…Corre, fluye, se curva, se estira y se comprime. Es caótico y turbulento y va en todas direcciones. Posee un pasado, un presente y un futuro. No podemos verlo, ni olerlo, ni tocarlo, pero aun y así, rige nuestras vidas. Todos somos pasajeros del tren del tiempo, con un pasado un presente y un futuro, y nos guste o no, nos dirigimos hacia nuestro destino a un ritmo imparable de un segundo por segundo.
Recuerdo que cuando tenía 6 años mi padre me dio su antiguo reloj de bolsillo, un precioso cronometro con una maquinaria suiza compuesto de miles de piececitas diminutas. Como funcionará- pensé yo-, y decidí averiguarlo estrellándolo contra un muro de piedra granítica. Desmontarlo fue mucho más fácil que volver a montarlo, pero así aprendí como funcionaba. Eso es lo que hacemos toda nuestra vida, desmontamos las cosas y observamos los restos que quedan con curiosidad…pero tenemos que romper las cosas cada vez más fuerte, para ver cada vez partes más pequeñas, y así satisfacer nuestra maldita curiosidad. Eso hice yo con mi relación con Lola: hacerla añicos para comprobar de que estaba hecha… Y al igual que me pasó con el reloj de mi padre, supe desmontarlo, pero no fui capaz de volver a montarlo.
Eran las once de la mañana y estaba en mi despacho aburrido como una ostra española cuando mi secretaria Olga abrió la puerta para comunicarme que tenía una visita. Olga no era muy agraciada físicamente, ni tampoco muy lanzada. Era más bien tímida. Cuando la conocí no era más que una pobre e inocente chiquilla perdida en la calle, asustada y apocada. Créanme, era así, pero decidí hacer de ella la mejor secretaria del mundo, la mejor…y ya había adelantado mucho con ella, aunque no lo suficiente.
-Tony, una señorita quiere hablar contigo- me dijo tímidamente-.
Yo que estaba ocupado en encestar bolitas de papel en la cesta metálica instalada estratégicamente a dos metros de mi mesa, la miré fijamente a los ojos, y le pregunté:
-¿Quién es?
-No me lo ha querido decir, pero insiste en hablar contigo.
-Está bien, hazla pasar, puede que sea un cliente que necesite de nuestros servicios. Ah, Olga recoge estas bolitas de papel que hay cerca de la puerta.
Saqué unas carpetas de mi cajón y las dispuse sobre la mesa. Quería impresionarla. Una mesa sin legajos, informes o documentos con membretes, no es una mesa –pensé yo-. Luego me incliné sobre la misma adoptando la postura del “hombre ocupado”.
-Hola.
Esa voz me era familiar, y el volumen, que emitió sin esfuerzo, casi sin molestarse en mover los labios, me era más familiar si cabe. Levanté la vista, y la vi. Era tan hermosa que cortaba la respiración. Estaba parada a un metro de la puerta, en la parte menos sombreada, donde su figura brillaba con un fulgor tranquilo y deslumbrante, solo atravesada por una estrecha faja de sombra oscura.
La volví a mirar perdido en el asombro. Era Lola. Allí estaba delante de mí, metida en su traje de “sublime soberbia”, como si hubiera desertado del campo de las emociones y los sentimientos. Sus ojos eran expresivos y enigmáticos, asombrosos y perturbadores. Ella, entusiasta y fabulosa… pero su rostro…su rostro hacía un esfuerzo anonadante y sorprendente, para intentar convencerme de lo que me resultaba inconcebible… Y es curioso, porque en aquel momento tuve la sensación de que algo resonaba violentamente en su interior: tristeza…melancolía…soledad…o quizás desamor. Fuera lo que fuera, le había vaciado el corazón… y fue entonces cuando no me cupo la menor duda de que me seguía queriendo. Así era yo.
-Hola -contesté reclinando mi cuerpo hacia atrás-. ¿Nos conocemos? -añadí con despechada ironía-.
-No creo que nos conozcamos-me contestó friamente-.
-Ey, espere un segundo, no me engaña-contesté sonriendo malévolamente y siguiendo un juego al que estaba acostumbrado a jugar y del que era experto-. Los ojos no mienten y menos estos que son fotográficos. Cuando han visto algo lo encierran para siempre.
-Ya veo, pues yo no le noto nada.
Estaba claro que a Lola también le gustaba jugar.
-No, no cambie de tema, está viendo a un sabueso en cuanto estoy sobre algo…
-Todo eso está muy bien…
-Me acordare, me acordare…-la interrumpí, levantándome del sillón para acercarme a ella-.
-Bien, habrá visto mi foto en algún sitio-replicó ella seriamente-.
-¡Lo sabia!-exclamé-.
-No se chupa el dedo.
-No, desde luego que no-repliqué sonriendo-.
-Yo he venido aquí…
-Recuerdo que hace un año, en el Kalahari-volví a interrumpir yo-….no estoy muy seguro pero apostaría la camisa a que fue usted quien me acompañaba… ¡Qué hermoso! El desierto anegado le llaman. Lo recuerdo como si fuera ayer. Estábamos en el cruce de un gran rio africano con el seco corazón del Kalahari. Una tierra de profunda belleza: el delta de Okabango. Abdul, nuestro guía en aquel viaje, y que luego integramos en la familia, dandole el trabajo de cocinero, nos dijo que cada año las aguas del Okabango recubren miles de kilómetros cuadrados de arena, naciendo así un desierto anegado. Fue un viaje maravilloso a uno de los parajes más espectaculares del mundo. Si, ya sé que entre sus sorprendentes vistas se esconden grandes peligros y criaturas extrañas y extraordinarias pero qué es todo eso en comparación con la belleza de las aves volando en circulo sobre las aguas de ese delta sin igual en el mundo, eh? Sí, aún tengo su imagen grabada en la cabeza-proseguí, mientras ella me miraba sin mover una pestaña-. Creo recordar señorita que le gusta el jazz; su película favorita es Juan salvador gaviota y le gusta ayudar a los niños más necesitados… ¿Doy en el blanco? Tengo su imagen aquí, dentro de mi cabeza-dije tocándomela con el dedo-… y si me permite decirlo está usted mucho más guapa, ahora, aquí, en mi despacho, totalmente vestida de Caprile… casi un año después…Por cierto, dale recuerdos a Abdul cuando lo veas...
-¡Escucha Ton! -gritó ella-, dejemos ya el juego. Quítate esa mueca de estudiante salido del colegio o te la quitare yo: no soy ni la inocente y ciega mujer de hace un año, ni nada parecido. Para tu información soy Lola Hill Sanllehí, la dueña de este tugurio donde dices trabajar.
-Lola Hill Sanllehí… Lola Hill Sanllehí-repetí mirando al techo como quien busca refrescar su memoria-. ¿Tú eres Lola? Ya sabía yo que me sonabas. Te diré una cosa te adoro, veras siempre te he adorado, no te enfades…bueno bueno… ¿y que querías decirme, cariño?
-Estas despedido.
-Jejeje, ¿como dices?
-La agencia “Caza tesoros” es propiedad mía y de mi holding de sociedades” Lola Hill investments”. Nunca te han interesado mis negocios, lo sé…
-Ni a ti tampoco hasta hoy,...algo debe de haber ocurrido-interrumpí yo sonriente-.
- Esta agencia que tu diriges,-prosiguió ella sin hacer caso a mi observación-, ha registrado importantes pérdidas en los últimos tres años de funcionamiento y…
- No olvides que yo solo llevo un año trabajando aquí-repliqué para dejar claro que la ruina de la empresa no era culpa mía-.
- Eso no me importa, he dispuesto cerrar las puertas, de inmediato…espero que todas las cuentas para tarjetas expedidas por la compañía me sean entregadas así como la inmediata devolución de todos los coches de la agencia.
-Mi coche de empresa… mi coche de empresa y mi Porsche, ¿los dos? – grité sofocadamente-.
-Una agencia inmobiliaria ya está buscando arrendatario para este inmueble, así que cuando antes se lo digas a los empleados será mejor para todos, nos evitaremos problemas. Naturalmente cumpliremos con cualquier acuerdo de indemnización que haya sido redactado al negociar los contratos individuales y habrá dos semanas de paga extra pata los empleados que no estén cubiertos por las condiciones de su contrato. ¿Lo entiendes ya, Ton?
-A la perfección.
-Ah, y no te creas que es fácil para mí. No disfruto dejando a la gente sin trabajo. Bien si me disculpas ya acabe con lo que tenía que decir.
-¿Sabes lo que es sorprendente? Que por tu elegante vestido, tu estupenda manicura, y tu carísimo maquillaje, jamás se adivinaría lo mal follada, y lo fría que eres.
Me lanzó un guantazo y desapareció sin mediar palabra. Yo me reí y murmullé:
-Volveremos a vernos y repetiremos esto, ¿vale?
Unas horas más tarde, ya de noche, sentado en mi sillón de espalda a mi mesa, seguía pensativo y melancólico.
-Tenia que llegar el momento de recoger nuestras cosas-me dijo Olga entrando en el despacho-, este trabajo nuestro no tenía futuro. Hasta que volvamos a vernos Tony. Voy a echar de menos trabajar para ti. Has sido el jefe más divertido que he tenido- remató, con una lágrima recorriendo su mejilla-.
- Ey ey ey… no llores. En el fondo esa mujer, Lola, tiene los pies en la tierra. Esto es una ruina y había que cerrarlo tarde o temprano. Pero no se acaba todo. He recibido tres llamadas de otras agencias rogándome que trabaje para ellos y en cuanto me coloque en algún sitio pienso contratarles a todos de nuevo…Y a ti en particular.
-Mucha suerte Tony- contestó ella con un beso de despedida-. Y espero que por muy bien que te vaya en la vida… jamás… jamás, cambies.
La miré marcharse a través de la oscuridad, y la soledad de la penumbra. Quiso ser la última en despedirse, y entonces recordé lo que una vez dijo Rabindranath Tagore: que la verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.
(Continuará...)
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