15 septiembre 2012

La isla misteriosa.


Era un domingo por la tarde. Disponía de tiempo y decidí acercarme al mar para mirarlo a  los ojos y atravesar sin brújula la rosa de los vientos. El Mar es la madre de la aventura; el padre es el Tiempo. Eso había leído en algún libro de Salgari.
Paseaba, mis pies manchados de arena,  por una cala recóndita y tranquila. Recuerdo que mi alma errante y solitaria estaba dilucidando entre dos encrucijadas mientras  mis ojos vagaban entre el éxtasis de lo efímero y las brumas de la incertidumbre, cuando del borde del trozo de tierra estéril que lindaba con el débil oleaje de crestas redondeadas que rompían suavemente,  emergió una botella, de vidrio oscuro, gastada y envejecida. Me agaché, la cogí y vi que no estaba vacía. Que llevaba algo dentro. A simple vista parecía un legajo enrollado. No me lo podía creer. Y si…no…no podía ser. Mi corazón pesaba y bombeaba lentamente. Me dirigí a unos riscos cercanos y rompí la botella contra una  enorme piedra. Recogí el viejo legajo de  entre los trozos de cristales, me senté en una roca y empecé a leer:

Sospecho que nadie va a creer esta historia que voy a relatar. Incluso a mi me parece increíble que todo lo que he pasado, todas esa experiencias extrañas y terroríficas ocurrieran dentro de un límite de tiempo tan corto. Todo empezó un día de finales de Octubre del año 1922 al llegar cerca del paralelo 60 sur, el que marca el límite norte del océano antártico.

Había  oído hablar de un  tal  Cardini un navegante italiano. Dijeron que siguió a Cook en 1721, pero todo el mundo se burló de sus declaraciones. Recuerdo haber leído en su libro la descripción de un continente desconocido en aguas del antártico. Sus costas eran rocosas e inhóspitas, sin playa ni bahías donde poder atracar, no había señales de vida, la bautizó con su apellido, y luego se marchó. Creo que ahora nos encontramos ante la costa de ese continente que no aparece en ningún mapa y que ha sido olvidado durante doscientos años.

Llevábamos tres semanas sin brújula, perdidos, el carburante se acababa. Éramos una tripulación cansada. Tendremos que hacer lo que él no pudo, buscar un sitio para atracar o moriremos.
Como biólogo de la expedición, el capitán me mandó junto a cuatro marineros a recoger muestras, cualquier cosa,  un trozo de hierba, de matorral, pétalos de flores, plantas varias, con todo ello podremos conocer toda la biología de esta tierra desconocida-me dijo-.

Era una isla  muy parecida a Borneo, de dónde veníamos, y eso no encajaba con la latitud. Era como un parque precioso, verde, lleno de flores, de arboles de silencio, una invitación al descanso. Casi parecía irreal. Todo era precioso con una única salvedad: no había gente, ni animales ni tan siquiera insectos.


-¿Cree usted que el capitán va a autorizar que desembarquemos? Me preguntó Meléndez, el segundo de a bordo que me acompañaba en esta expedición de reconocimiento.

-Depende de mi informe. Realmente hay que ver este lugar para creerlo. Parece sacado de Alicia en el país de las maravillas .El capitán tiene que verlo.

Terminé de decir estas palabras cuando oí una voz a mis espaldas:

-Oh, por mis orejas y bigotes, llego tarde.

Me giré y vi un enorme conejo blanco vestido con chaqueta y un chaleco de color rojo. No me lo podía creer. Quedé atónito y paralizado durante unos segundos. Tenía la boca seca y el pulso acelerado. Y lo vi alejarse entre los árboles. A los poco segundos, oí otra voz:

-Disculpe señor, ¿ha visto un conejo blanco bastante grande con un chaleco y un reloj?

Me froté los ojos, de pura incredulidad. Era una niña rubia vestida con un vestido azul,  bordados con motivos rurales y conejos dibujados en el dobladillo.  

-Por allí –dije señalando el sendero por donde vi desaparecer el enorme conejo blanco.

-Muchísimas gracias-contestó-.

Y desapareció por el mismo sendero que el conejo blanco con chaleco rojo.
 Estupefacto  y alucinado llamé a Meléndez y al resto de los marineros que estaban dispersos recolectando muestras.

-¿Qué sucede…qué ha pasado? Me preguntó Meléndez.

-¿Los ha visto?- le pregunté-.

-¿Ver qué? Yo no veo nada. ¿Qué pasa señor García?

En vista de que ninguno había visto nada, decidí llamar por radio al capitán.

-¿Capitán va usted a venir?

-Por ahora no creo, ¿por qué?

-Bueno, o bien nuestros hombres están intoxicados por la belleza, o yo no estoy calificado para esta misión.

-Explíquese.

-En esta isla que se supone deshabitada, acabo de ver un conejo grande que se ha sacado un reloj de oro de su chaleco diciendo que llegaba tarde.

El capitán carraspeó.

-Esto está muy bien señor García  y supongo que detrás del conejo vio a una niña rubia, ¿verdad?

-Ajá…de hecho, sí….Y desaparecieron por un sendero detrás del bosque.

-Muy bien señor García, cuando termine su informe vuelva a llamar y lo estudiaré….

Por una circunstancia que desconozco la radio quedó abierta y pude oír al capitán hablar con el doctor de a bordo:

-¿Tiene algún problema mental nuestro biólogo, el señor García?

-En su última revisión mostraba síntomas de estrés y fatiga, reacción temporal entre 9 y 12 por ciento, índice asociativo por debajo del tres.

-Ese índice es muy bajo.

-Sí. Se ha vuelto bastante irritable, se niega a hacer reposo y a la rehabilitación. Está claro que está pasando por un mal momento.

-Está bien doctor. La patrulla que he enviado a la isla  no ha encontrado animales tan solo paz, sol y aire limpio. Pero el señor García dice haber visto un enorme conejo blanco con chaqueta y chaleco rojo. Creo que la isla parece inocua, probablemente lo es, pero antes de hacer bajar a los hombres quiero pruebas concretas. Prepare una chalupa, elija a tres tripulantes armados y llámeme cuando esté listo. Vamos a ir a ver lo que ocurre en esta misteriosa isla.

(Continuará…)

2 comentarios:

  1. este es todo el primer capitulo?

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    1. Bueno, no sé si llamarlo capítulo si tenemos en cuenta que la palabra capítulo se refiere a la parte de un libro. Más bien es el primer episodio de una historia surrealista. Si sigues mirando verás más episodios hasta llegar al episodio final. Un saludo.

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