01 agosto 2011

Las aventuras de Ton y Lola (Perdidos en el desierto capítulo XV)

…El volumen de su voz, que emitió sin esfuerzo, casi sin molestarse en mover los labios, me asombró. ¡Qué voz! ¡Qué voz! – pensé para mí-. Ella estaba sentada en una esquina, de espaldas a uno de los grandes ventanales del salón de la suite, en la parte menos sombreada, donde su figura brillaba con un fulgor tranquilo y deslumbrante, acariciada por una estrecha faja de luz dorada. Luego sin decir nada, me quité la chaqueta, la lancé sobre la cama y me acerqué . Me coloqué de modo que me permitiera ver bien su hermoso rostro. Su brillante cabello suelto en cascadas sobre la cara,  parecía atrapar toda la claridad que traspasaba aquella ventana, en un resplandor de oro. Tenía esa fascinación incomprensible…ese encanto de lo inabordable. La marca de autoridad en su modo de mirar, su personalidad y ese desplante tan natural, me volvía loco.
Definitivamente Lola era mi tipo mujer. También quiero reconocer que sentí un impulso irresistible de introducir mis dedos en su hermosa melena rubia que le caí  hasta los hombros, y acercar sus labios a los míos.  Sí, no lo voy a negar: me resultaba perturbadora, y eso me gustaba.

-Hola Lola… ¡no me digas que me he equivocado de suite! -dije en tono irónico, sentándome a su lado-.
-No sería la primera vez que te pierdes, Ton. O ya no recuerdas…
-Cambié de brújula, Lola, -dije interrumpiendo lo que sabía iba a ser un reproche del pasado-; tiré al Nilo la que tu padre me regaló, y me compré una que pone Made in Germany. Ahora ya no me pierdo.
-Ton, tengo que hablar contigo.
-Desaparece Abdul, y apareces tú. Y encima dices que quieres hablar conmigo…
-Unos van y otros vienen.
-¿Quieres una copa?
-No Ton, ahora no.
-Pues yo quiero una, especialmente ahora. ¿Por qué has venido Lola?
- Porque te sigo queriendo, Ton. Créeme,  nunca he dejado de pensar en ti.
-Oigo tu voz y sigue igual, aún la estoy oyendo: Ton, nunca habrá otro hombre en  mi vida. Te seguiré a cualquier parte del mundo...
-Ton, no sigas te lo ruego, comprendo lo que debes sentir.
-Comprendes lo que debo sentir… y un pimiento. No me hagas reír Lola. ¿Cuanto duró lo nuestro cariño?
-No conté los días
-Pues yo sí. Uno por uno… hasta que me perdí en la cuenta.
-Perderte es lo tuyo, Ton.
-Pero recuerdo muy bien el último, Lola. Era un día de lluvia en una cárcel de alta seguridad, y un hombre esperaba  con el rostro crispado, con una ridícula expresión porque le habían arrancado el corazón. Esperaba a que le  colocaran los electrodos para ejecutarle.
-Ton, no ha llovida nunca en la cárcel de Shreik hijam bei  donde estabas confinado. Estaba, y sigue estando,  en medio del desierto.
-¡Qué más da! Quizás confundí mis lágrimas con la lluvia.
-Ton, ¿Puedo contarte una historia?
-Solo si tiene un final feliz.
-Aun no sé qué final tendrá, Ton.
- ¡Ja! Tal vez se te ocurra mientras lo vas contando.
-Una vez llegó una chica muy joven  procedente de La Pobla de segur, a Barcelona, y allí conoció al hombre con el que había soñado toda su vida. Un gran hombre idealista y valiente que leía a Chesterton y a los grandes maestro del Zen. Él le abrió un  mundo de nuevos conocimientos, de bellos i altos ideales. Todo lo que era ella, todo lo que sabía se lo debía a él. Ella le admiraba, le reverenciaba, sentía por él, amor.
-Una historia preciosa. Aunque poco original. Yo ya había oído muchas historias de esas en mis tiempos, y hasta con música de fondo. Como la de aquel viejo Jukebox que tocaba “La vie en rose” en un bar de mala muerte llamado “Mueve el culito”…si, así empezaban todas. La verdad es que ninguna historia de esas era divertida. Dime, ¿porque me dejaste plantado, Lola?
-Oh Ton, pensaba que habías muerto, créeme,  es lo normal después de recibir 20 000 voltios en la cabeza y el corazón.
-Sí, claro, supongo que tienes razón. ¿Pero qué puedo hacer yo ahora, Lola? Mi vida ya no tiene sentido. Estas casada con un faraón egipcio y…
-Un rey, Ton… un rey. Ya no hay faraones en Egipto desde que murió Cleopatra. Ella fue la última faraona.
-¡Rey… faraón, qué más da! Estas casada, y  encima te has pasado al bando de  los neoliberales, cuando sabes muy bien que yo siempre he sido de la izquierda romántica y jacobina.
-Ton, tú nunca has sido jacobino... ni yo estoy casada con Farukh II.
-¿Como dices? Pero…Carter…Carter me dijo que…
-Jimmy Carter solo te dijo eso para que aceptaras la misión de encontrar la ciudad desaparecida de Palmira. Él sabía que solo despertando tus celos, conseguiría que le ayudaras.
-¡Será cabrón! Pero, y lo de los neoliberales, el grupo Bildeberg, el estilete del capitalismo salvaje, el…
-Todo mentira Ton.
-Pero y Boss Malone, Madhof, las Hedges Funds  y la necesidad de encontrar Palmira para detener a las hordas neoliberales,  y…
-También mentira, Ton. Hay que reconocer que Carter es muy bueno. Mira, para que veas que te digo la verdad, te contaré otra historia que ya deberías conocer, aunque visto lo visto, está claro que no.  Todos sabemos que Egipto es un país misterioso, donde las personas aparecen y desaparecen, pero lo que no puede hacer la magia de Egipto, es albergar en su desierto algo que solo existe en Siria, y que ya fue descubierto hace mucho tiempo. Ton, la ciudad de Palmira, es una mancha verde en el abrasador ocre del desierto de Siria. En su momento fue la perla del este del imperio romano. El efímero reino de una mítica reina. Palmira era conocida como la Venecia de la arena, porque tenía un papel predominante en las rutas comerciales…Y fue destruida por Aureliano. La causa de aquel desastre fue una mujer que oso  desafiarlo. Posteriormente el emperador romano dijo: Aquellos que dicen que derroté a una mujer no saben qué clase de mujer era. Intrépida, inteligente y audaz, se llamaba Zenobia. Era la reina de Palmira. La sangre lleva corriendo miles de años por las tierras sagradas del oriente medio. Aquí están, grabadas en la tierra. Esta ciudad maravillosa ha quedado ya en la leyenda, pero créeme Ton, mucha gente la ha visto con sus propios ojos.  Cariño, Palmira existe. No está desaparecida, y se encuentra en Siria, no en Egipto. Carter no quiere salvar al mundo, del acoso de los neoliberales. El sabe perfectamente donde se encuentra Palmira. El solo busca riquezas, tesoros perdidos en esta parte del mundo. El busca solo dinero, así de sencillo. Y confía en ti para encontrarlos, como encontraste la tumba de la reina de Saba.

Estaba abrumado, confundido y hastiado. Conocer es tener la certeza de la existencia de algo que ciertamente existe. Comprender es conocer el mecanismo de algo, exista o no. Yo, ya no sabía si conocía o comprendía. Estaba nervioso. Mis pensamientos chocaban entre si a la velocidad de la luz,  como si estuvieran dentro de un gran colisionador de hadrones. Sentía cólera, furor, ira e indignación. Todo había sido una conspiración, un amasijo de mentiras burdas y cerriles encajadas de forma que parecieran una obra de arte renacentista. Carter me había vendido la capilla Sixtina, cuando solo era un grafiti ni tan siquiera innovador. Ahora lo comprendía todo. Carter debía tener cierta información sobre la existencia de algún tesoro escondido en el desierto de Nubia. Un desierto donde, en época de Solón, Clístenes y Efialtes de Atenas, se decía, fluían leche y miel… y me necesitaba para llegar hasta él.

(Continuará...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario