12 julio 2012

Hay historias en los poros para llenar muchas lunas.


Hoy he ido a comer con mi amigo Josep (ya saben ustedes que es el que se folló a la segunda mejor amiga de su ya ex mujer , bla bla bla…), y me ha confesado que Pamela, su novia circunstancial, le ha dejado. Para animarle un poco, en la sobremesa, he sacado el tema:

- Nunca había visto a nadie tomarse tantas molestias para impresionar a alguien. Y solo para echar unos polvos. La verdad, Josep, si le dedicabas tanto tiempo a Pamela, no comprendo cómo te ha dejado.


-Pues lo hacía, Ton. Le escribía poesías, le llevaba a restaurantes con velas en las mesas, pedía el menú en francés... por cierto, el camarero lo traía todo equivocado.


- Tal vez si hubieras apartado las velas y la hubieras besado...


-Ya lo intentaba -interrumpió él-,  pero ella decía aquí no, todos nos están mirando. Además, una de las veces que quise hacerlo se me prendió fuego la camisa. Por cierto, mira, esta es la carta que tenía preparada para ella: “Eres la razón que da sentido al latir de mi corazón. Te necesito cada día. Estaré aquí, nieve, llueva o haga calor, bajo tormentas y tempestades. Detrás de cada trueno o relámpago, rompiendo cada uno de tus rayos. Siempre intentaré  que en tu vida solo exista la calma, solo paz y tranquilidad. Tus únicas preocupaciones serán no olvidar como sonreír cada mañana.”


-Muy bonito, Josep. Pero te ha dejado. Algo habrás hecho mal, ¿no? -Pregunté inocentemente-.


-No lo sé, Ton. La verdad es que nunca había entendido porqué las grandes gestas de la humanidad habían sido obra de iluminados... Nunca había entendido todas esas idioteces de que dos tetas tiran más que dos carretas. Y nunca había entendido porqué los hombres piensan con la cabeza y las mujeres con el cora…bueno la verdad es que nunca había entendido eso de que las mujeres piensan. Pero una tarde, sábado pasado para más señas, Pamela con su cara angelical, la que usaba habitualmente para engañarme como a un chino, me dijo: “Marta me ha regalado un sofá “Chaise longue” de piel de camello. Está como nuevo y quedará muy  bien en el salón. Me lo trae dentro de una hora. Como es muy grande y no cabe en el ascensor he pensado que lo podemos subir  por la fachada y meterlo por el balcón.”  

De sobra es conocida la llamada “actitud durante la tormenta”. Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible, o bien colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Bien, pues este principio se puede aplicar en todas las situaciones, y en esta que te relato, todavía más.

Entonces yo grité: ¿¿Quéeeee??  Y ella me dijo las palabras mágicas de toda mujer: “¡Ay mi amor, no seas un pepito grillo de la estepa! Esto lo haces tú en un plis plas. Y quien no se arriesga no cruza la mar. Además,  después de subirlo prometo hacerte el amor como nunca te lo ha hecho mujer alguna…y darte  aquello que siempre me pides y siempre te niego.”


- ¡¡No Jooddaaassss,  nena!!  -le dije yo-. Ese sofá pesa por lo menos 120 kilos y mide más de dos metros, ¡que lo he visto en casa de Marta, eh! Y no dispongo de los medios necesarios para alzarlo hasta el segundo piso que es donde vives, ¿o lo has olvidado?


Ella sonrió y me explicó: “Un sabio griego, su nombre no lo recuerdo ahora, hace muchos años, observó que la misma estaca, a la misma hora del día, proyectaba sombras de diferente longitud en lugares también distintos. Ese detalle le bastó para sostener que la Tierra es redonda. ¿Y sabes qué?  Él no se quejó de su falta de medios”.

¿Te das cuenta, Ton? Me habla a mí de un sabio griego, a mí…a mí que solo leo revistas de bricolaje y el Penthouse…


-Falos…el sabio griego se llamaba Falos -interrumpí yo- y créeme con un nombre así yo tampoco me quejaría.


-Vale, ya sé que tu eres muy culto...el caso, Ton, es que yo le digo: “Pero no te das cuenta que no se puede subir por la fachada sin una polea del tipo polipasto y una cuerda de poliéster. Y ella me dice: “Ya… ¿Y no te sirve una cuerda de cáñamo? Creo que Marta tiene una.” -No, no, no –le digo yo-…La diferencia es abismal. Tú eres mujer y no lo entiendes, claro. No es lo mismo el Dyneema que el poliéster o el cáñamo, y la cuerda  tiene que ser dinámica, asimétrica y yoquesemás,  si no, un hombre solo no puede subir 120 kilos a dos pisos de altura. Además, recuerdo el tamaño de ese maldito sofá, y no cabe por la puerta del balcón. La puerta de acceso del balcón miden 0.96 cm de vano en pared, lo cual al restar los 3cm da cada lado de jambas te queda en 90cm. Es imposible meter  ese “Chaise longue” por ahí, ¿lo entiendes?  


¿Y sabes que me contestó...lo sabes, Ton?


-No, sorpréndeme –repliqué yo-.


-Pues me dijo: “Ay mi amor, no seas así, claro que entra, y tú lo conseguirás. Yo no lo recuerdo tan grande. Y déjate de tecnicismo,  que yo también he estudiado, o tendré que alegar mi «derecho de clerecía».


¿Tu derecho de clerecía? ¿Y eso qué coño es? –le pregunté yo-.


Derecho de clerecía, o Mester de clerecía…es lo mismo -me contestó ella-. Me lo cantaba mi madre cuando era pequeña: El mester de clerecía renueva lo que ha escrito nuestro Señor, marca el hito de darle al pobre el derecho del pan justo y de su techo. El mester de clerecía no predica caridades  limosneras con saudades, sino derechos cristianos, derechos al pan de hermanos.


-¡Coño, pero si tu madre es analfabeta, que me lo has dicho tú! ¿O eso también es mentira? -le dije yo-.

-Ay, amor, como te metas con mi madre la vamos a tener fuerte. Ya me conoces- añadió ella-.

-¿Qué? ¿Te das cuenta, Ton…te das cuenta?


-Sí, creo que ahora lo entiendo todo, Josep.


Ya lo ven queridos amigos, hay quien moriría de amor viendo un amanecer en la playa o mirando el cielo de una noche estrellada. Pero Josep prefiere perderse sin rumbo, acampar en la nada, o simplemente meter la pata con su novia circunstancial. La felicidad es relativa. Que te sorprendan es genial. Y Josep me sorprende siempre.


(Ah, por cierto...continuará...)

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