...Ha llegado el vuelo de Vilanova i la Geltrú…Ha llegado el vuelo de Vilanova i la Geltrú. Los altavoces del aeropuerto repetían como un eco rayado la información mientras atravesaba el largo pasillo de la terminal en dirección a la zona de esparcimiento. Allí me debía encontrar con mi primer contacto en Alejandría, quien a su vez debía ponerme en contacto con Johann Van Graajal, alias Octavio Caraguapa. No sabía quién era, solo conocía el santo y seña y la contraseña que Carter me facilitó. El santo y seña era: ¿Chupito y cerveza…y uno rapidito? La contraseña: ¿Y por qué no… uno larguito?
Llegué a la oficina de alquiler de coches. El movimiento era continuo. Gente de todas las razas y de todos los colores. Malgaches, vietnamitas, libios, sirios, españoles, americanos, japoneses, australianos, catalanes, y algún egipcio. Me quité las gafas de sol Ray-Ban modelo aviador para inspeccionar mejor esa marabunta incesante que caminaba por las inmediaciones de la oficina de Europcar. Entonces vi una mujer, parada, vigilante, escudriñando la escena. Parecía esperar algo o alguien. Su aspecto era cuidado. Mi intuición me decía que debía ser mi contacto.
Me acerqué sonreí y le dije:
-¿Chupito y cerveza…y uno rapidito?
Ella me miró con cara de cabreo, como cuando llama a la puerta un vendedor de enciclopedias (aunque ahora eso ya no ocurre…ahora todo es digital), y me soltó un guantazo que retumbó en todo el aeropuerto. También me llamó depravado.
Mi intuición ya no era la misma que en mi juventud. Había envejecido como yo, y renqueaba en algunos momentos. Seguí mirando a mí alrededor buscando otro indicio, otro detalle, otro guiño que me descubriera a mi misterioso o misteriosa contacto. Con lo fácil que hubiera sido que Carter me diera una foto-pensé-. Y entonces, de repente...Como surgida de la nada, apareció una mujer, como una estampa celestial tras un halo de luz. El fulgor del sol que llenaba el hall del aeropuerto la hacía parecer una pintura maravillosamente atractiva, y permitía ver con cuánto esmero había sido concebida aquella Venus.
Apenas tuve tiempo de captar más que unos cuantos detalles. Unas piernas bronceadas por el astro rey, un hermoso rostro trigueño con ojos color negro azabache muy brillantes, unos labios pintados en un rosa intenso, y una cabellera morena que volaba al compas de sus caderas...Su piel brillaba. Avanzaba hacia mí, ágilmente, con expresión traviesa, llena de vida y una sonrisa en sus labios. Tenía ese aire de lozanía y de impertinente satisfacción que tanto me gustaba. Tenía que ser mi contacto –pensé para mí-. Dibujé en mi rostro mi mejor sonrisa de seductor. Saqué mi mano del bolsillo, y cuando la tenía medio extendida para ofrecérsela en señal de presentación -convencido esta vez de no equivocarme- vi como pasaba de largo, rozando mi hombro, y se lanzaba a los brazos de un hombre joven apuesto y musculado que estaba justo detrás de mí, sosteniendo un ramo de violetas. Volví a meter mi mano en el bolsillo rápidamente, con la rapidez de la cobra del desierto cuando ataca a una liebre del Nilo… y silbé para disimular. ¡Qué iba a hacer, eh!
Cansado de esperar, me senté en un banco próximo, cuando oí a mis espaldas una voz grave y atractiva, decir:
- ¿Chupito y cerveza…y uno rapidito?
Me giré, y vi un ángel. En ella todo era torneado y caliente, desde las ondas del pelo, hasta su escote vaporoso y proteico. Tenía esa belleza singular y a la vez plácida que tanto me gustaba.
-¿Y por qué no… uno larguito? –contesté-.
-Yazmina Noredine-dijo tendiéndome su mano-.
Me dirigió una mirada indagadora y advertí que una corriente cálida inundaba su figura. Casi pude oír su respiración excitada y percibir el perfume de su cabello.
-Tony García, pero aquí soy Joan Puntdecreu-contesté- .
Luego hizo una pequeña pausa, consultó su reloj de pulsera y dijo:
-Encantada Tony. Vámonos ya, este aeropuerto es un auténtico nido de espías. Coja un taxi y le espero en el hotel Rashid el magnífico. No conviene que nos vean salir juntos, ya sabe…
-Sí, claro. Hasta luego Yazmina-dije mirando como dirigía hacia la puerta de salida a pasos lentos.
El suelo se estremeció, y yo también, al ver su tentador deambular.
Salí a la zona de taxis del aeropuerto, y antes de levantar la mano, oí:
-¿Taxi señol?
-Sí, gracias.
-Bienvenido a Alejandría señol.
El taxista era chino. Me extrañó, debo reconocerlo, pero con la globalización y el flujo migratorio inundando el mundo, no le di importancia.
-Gracias…Gracias-repetí mientras me sentaba en la parte trasera del automóvil.
El taxi arrancó, y enfiló una carretera, luego otra, y otra…. Después de diez minutos, viendo que íbamos por un camino de tierra pedregoso y solitario, le dije:
-Por aquí no se va al hotel…creo.
Miré el retrovisor, y vi sus ojos encendidos y amenazadores. Intenté abrir las puertas traseras... Estaban cerradas...esto es una emboscada-pensé para mí-.
El chino paró el vehículo, sacó un revólver y me dijo:
-Calesé y no se mueva, ustél …mató a mi helmano en la cálcel de shliek hijam bei, Señol Tony…y va a molil.
-¿Como dice?-pregunté sin comprender nada de lo que me decía el amarillo.
-Ustél mató a mi helmano en la cálcel de shleik hijam bei, …y va a molil. Salga del coche y vaya delante. Le voy a matal, señol Tony.
-¿Su hermano?-dije sorprendido mientras caminada hacia unos matorrales.
-Zi mi helmano en la cálcel de shrlek hijam bei, ….y va a molil.
Entonces, en una falta de control imperdonable en mí, se me escapó una sonora carcajada.
-Jajajajajajaja….
-Le palece glacioso como hablo…¿se lie de mi polque soy chino?
-Que no… he vivido mucho tiempo en la cochinchina, adoro todo lo chino. Soy un fan de Confucio, - mire le dije sacando mi cartera, para enseñarle un calendario de bolsillo que siempre llevaba conmigo- mire hasta llevo su foto.
-Este no es Confucio, es Lao-Tsé. Es ustél un desastre señol Tony. Adiós… va a moril-dijo apuntándome al corazón-.
Finalmente, cerré los ojos (la verdad es que los apreté con toda mi fuerza), y oí un disparo. Pasaron un par de segundos, y no sintiendo ningún dolor, los abrí lentamente. Me palpé, y no noté nada extraño. No me interpreten mal, quiero decir que no estaba herido, y muerto tampoco. Luego vi al chinito en el suelo boca abajo, más tieso que un fuet sacado del congelador, y al mismo tiempo oí una voz que me decía:
Jajajaj, sube al coche Tony.
Miré a mi derecha, y a veinte metros, dentro de un deportivo descapotable vi a Bill, un viejo amigo que había conocido en El Cairo, justo antes de instalarme en Vilanova i la Geltrú. Trabajaba para la C.I.A.
-¡Que oportuno! -exclamé-. Mi viejo amigo Bill. En plena espalda. Le has dado en plena espalda.
-Lo has visto. Sigo teniendo puntería, eh! Dime viejo amigo, ¿tienes algún problema con los chinos?
-Con los chinos, no, en absoluto. Creo que me ha confundido con otra persona. Para ellos, todos nosotros nos parecemos.
-Jajaja, en eso tienes razón.
-¿Y tú qué haces aquí Bill? ¿La C.I.A está ahora interesada en acabar con los amarillos?
-Eres bueno Tony, siempre tan divertido,jajaja. Uff que puta calor, venga sube. ¿Te gusta mi coche?
-Los coches modernos parecen todos maquinas de afeitar. Bromas aparte, ¿porque me sigues Bill? –pregunté al abrir la puerta para sentarme.
-¿Por qué no me lo dices tú? ¿Qué estás haciendo aquí cabrón? ¿Qué estas tramando?
-Estoy tramando unas vacaciones ni más ni menos-le contesté.
-Corta el rollo, te conozco Tony. Si estás aquí es porque hay algún tipo de problema, o que sigues buscando a Lola.
-Pues no Bill, Lola ya no me interesa – mentí yo- solo he venido por las mujeres, el desierto y el Nilo. Ya sabes cómo me gusta ver los atardeceres en el Nilo.
-Y una mierda...pero, lo que tú digas. Venga, cierra la puerta, que te llevo a la ciudad.
Llegamos al Hotel Rashid el magnífico, y bajé del coche.
-Gracias viejo amigo-le dije-.
-Toma mi tarjeta Tony, llámame cuando recuperes la memoria.
-Te llamare Bill, si la oficina de turismo está cerrada-contesté con ironía.
-Jajaja, cuídate mucho amigo.
Entré al hotel. La riqueza ya se evidenciaba en la decoración de sus jardines exteriores, aunque me quedé sin palabras cuando crucé las puertas del hall. Allí, me encontré entre inmensas paredes construidas en color oro e iluminadas por mil lámparas de araña cubiertas de cristales multicolores. Por si esto fuera poco, la cúpula del hall del hotel era más alta que la de la Basílica de San Pedro en Roma. En el hall me esperaba Yazmina. Le dije que me esperara en la cafetería, y subí a mi habitación para dejar mi equipaje. El botones del hotel me acompañó, me abrió la puerta y depositó mi maleta en el descansillo. Le di una propina, y me dirigí al enorme ventanal para abrir las cortinas. Los adornos de pasamanería eran muy vistosos sin ser demasiado recargados. Las recogí con los alzapaños formados por dos cordones y un borlón., para dejar entrar la luz del día, luego deposité la maleta encima de la cama para abrirla. Entonces, desde la otra punta de la suite, oí:
-Bienvenido a Egipto Ton.
Esa voz. Esa voz celestial. Había en ella yo no sé qué cosa, que en mis fibras penetraba y penetraba como espada sorda. Entonces giré la cabeza sin apenas mover mi cuerpo. Y la vi. En su mirada las montañas podían entrar. ¡Sí amigos, así era ella! Generalmente la mujer mata lo que ama. Como decía Oscar Wilde: unas, con mirada cruel; otras, con palabras amorosas; las cobardes, con un beso, y las valientes, con la espada…Lola lo hacía con su presencia.
(Continuará…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario