierno y sé lo que tengo que hacer.
- Ejem, lo siento amigo. No era mi intención disgustarle- interrumpió el árabe- si quiere acompañarme gustosamente le llevaré a El Cairo. Estamos a dos días en camello. ¿Tiene hambre?
-Un poco… ¿tiene usted comida?
-Naturalmente. Gajos de pomelo secos, Humm que más se puede pedir. Por cierto, me llamo Abdul bagud del oasis de baghera yihad.
-Yo me llamo Tony García de Barcelona, y estoy muy cabreado.
- Ya veo. Un poco lejos de casa eh!
Después de las presentaciones de rigor emprendimos el camino…El sol se estaba poniendo ya. Íbamos Abdul y yo con su camello atravesando un trozo de desierto entre meandro y meandro del Nilo, cuando el casco del animal se hundió en la arena. Fue como si hubiera pisado la superficie de una tarta con el casco, y al entrar la luz por el hueco algo brilló a bajo. Bajé del camello escudriñé la cueva que el camello había descubierto. Vi hileras e hileras de esculturas recubiertas de oro. Todavía no lo sabía pero acababa de hacer el mayor descubrimiento desde la tumba de tutankamon…
(Continuará…)
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