29 julio 2011

Las aventuras de Ton y Lola (Perdidos en el desierto capítulo VII)

…Eran las 5 de la tarde, y como cada día a esa misma hora, estaba en mi despacho del Tony’s café reunido con el personal para dar las últimas directrices antes de la apertura. En mi local trabajaban las mejores bailarinas y los mejores camareros de toda la comarca. Los más profesionales y los más implicados. No siempre es fácil acertar con lo mejor, pero yo lo había conseguido. Si te metes en un callejón de Vilanova i la Geltrú puedes encontrar cualquier cosa. La mercancía está en la calle. Y saben a lo que me refiero. Pero en mi callejón se respiraba la tranquilidad y la seguridad del valle místico y armónico de Shangri-la. Mi local era como una tierra de felicidad permanente, aislada del mundo exterior. Aquí se reunían soñadores, aventureros y exploradores sociales intentando hallar ese paraíso perdido que no habían encontrado en ningún otro lugar del mundo, y que yo les ofrecía a cambio del poco dinero que les quedaba antes de partir hacia las promesas y la esperanza de algún país emergente. El Tony’s café era el último oasis antes de cruzar el inmenso desierto de la desesperación y la miseria social. Era la última bocanada de aire puro tan necesaria para buscar una vida mejor. El Tony’s Café era toda mi vida, y desde la evaporación de Lola, lo único que me llenaba el alma y la mente. Pero no el corazón. Éste se había endurecido tanto que ya nada podía penetrarlo.
Seguía inmerso en mis obligaciones cuando se abrió la puerta.
¿Qué hay Matt? – pregunté sin alzar la mirada.
-Sr Tony, hay unos policías que preguntan por usted. Traen a un árabe - me contestó él.
Matt era mi portero principal, el que controlaba los clientes que entraban a mi local. La gente piensa que Matt esta loco, y no es verdad, solo ha tenido la mala suerte de nacer en la época equivocada. Se encontraría como en casa en un antiguo campo de batalla clavándole a alguien un hacha en la cabeza, o en un circo romano matando a golpe de espada a otros gladiadores. Pero no estaba loco, no.
-Lo siento, diles que el mercado está saturado, hay moros por todas partes, no me interesa-repliqué fríamente.
-Señor, creo que no se trata de eso.
-Vaya, pensé que…Entonces dile a Jenny que los atienda en mi lugar hasta que termine - contesté secamente-.
Jenny era mi secretaria, era bollera, dios sabrá por qué. Con ese cuerpo podría tener al tío que le diera la gana. Tenía una novia que era psiquiatra que tampoco estaba mal.
-Jenny no está señor, creo que ha salido a por ansiolíticos- contestó Matt.
-Pues dile a Pamela que se ocupe de ellos.
-Sí señor, ahora mismo la aviso-replicó Matt.
-Muchas gracias.
-A su disposición.
Pamela era la bailarina principal. Cuando empezaba su número ya tenía al público como loco. Era capaz de exprimir la Master card, american express, visa platinum de cualquier infeliz y eso me tenía fascinado. Eso, y otras cosas. He pasado muchas noches babeando por Pamela junto con fracasados como yo. Noches en las que no podía dejar de pensar en la serena sonrisa de Lola, y en los entrecots que me compraba. Noches en las que tenía que respirar hondo para tranquilizar mi corazón. Pero no se tranquilizaba ¿Donde estarás Lola…? Pero no es el momento de lamentos. Es demasiado pronto.
Terminé mi reunión y bajé a la sala del café para atender a mis invitados. La policía. Allí estaba el capitán, uniformado, relucía como un árbol de Navidad. Supuse que los otros junto con el árabe que Matt había mencionado estarían en el hall esperando.
-Lamento haberle hecho esperar-dije educadamente.
- No se preocupe Señor Tony.
-Le importa que le haga unas preguntas, no de modo oficial- me pregunto él.
-De modo oficial incluso, aunque estoy demasiado cansado para hablar y para pensar -respondí.
- No se preocupe, la primera pregunta es muy fácil ¿Cual es su nacionalidad, señor Tony?
- Soy borracho, o sea, un ciudadano del mundo-contesté con la mejor de mis sonrisas.
-Jajaja, Perdone pero es que unos criminales han asesinado a dos banqueros alemanes y uno francés en la estación de trenes de Castelldefels, y estamos investigando todas las pistas. Tenemos su expediente completo señor Tony. Mi pregunta era retórica. Es catalán, se llama Tony García, nació en Granollers, ciudad milenaria y muy bonita por cierto…
-Bueno, hay ciertos barrios que no le aconsejaría que se metiera-interrumpí.
-Llegó a Vilanova i la Geltrú hace dos años, las razones de su venida son algo imprecisas, aunque sabemos que desde que estalló la crisis de las Deudas soberanas usted ayuda a Liberales de izquierdas, socialistas, comunistas, árabes y chicas guapas a pasar a Hong Kong. Y de allí a los países emergentes.
-Esto no es un secreto para nadie-repliqué.
-No tema, el motivo de mi visita no es este.
-Camarero, sírvale una copa a nuestro amigo el capitán. ¿Quiere una copa, verdad capitán?
-Solo si bebe usted conmigo.
-Lo siento nunca bebo con la policía, nunca.
-¿Se cree muy especial verdad? Ha de saber que yo era el segundo de la comisaría del distrito de Pedralbes, en Barcelona, antes de venir a Vilanova i la Geltrú.
-¿El segundo? Debe saber que el comisario jefe del distrito de la Bonanova es ahora mi cocinero. Y su padre es el pianista. Vayamos al grano, y dígame el motivo de su visita.
- Al principio pensé que…
- ¿Pensó qué? -Pregunté.
-Nada, una tontería. La verdad que es muy cínico si me permite que se lo diga. ¡Sargento!-gritó- haga pasar al árabe.
-¡Coño Abdul! ¿Eres tú? - exclamé sorprendido al verle entrar- ¿Se puede saber qué has hecho para llegar a mi local esposado y custodiado por la policía?
- Hola Tony pashá, el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, me ha jugado una mala pasada. Mi pasaporte está caducado. La he jodido otra vez, eh?
-Ah, veo que ya se conocen-dijo el capitán.
- No es que seamos amigos íntimos pero si lo suficiente para decir: ¡Coño Abdul! ¿Eres tú?...Nos vimos por última vez…
-En el desierto oriental de Egipto-interrumpió Abdul-, no lo habrás olvidado Tony Pashá. Fue el día que encontramos la tumba de la reina de Saba.
-Un día así no se olvida. Yo estaba a punto de ser rico, cuando tú y tus primos con sus veinte camellos me ayudasteis a sacar el tesoro de aquella cueva-repliqué con los dientes apretados.
-Sí, Tony pashá, mis primos, Abdel Karîm, Sulaymân, Abdel Rashîd el otro de cuyo nombre no me acuerdo, yo y el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él.
-Abdul, ¿sabes por qué te busqué, te encontré y te envié una carta reclamando tu venida?-pregunté con los ojos encendidos.
-Sí Tony pashá, para ayudarte en el negocio, es la voluntad del profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, y lo que ponía tu carta.
-No Abdul, esta es la excusa que se me ocurrió para hacerte venir. El motivo real es que quería volver a ver al idiota, al bruto, al incompetente más grande de todo el mundo islámico… ¿Cómo demonios se te ocurrió robar los veinte camellos con los que sacamos el tesoro de la cueva, capullo? ¿No pensaste que sería una pista evidente para que la policía diera conmigo?
-Tony pashá, te juro por el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él, que no sabía que los camellos eran robados. No lo sabía. Mis primos, Abdel Karîm, Sulaymân, Abdel Rashîd y el otro de cuyo nombre no quiero acordarme, me dijeron que ellos tenían transporte local para ayudarnos, y no hice más preguntas.
-Abdul, eres un imbécil. ¿Sabes que casi muero en la cárcel?
- No lo sabía Tony pashá, pero el profeta Mahoma, las bendiciones y…
- A la mierda el profeta Mahoma…Abdul, si no fuera porque me salvaste la vida aquel día en el desierto, y de no ser que sé que en el fondo eres bueno como un bote de mermelada, aunque imbécil y silvestre, te mataría ahora mismo.
-Bien-interrumpió el capitán de policía- está claro que os conocéis, y también que os apreciáis. Señor Tony le veo más humano, supongo que hemos de agradecérselo a Abdul. Lamento tener que decirlo, pero se hace tarde y tengo que seguir con la búsqueda del asesino de los banqueros. Tienen suerte que los delitos que han cometido en el desierto oriental de Egipto no entran dentro de mi jurisdicción. Tampoco existe extradición con Egipto. Y está claro que con la crisis de las Deudas soberanas y el caos en el que estamos inmersos todos, unos más que otros, un delito más, o menos, no es relevante. Pero le daré un consejo señor Tony, vigile a su morito zumbón, y no se metan en más líos. Soy bueno cuando se me trata bien, pero muy malo cuando se me trata mal.
- Si escucha con atención oirá mis dientes castañetear -contesté con sorna.
-En Vilanova i la Geltrú, yo soy la ley, y tenemos el toque de queda a las dos de la madrugada, no lo olvide- me dijo sin hacer caso a mi última observación, y caminando lentamente hacia la puerta.
-Ha sido un placer capitán.
-Y para mí. Ha sido un encuentro grato e interesante.
-¿Le pido un taxi? –pregunté con ironía.
-No gracias, aunque la gasolina está racionada no olvide que soy el capitán de policía y mi coche está en la puerta. Volveré.
-Eso espero. Nadie en el mundo es capaz de escuchar una historia semejante a la que acaba de oír, sin inmutarse.
-Eso es porque no había oído una historia tan fantástica desde hacía tiempo, y me he quedado de piedra. Ah, por cierto veo que le gusta la ruleta -me dijo señalando la mesa al fondo de la sala.
-A todos los García les encanta perder a los juegos; como la ruleta. O liarnos con mujeres que nos abandonan. ¿Cree usted que puede hacer algo para remediarlo?
-Es posible.
-Me agrada usted, cree en los milagros. Buenas tardes capitán-rematé dándole la mano en signo de cortesía y de despedida.
-Es usted un tipo muy curioso. Rebelde… pero me cae bien. Buenas tardes señor Tony.
El capitán llegó a la puerta, y sin girarse levantó su mano izquierda en signo de despedida…o más bien de hasta luego. Sabía que sus pensamientos eran más grises que la ceniza. También sabía que volvería por mí. Pero cuando llevas dos años reposando en una torre de mármol en un rincón perdido de la Cataluña neutral, soñando cada noche con ver aparecer por la puerta a Lola, con su vestido rojo, vaporoso y transparente, estás muerto. Duermes el sueño eterno, y no te preocupan cosas como estas. El aceite y el agua son lo mismo que el viento y el aire para ti, y simplemente duermes el sueño eterno sin preocuparte de la fealdad de la forma en que has muerto o donde has caído. Yo ahora era parte de esa fealdad. Mucho más de lo que lo era Abdul, el muy capullo que me miraba con su cara bobalicona. El podía descansar tranquilo en su universo tan simple. Su corazón era un murmullo plácido e inocente. El mío en cambio latía breve e inseguro, esperando que algún día, o alguna noche, apareciera Lola envuelta en su aura de diosa, y me rescatara de ese sueño eterno.

(Continuará…)

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