20 febrero 2012

Una tarde de domingo.


…Ayer domingo me ocurrió algo curioso (Ya saben ustedes que cuando comienzo una nota o un comentario con esas palabras es que lo que voy a relatar es cierto). Estaba en lo mejor de mi alegre siesta dominical cuando sonó el carillón de la puerta. Me sobresalté, esa es la verdad, porque no tenía prevista ninguna visita. Bueno - pensé para mí- eso solo puede ser el capullo de Josep (ese que se acostó con la segunda mejor amiga de su ya ex mujer. Creo que lo he comentado alguna vez). Estará cabreado porque no le dejé el coche y vendrá a darme la murga - volví a pensar para mis adentros-. Sí queridos amigos cuando ese merluzo no se sale con la suya me suele visitar para echármelo en cara. Me dirigí a la puerta con celeridad, pasando primero por la cocina para mirar la nevera. ¿Para qué se preguntarán ustedes? Muy simple: para esconder las cuatro latas de cerveza que quedaban. No… no es que sea un mal amigo, o un mal anfitrión, que va, solo que cuando Josep está cabreado, es mejor abreviar su visita, y si no hay cerveza, eso ayuda bastante. Abrí, y con la mejor de mis sonrisas le dije:

-¡Qué hay…no te esperaba!

Entró sin mirarme y, como imaginaba, se metió en la cocina y abrió la nevera.

-¿Joder, no hay cervezas?
-Pues creo que no, pero…

Tampoco me escuchó, salió de la cocina y se metió al salón. Abrió el mueble bar y se sirvió una copa de Whisky, luego finalmente me miró y dijo:

-Por tu culpa Ton… ¡Por tu culpa mi cita de ayer fue una mierda! Yo sabía que no podía presentarme con mi Seat Ibiza, y tú también lo sabías. Pero te dio igual. Claro, tu coche es sagrado, nadie lo toca, solo tú, ¿eh?
-Venga siéntate y cuéntame. ¿Qué pasó?
-¡Y una leche te voy a contar yo a ti! ¡Ya te puedes imaginar lo que pasó! Pasó lo que tenía que pasar, que me mandó a paseo, y eso antes de poder follar con ella ¿Vamos a ver Ton, cuantos años hace que nos conocemos?
-Diez años-dije yo- fue lo que me dijiste tú el otro día. ¿Por qué?
-Y dime, ¿desde que nos conocemos te he fallado yo en algo?
Me quedé mudo. Sí, ya sé que no está bien quedarse mudo ante semejante pregunta. Pero enmudecí.
- ¡Venga, contéstame! -Exclamó él-.

En ese momento diez mil imágenes pasaron a la velocidad de la luz por mi red neuronal, y como en un flash back cinematográfico, mi visión se distorsionó, me encontré sin yo quererlo en un bucle espacio-temporal ondulante y, al mismo tiempo,  acompañado de una música de un instrumento musical que identifiqué como el de una lira. Sí queridos lectores y también amigos, ya sé que es preocupante, pero lo realmente inquietante fue volver a visualizar el momento del encuentro. Fue terrible. A veces es mejor olvidar el pasado, créanme. Pero vayamos al grano sin perder más tiempo. Les voy a hacer participes de ese momento antológico ya que personalmente creo que se lo debo a ustedes, y de ese modo podrán juzgar.

El momento “sublime” de nuestro encuentro. No, no se vayan ustedes, no es muy largo, y servirá para que me comprendan…

… ¿Como empieza una pesadilla? Para mí al regresar de un viaje de trabajo,  una mañana de un martes perdido ya en el tiempo,  mientras buscaba un informe de la cámara de comercio, que nunca encontré. Todo empezó con la lectura de un e-mail que invitaba a una taza de café caliente. Pero estaba redactado en inglés, y yo demasiado cansado para traducirlo. Así que me lo salté y pasé al siguiente. Era de un agente de Import-Export con contactos en China que me pedía una entrevista para hablar de un tema que me podía interesar. Lo firmaba un tal  Josep Capdevànols i Masdecavall. Le llamé y quedamos para vernos. Él eligió el lugar del encuentro: un restaurante chino en la avenida de Aragón. En los siguientes años, arrepentido y pesaroso regresé a ese punto de partida para intentar rectificar, muchas veces. No funcionó.
Llegué puntual, a las 14 horas. El lugar parecía tranquilo y poco concurrido. Eché una rápida mirada buscando la referencia que él me había dado para facilitar la identificación: un crisantemo en el ojal. Efectivamente, ya sé que ese detalle de por sí me tendría que haber alertado, pero yo por entonces era todavía muy cándido. Fui inspeccionando los clientes uno a uno. Todos parecían normales, ninguno llevaba un crisantemo. Entonces mi mirada se  detuvo en una figura sentada cerca de una gran palmera decorativa. No me lo podía creer. Vestía un traje de lino blanco, camisa burdeos, zapatos de charol bicolor, blanco y negro, y lo que me llamó más la atención, calcetines de colores distintos: uno rojo, y el otro verde. Puede que sea la moda, pensé para mí, pero como canta el pájaro ese. Y fue en ese momento, al subir la vista, que lo vi. Vi el crisantemo en su ojal. Lo sé amigos. Sé que en ese instante debí salir corriendo…pero no lo hice. ¿Y por qué se preguntaran algunos de ustedes? Yo mismo llevo diez años haciéndome esa pregunta. No tengo ni idea, de verdad. Seguramente pensé que ya que estaba allí, debía rematar el asunto, la cuestión es que me acerqué a él y dije:

-¿El señor  Josep Capdevànols i Masdecavall…..?
-Sí, yo mismo-contestó sonriendo. ¿Buena idea verdad?
-¿Cómo? Pregunté todavía aturdido por cómo iba vestido ese individuo.
-¡El crisantemo! Dijo señalándolo.
-Ah sí…muy buena idea. Sin él no le hubiera reconocido-repliqué yo con tímida  ironía.
-Pero siéntese-dijo al mismo tiempo que con un gesto llamaba al camarero chino. Voy a pedir la carta. ¿Sabe usted chino?
-No, lo siento, no lo hablo.
-No se preocupe, yo sí.

El camarero chino se acercó, y entonces él le dijo:

-¡Xin bao!
-Jomí pantón-contestó el camarero.
-¡Xin bao! -repitió él.
-Jomí pantón-replicó de nuevo el chino, y añadió ¿No habla usted español?
-Sí por supuesto, ¿pero no entiende cuando hablo chino? preguntó él sorprendido.
-Es que Usted habla cantonés, y yo solo mandarín -contestó el camarero
-Ah, bueno. Tráiganos la carta por favor.

Yo le miré desconcertado, confundido, y le pregunté:

-¿Donde aprendió usted el chino?
-En la cama…-me contestó-.

La copa de agua que estaba en mis manos y a punto de llegar a mis labios retembló y derramé parte de líquido sobre el mantel.

-Mientras dormía -añadió él, supongo que para tranquilizarme-. Por hipnotismo. Por el método de la subconsciencia…Ya sabe… Cd’s, todo tipo de material audiovisual…y todas esas cosas. Pero desafortunadamente escogí el otro lado del Cd.
-Ya entiendo ¿De modo que escogió el lado del Cantonés?
-Exactamente, el de atrás. Bueno, ¿qué le parece si empezamos a hablar de negocios?

En fin queridos amigos, lo acaban de ver,  no es necesario que reproduzca toda la conversación, tiempo habrá, pero sepan que así fue como le conocí. Y como dijo alguien de cuyo nombre no me acuerdo: Hay tres clases de amigos: unos buenos, otros malos, y otros, en fin, que no son ni lo uno ni lo otro. Deben ustedes procurar la amistad de los primeros; ganaran mucho huyendo completamente de los segundos; en cuanto a los últimos, tratadles cuando les sea completamente necesario, evitando sobre todo quedar con ellos en un restaurante chino.

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