…Después de entregarle las llaves de los coches, incluido mi Porsche, me subí el cuello de la chaqueta, encogí los hombros para protegerme de las gotas de agua, y, las manos en los bolsillos, atravesé el jardín en dirección a la calle. Aun tenía una hora de paseo bajo la lluvia para llegar a mi casa…pero era cuesta abajo. Lola vivía en la parte alta de la ciudad. Desde ese punto la vista era maravillosa. Las miles de luces de la franja costera lucían sobre las delgadas crines blancas de las negras ondas, con las nubes cargadas de electricidad sobre su órbita. Sus haces de colores al acercarse a la línea del horizonte se mezclaban con la negrura del mar, surcándose de saetas de luz, suavemente ondulantes, al compás de las leves olas de la superficie. Desde lo alto, la brisa silbaba entre la hilera de farolas que emitían sus rayos sesgados, tristes y fríos que caían de lleno en las dilatadas pupilas sin hacer pestañear los párpados. Aquel mar de luces que se divisaba a lo lejos, a la derecha, era la zona de ocio llamada “Maremagnum”, y más lejos aún, entre una bruma ligera que comenzaba a velar el horizonte, se distinguía un nuevo resplandor, más intenso: El Prat de LLobregat, probablemente. Aunque la noche era cerrada se podían ver las farolas del puerto deportivo, balancearse en la cima de los frágiles soportes, mostrando sus resplandores de frígida luminosidad. Esparcidos por todo aquel arco ópalo reluciente, los barcos anclados flotaban casi inmóviles bajo la débil claridad de una Luna secuestrada por un velo de nubes argénteas. ¡Qué espléndido panorama! – pensé para mí –.
Seguía bajando por la calle resbaladiza embutido en mis pensamientos cuando oí lo que esperaba oír:
-Ton, espera, te llevo a casa, no quiero ser la culpable de un posible resfriado.
Giré la cabeza y mis ojos se cruzaron con los suyos, quedando absortos por su belleza. Era Lola que detuvo el coche que momentos antes le había entregado.Su piel brillaba bajo los reflejos de las farolas sobre el asfalto mojado. Me miró desde abajo y de repente, sus ojos se ensancharon. Abrió la puerta del lado derecho del coche y entonces el valle de sus senos se abrió para mi. Luego me invitó a acomodarme. No me lo podía creer. Lola me tenía seducido completamente. No pude resistir mirar de reojo sus piernas que ella nunca intentó esconder, y me acordé de lo mucho que habíamos pasado juntos. Saqué un cigarrillo, lo encendí y aspiré una gran bocanada de humo, dejándolo luego escapar entre los dientes con un relajado suspiro, y mirándola a los ojos dije:
-Solo faltaría que nos quedáramos sin gasolina a medio camino, como aquel día en Normandía, ¿te acuerdas?
Ella miró el salpicadero.
-Como no me voy a acordar, también llovía y tuvimos que caminar 5 kilómetros hasta una gasolinera apestosa. Pero tenemos gasolina, no te preocupes…marca medio depósito.
Sonreí maliciosamente, y salimos calle arriba en dirección a la circunvalación. A los 5 minutos, el coche hizo un amago de detenerse, y finalmente se detuvo.
-¿Qué pasa?-preguntó Lola nerviosa-.
-Creo que nos hemos quedado sin gasolina-respondí con una mueca maliciosa-.
-¡Pero si marca medio depósito! -Exclamó sorprendida-.
-Siempre marca medio depósito…está roto desde el mes pasado, no funciona-repliqué ladinamente-.
-Oooooo, eres odioso, lo has hecho expresamente. Lo sabías…sabías que no te dejaría en la calle lloviendo…sabía que me ofrecería a llevarte…sabías que no quedaba gasolina…eres diabólico, Ton.
-Te juro que no lo sabía, Lola, pero eso nos vendrá bien para hablar de la agencia. Sabes, tengo un plan para salvarla.
-No te creo hiciste eso para estar conmigo y convencerme de trabajar juntos
-¡Estás loca! Es cierto que quería que fueras mi socia por tu nombre y tu dinero, pero no por ti. ¿Crees que quiero tener a una rubia patosa revoloteando alrededor mío?
-¡Rubia…patosa! ¿Me estas llamando a mí, rubia patosa? ¡Tú… matón de pacotilla!
-¿Qué me has llamado?
-Matón de pacotilla. Deberías haberte visto el año pasado, en aquel hotel del Kalahari peleando con el recepcionista. ¿No te ha enseñado nadie a dar un buen puñetazo? ¡Los hombres de verdad no pegan así! Hacen fuerza con todo el cuerpo pero tú… ja… pegas con la mano tonta.
-¡Ese niñato imberbe y afeminado que te estaba tirando los tejos no tenía ni media bofetada! ¿O me lo vas a negar?
-Eso es mentira-gritó ella- él no me tiraba los tejos, era solo amable conmigo.
-Venga nena, estaba coladito por ti…y tú le alentabas. Solo te faltaba hacerle la ola cuando te traía el tabaco.
-¡Ooooo, eres…eres…! -dijo abriendo la puerta para salir del coche-.
-¡Muy bien, vale ya! Escúchame. No vas a ir a ningún sitio hasta que estés calmada ¿De acuerdo?
Ella, y esa es la verdad…tranquila, lo que se dice tranquila, no estaba.
-¿Lo estas ya? -pregunté dulcemente-.
-Lo estoy-murmulló entre dientes-.
-Tienes los músculos tensos.
-Estoy calmada.
-Pues parece que te ha dado un calambre en la mejía.
-¡Estoy calmadaaa!-gritó-.
-Bien, confiare en tu palabra. Lola, Lola-dije acariciando su dorado pelo…te guste o no, estamos juntos.
Me miró…No, más bien me fulminó con la mirada, y me soltó un guantazo de los suyos.
-Así se da un buen puñetazo-añadió con una sonrisa de satisfacción que hasta un tonto habría adivinado-.
-Estaba deseando volver a sentir tu piel sobre mi piel-contesté masajeándome la mejilla dolorida-.
-Humm, te lo merecías, Ton. Eres especialista en sacarme de quicio. Bien. ¿Qué vamos a hacer ahora? Estamos sin gasolina, a la una de la mañana, aquí, entre tu casa y la mía, y yo no me quiero mojar.
-Claro. No te preocupes, a la vuelta de la esquina está la agencia, tengo las llaves todavía, y hay dos sofás muy elegantes. Allí podremos dormir hasta mañana. Me encantan las acampadas-dije saliendo del coche y cogiéndole la mano. Recuerdo que a ti te gustaba ir de PIC-NIC-añadí con la mejor de mis sonrisas-.
Entramos en la Oficina. Todo estaba en silencio. Me dirigí a un armario de uno de los despachos y saqué un par de mantas de cuadros escoceses que sabía estaban allí. Lola parecía más tranquila. Su mirada era como el algodón en invierno.
-¿Por qué me miras así? -pregunté curioso-.
-Porque me sorprende que no intentaras llevarme a tu casa y luego a la cama.
-Me estas insultando… ¿Te hubieras negado?-pregunté pillamente, esperando una respuesta que ella no quiso darme-. Claro que si-respondí por ella, sabiendo que era justamente todo lo contrario-. ¿Quieres llamar a alguien para decir que estas bien? ¿A tu novio, a alguien?
-Por favor…
-¿Qué?
-No había oído la palabra novio desde que me separe de ti.
-Perdona… lo siento… si quieres llamar a ese imbécil de abogado tuyo, marca primero el 9.
-¡Vale ya Ton! Jordi es muy buen amigo. Y no me gusta que hables así de él.
La miré con los ojos chispeantes y dije:
-¿Qué se siente siendo tan guapa?
-No cambies de tema.
-¿Yo?…creía que el tema eras tú.
-El tema sois tu plan para salvar la agencia y tú.
Me quedé pensativo y empecé a caminar lentamente por la sala. Lola que era muy lista me miró y me dijo:
-¿No tienes ningún plan verdad?
-¿Me estas llamando embustero?-contesté muy serio-.
-Oooo no te estoy llamando nada, solo busco un poco de seguridad, la sensación de que algo o alguien está al mando y que sabe que hacer… que ha pensado en el lio en estamos y…que tiene alguna idea para salir de él.
-Ya lo he hecho-repliqué con aplomo-.
-¿Si?
Me acerqué, y le acaricié suavemente su preciosa melena que caía como una cascada dorada sobre sus hombros.
-Sabes que tu cabello es como el vellocino de oro, como el trigo en verano…
-Te parece siempre todo divertido, Ton-interrumpió ella-,…no maduraras jamás.
-Lola, afróntalo, soy el mejor, y por eso nunca me pongo nervioso.
-Más te vale.
-Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente. Lo dijo Tagore que era muy listo-rematé sonriendo-.
Al día siguiente, limpio y perfumado, me presenté en casa de un jeque árabe que días antes había conocido en la embajada Qatarí, en Barcelona, y que había solicitado que le fuera a visitar a su casa de L’Ametlla del Vallés, a las afueras de Barcelona para tratar un tema delicado, y confidencial.
-Soy Tony Garvín, su eminencia el jeque Abu Abdullah Muhammad Sidebeh me está esperando.
-Pase por favor.
-Gracias.
-Si espera aquí señor-me dijo el sirviente mostrándome una salita-, le diré a su eminencia el jeque, que ha venido.
Pasaron unos minutos y oí:
-Por aquí señor. Pase. Este es el señor Garvín-le dijo al jeque que estaba sentado en un sillón que parecía el trono de un faraón-.
-Está mirando a un hombre desesperado-me dijo él al mismo tiempo que me mostraba un asiento-. Un hombre desesperado y alterado que necesita de su pericia señor Garvín. ¿Quiere una taza de té?
-Gracias eminencia.
-¿Que sabe acerca de mi?
-Pues sé que es muy rico que su esposa preferida se escapó con el jardinero, y que tiene dos hijas muy guapas, pero un poco salvajes y un hijo descarriado.
-Si, me temo que mis hijas tienen todos los vicios habituales de occidente. De mi hijo hablaremos luego. Pero vayamos a lo importante. Verá señor Garvín cuando mi padre murió me nombro jefe de la casa de Sidebeh y heredero de dos cosas…ambas constituyen parte de un fabuloso secreto.
-¿Cuáles son esas dos cosas de las que habla?-pregunté con sobria curiosidad-.
-Ahora las verá. Venga conmigo. He aquí la primera-me dijo mostrándome unos jeroglíficos sobre un documento muy antiguo. Narran una legendaria historia todavía inconclusa. Está en mal estado porque cuando mi padre exhalo su último suspiro y yo me apresuré a venir a su lado aquí para descifrar el secreto, uno de los sirvientes irrumpió en esta pieza, e intentó arrebatármelo de las manos.
Al principio su actitud me sorprendió, pero muy pronto comencé a sentir una viva curiosidad cruzar por mi mente desconfiada. Me acerqué para alcanzar el documento, lo cogí y lo miré en silencio. Su estado de conservación no era muy bueno, y su aspecto era frágil, dada su aparenta antigüedad, por lo que lo manipulé con la mayor ternura posible, temeroso de que fuera a disolverse en mis manos... Lo examiné con interés disimulado, y dije:
-¡Qué extraño! ¡Qué hermosamente extraño! Es evidente que es un documento antiguo, seguramente de la época del imperio medio.
-¡Excelente! ¡Excelente! Sabía que es Usted una autoridad al respecto, y lo acaba de acreditar.
-Hablaba de que dos cosas le fueron legadas…
-Aquí está la segunda –dijo señalando un objeto con forma de símbolo egipcio-, un signo, un enigma. Y dice la leyenda que el enigma comenzara a desvelarse cuando esta pieza y su otra mitad que falta sea mostrada completa al gran espíritu que mora la tumba perdida del gran faraón Seti III. Sin embargo el signo todavía está incompleto.
-¿Y esto es la clave de un importante secreto? ¿De que se trata? ¿Qué es lo que será revelado?
-El poder, señor Garvín, un poder absoluto solo igualado por el poder del arca de la alianza.
-¿Un poder absoluto? –Pregunté retóricamente mientras miraba aquél objeto extraño-. Entonces parte del secreto ha de estar aquí-añadí seguro de mi mismo-. Parecen signos de presagios, o de muerte-dije yo-.
-O grandes riquezas tal vez, o un tesoro oculto.
-¿Y esta pieza que tiene que ver con el enigma?
- Falta una segunda que tiene que encajar con esta. Hay que encontrarla a toda costa. Antes que la casa de Betsaneeth la encuentre. Y usted es la persona elegida, Alá sea loado.
-Fíjese esto es un mapa, -dije yo observando el documento a contraluz.
-Lo sé, pero nadie ha sido capaz de descifrarlo aún.
-Bien, señor Garvín, ¿acepta usted trabajar para mí?
-Será un honor y un placer, eminencia.
-¡Fantástico! Ahora quiero pedirle un pequeño servicio, o favor si lo prefiere. Se trata de mi hijo Rachad, un inútil, un necio, un perroflauta. Le pagaré el doble si se lo lleva con usted.
-¿Llevarlo conmigo?
-Si, aquí lo tiene-me dijo abriendo una puerta y mostrándome a Rachad.
-Jajaja, pero eminencia, acaba usted de decir que es un inútil…. Y ahora que le veo, yo opino lo mismo.
-Le ofrezco el triple… ya sé que el aspecto del chico es patético detrás de esa cortina de humo y ese olor a marihuana barata, pero usted lo arreglará, seguro.
-Eminencia, ni se pueden coger dos tetas con una mano, ni yo sé hacer milagros.
-Siéntese por favor, y escuche. El chico irá con usted, le pagaré el triple y además le regalaré una chica de mi harén. Le gustará, es un poco flacucha para mi gusto, a mi me gustan más rellenitas, deliciosamente rellenitas. Esta parece la gemela de Eva Longoria, pero de noche una semilla de algodón es como una perla. Así pues aproveche la oferta: la muchacha, mi hijo y muchísimo dinero.
-Bueno, no me deja usted elección.
-El destino nos ha reunido, no tengo ninguna duda. Ala le sonreirá, señor Garvín.
-Lo más probable es que se ría de mi-repliqué mirando de soslayo a Rachad, el hijo inútil de mi anfitrión, el jeque Abu Abdullah Muhammad Sidebeh-.
(Continuará…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario