29 julio 2011

Las aventuras de Ton y Lola (Perdidos en el desierto capítulo VIII)


…Eran alrededor de las 10 de la noche, llevaba mi traje negro oscuro con mi camisa antracita, corbata gris ceniza, pañuelo a juego, zapatos negros, y calcetines oscuros tipo ministro. Iba limpio, bien afeitado y sobrio. Lo mejor vestido que un fracasado puede estar. Y estaba a punto de llevarme la mayor sorpresa de mi vida. Bueno, la segunda mejor sorpresa de mi vida.
-Señor.
-Dime Matt.
-Tengo en el hall un hombre que dice que viene de Atenas vía Madrid. Ha venido a Vilanova i la Geltrú camino de Hong Kong. Dice que esta noche ofrecerá una fortuna a quien le venda un salvo conducto.
-¿De quién se trata?
-Se trata de Boss Malone, señor.
-¿Boss Malone?
-Si señor…Es la primera vez que le veo tan impresionado.
-Él ha conseguido impresionar a medio mundo,… era la mano derecha de Madhof, el mayor mafioso de Wall Street ¿Viaja solo?
-No, va con una mujer. , he visto a la mujer, y comprendo que no la haya dejado tirada en Atenas o en roma. Es un auténtico bombón señor.
-Dales la mejor mesa. Cerca del piano. Y no dejes que Abdul se acerque a ellos. Ya sabes lo gafe que es.
.Sí señor. No se preocupe, Abdul está en el jardín regando las camelias.
-¿Regando las camelias? ¡Pero si no tenemos camelias en el jardín!
-Lo sé señor, pero he pensado que sería menos peligroso allí, regando lo que él cree son camelias.
-Y dime Matt, ¿Qué está regando realmente?
- Los pequeños gnomos de cerámica que colocamos la semana pasada. Señor.
-De acuerdo Matt, pero vigílale, no sea que inunde el jardín. Ahora ves y dale a Boss Malone la mesa que te he dicho.
-Muy bien, señor.
-Ah! y llama a Jenny. Dile que la quiero ver.
-Ahora mismo señor.
A los tres minutos, Jenny apareció. Creo que ya comenté que era bollera, y que su novia psiquiatra estaba tan buena como ella.
-¿Me has llamado Tony?
-Si, coge la mejor botella de champagne que encuentres…
- Un Codorníu, un Freixenet, o un Juvé & Camps brut?-Interrumpió ella.
-No Jenny, he dicho la mejor botella de champagne. Deja el cava para los clientes habituales, los que no se enteran de lo que es bueno. Para Boss Malone, trae un Veuve Clicquot, o un Moet Chandon, lo encontrarás al fondo de la bodega, al lado del coñac Napoleón. Cógela y sígueme.
-Muy bien Tony, pero tardaré un poco porque hemos cambiado de sitio el champagne francés, ya no está en la bodega. Ahora está en el sotanillo de la caseta del jardinero.
-¿porqué?, pregunté extrañado.
-Bueno, pensé que mientras Abdul estuviera por aquí, lo más sensato era esconder todo lo que tiene valor y se puede romper.
Quiero aclarar que Jenny, aparte de bollera y estar muy buena, era de Cuenca, y aunque no entendía de Champagne, ni tampoco de cava, era una secretaria muy eficiente y previsora.
-Bien pensado Jenny, y sobre todo que Abdul no vaya por allí. –contesté brevemente.
Cuando Jenny volvió, después de media hora (sí, la caseta del jardinero quedaba muy lejos. Era el punto más alejado, pero también el más resguardado. El único lugar que Abdul no pisaba, y por lo tanto el sitio más seguro del Tony’s Café) me enseñó la botella para mi aprobación, y seguidamente nos acercamos a la mesa de Boss Malone. Él levantó la mirada. El enorme ramo de flores que estaba en medio de la mesa no me permitía ver el rostro de la mujer.
-Le doy la bienvenida al Tony’s café señor Malone y le deseo una feliz estancia. Pocas veces llegan aquí visitantes tan distinguidos – dije cortésmente.
-Gracias, me alegro de estar aquí es usted muy amable. ¿No se sienta?
-Si me lo permiten. He traído la mejor botella de champan, espero sea de su agrado señor Malone. Jenny, deja la botella y retírate por favor.
-¿Como ha sabido de mi llegada señor Tony?- me preguntó circunflejo.
-Cuando necesito saber algo, lo que hago, es buscar a alguien que sepa más que yo y preguntarle. No sabe usted los buenos resultados que da esta técnica-contesté con una media sonrisa mientras mi mirada intentaba traspasar el enorme ramo de flores que hacía de cortina de hierro infranqueable entre aquella misteriosa mujer y yo.
Entonces los vapores del perfume de esencia salvaje que forcejeaba por imponerse al olor de rosas y Muguet del centro de mesa me turbaron. Ese olor tan singular y embriagador me era abrasadoramente familiar. Ese divino perfume era una dulce promesa que hizo aparecer nuevamente lágrimas en mis ojos, como en el pasado. De repente el corazón empezó a latirme tan fuerte que no oía nada más. Entonces vi una mano de diosa apartar lentamente el jarrón de cristal de Murano y la luz iluminó el lienzo. Como una madona renacentista, el rostro de Lola brilló con el fulgor de los diamantes cincelados. Tenía la presencia de una deidad griega. Llevaba un vestido de color carmín con una lazada bordada como adorno del corpiño, y su imagen destilaba un resplandor que invadía el tejido espacio-temporal. Ni en el mejor de mis sueños húmedos, la había visto tan hermosa y tan divina. Sentí como los músculos de mi estómago se endurecían, y un escalofrío descontrolado escaló mi espina dorsal. Todos mis esfuerzos por derrotar las incontrolables emociones que mi singularidad romántica y apasionada generaba, fueron vanos, y finalmente, mi mirada, brillante y húmeda como el asfalto después de una tormenta de verano, recorrió a la velocidad de la luz la corta y a la vez infinita distancia que separaban mis ojos de los suyos, perpetuando en ese cósmico viaje de millonésimas de segundos todo el amor que sentía por ella. 

(Continuará…)

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