08 agosto 2011

Las aventuras de Ton y Lola (Perdidos en el desierto capítulo XXI)

…Mientras la miraba intentaba decidir qué era lo que me gustaba tanto de ella. No era la virtud personificada y, para ser una chica provinciana, tenía una lengua muy afilada. Yo sabía cuando la conocí que sería una de esas mujeres conflictivas y conflictuadas que exigen mucho más de lo que están dispuestas a dar.
Pero había algo en ella que me atraía sin remedio y, después de pensar un rato en ello, creí haber descubierto lo que era.
Había reconocido en Lola el mismo deseo ingenuo de amar a la persona equivocada que yo tuve en el pasado y que me condujo a este callejón sin salida. Aquello explicaba que los dos dejáramos todo para intentar mantener a flote una relación que sabíamos equivocada. Estábamos haciendo todo lo posible por proteger algo que más que elevarnos, nos destruía. La vida es una locura-pensé para mí-. ¿Quién podría imaginar hace una semana que hoy estaría sentado en el borde de una cama, en un hotel de Luxor, conversando con Lola, mi novia de toda la vida que me había mentido y abandonado una y otra vez?
Me incliné y abrí el cajón de la mesilla de noche. Saqué una libreta y el bolígrafo que había  allí.
Lola me miró vacilante.

— ¿Qué haces?
—Igualar el marcador. Es justo que ambos empecemos esto con los mismos puntos.

Apunté el número privado de mi secretaria Jenny y le tendí el papel, que ella cogió automáticamente.

— ¿Qué es esto? —preguntó mirando los números.
—Has dicho que me quieres más que nada en el mundo.  Este número es de Jenny, mi secretaria. Cuando la llames, dile que yo le pido que te diga todo lo que quieras saber sobre mí, y sobre mi vida sin ti. Dile que le pido que te cuente mis noches de borracheras intentando olvidarte, y también dile que te cuente cuanto he sufrido sin saber nada de ti.
—Pero yo no quiero saber nada, Ton —repuso ella, arrugando el papel—. Ya sé lo mal que me he portado, pero ahora no quiero perderte.

La miré nuevamente.

—Lola, a ti no te intereso yo. Esto no es más que un reto para ti. Tu ego se siente retado como muchas otras veces. Quieres comprobar que eres capaz de recuperarme como siempre has hecho.

Lola volvió la cabeza y me miró con ojos húmedos.

-No Ton, ahora es diferente. Me he dado cuenta que no puedo vivir sin ti, que estamos hechos el uno para el otro.

Luego me tocó el rostro con delicadeza y se acercó todavía más a mí.

—Déjame demostrarte que no miento—sonrió y me rozó los labios con los suyos—. ¿Qué tienes que perder?

Acerqué mis labios a su boca y esta vez los mantuve allí. Lola, para alegría mía, respondió como yo esperaba. Sentí que todo su cuerpo reaccionaba intensamente ante el dulce contacto. Observé como una oleada de deseo la recorría por completo. Cuando ella se movió al fin, fue sólo para pasarme los brazos en torno al cuello.
Me di cuenta de que me costaba trabajo mantener el control sobre mí cuerpo. El efecto que Lola tenía en mi era electrizante. Me sentía hambriento de ella, pero tenía miedo de volver a caer en alguna de sus trampas. Mi mente me decía que tenía que avanzar despacio, pero no estaba seguro de poder esperar. Conocía esa sensación, ya la había sufrido en el pasado.

-Ton…
-Lola, cariño. Quiero acariciarte.

La tumbé con cuidado sobre los cojines de la grandiosa cama y me coloqué encima de ella. Deseaba ser cuidadoso y darle todo el tiempo del mundo. Lanzó un gemido y besó mi mejilla y luego mi boca. Cuando levanté la cabeza para mirarla, vi que sus ojos  expresaban deseo. Entonces alargué la mano para apagar la luz de la lámpara y las sombras nos recubrieron.

—Ton… Ton.

En labios de Lola mi nombre no era más que un dulce murmullo en la oscuridad. Un murmullo que me provocaba oleadas de pasión.

—Estoy aquí, cariño.

Con la mano le acaricié el cuello hasta el borde del escote.

—Siempre has sido un hombre muy especial —dijo ella.
— ¿Por qué dices eso?
—No lo sé. Simplemente que siempre he sentido que en ti hay algo diferente.
— ¿Diferente a qué? —le pregunté.
—Diferente a todos los demás hombres a los que he conocido.
—Muy bien. No es el mejor cumplido que puede recibir un hombre en esta situación, pero supongo que puedo interpretarlo como un piropo.
-¿Y cuál sería el mejor cumplido?

Empecé a bajarle el vestido lentamente.

-Podrías decirme que soy increíblemente sexy.
-Lo eres —dijo ella, creo que  sincera—. Pero suponía que eso ya lo sabías.

Me detuve  y la miré a los ojos.

-Lola, cariño, ¿hablas en serio? ¿De verdad crees que soy sexy?
-Sí. El hombre más sexy que he conocido nunca.
- ¿Más que George Clooney?
-Mucho más que él.

Me eché a reír.

-Te perdono todo lo que me has hecho estos últimos años. Hasta te perdono que me dijeras que era “un Indiana Jones de pacotilla”.

Ella sonrió.

-¿Te gusta oír que eres sexy?
-Me gusta oírtelo a ti. Me gusta mucho —continué  quitándole el vestido—. Sobre todo porque yo creo que tú eres maravillosamente sexy.

Lola se echó a reír y se apretó contra mí.

—Ton, entre tú y yo siempre ha habido algo más.
—Lo sé amor mío. Mucho más.

Terminé de quitarle el vestido. Un collar de perlas cubrían las curvas de sus senos. Introduje la mano bajo él y toqué un pecho suave y terso. Lo acaricié  y sentí que el pezón empezaba a endurecerse. Comprendí que ella estaba reteniendo el aliento. Le pasé los brazos en torno al cuello y la besé en los labios entreabiertos.
Respiré profundamente para controlar mi propio deseo y volví a acariciarla con la palma de la mano. Ella arqueó el cuerpo contra mi mano, y sentí como se estremecía.
Entonces noté su rendición y me sentí maravillado. Creí que me estaban ofreciendo un regalo maravilloso y no me atreví a arruinar aquel momento pensando que ella ya me había ofrecido en el pasado regalos igual, y hasta más maravillosos que este, y que del mismo modo que me los había ofrecido, también me había privado de ellos.

(Continuará…)

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