09 agosto 2012

¿Existe el Paraíso y el Infierno?



El martes fui a comer con mi amigo Josep (ya saben que me refiero al que se folló a la segunda mejor amiga de su ya ex mujer y se encontró las maletas cerca del contenedor de color verde, y bla bla bla…). Como siempre que coincidimos, ya sea comiendo o de copas, algo hace, o dice, que me espolea para plasmarlo por escrito, y así compartirlo con todos ustedes. El tema que debatimos, aunque verán que realmente  él no debatió nada, como siempre, fue si existe el Paraíso y el Infierno.

-Ton, ¿tú crees en el Paraíso y el Infierno?


-Te interesa realmente, ¿o es solo una pregunta de relleno?


-No, no es de relleno, me interesa, y mucho. Verás, Ton, ayer mi novia se enfadó conmigo y me mandó al Infierno. Yo le dije que no existía, y ella me dijo que cuando no follara más con ella lo conocería.


-Eso es que todavía no te ha tratado lo suficiente ni sabe que ella es la número 14 en tu extensa lista de novias y prometidas.



-Deja tu sarcasmo de lado, Ton, esto es muy serio, y dime si crees en el Infierno y...


-Contéstame primero una pregunta: ¿tú quieres a tu actual novia?

-¿Qué tiene que ver esto con el Infierno?


-Mucho, auque tiene que ver más con el Paraíso ¿Conoces la historia del guerrero Nobushige?


-¿Es un cuento chino?


-Es un relato Zen. Nobushige era un valiente guerrero que un día

fue a visitar a Hakuin, célebre maestro zen, y le planteó la siguiente pregunta:


"-¿Existen verdaderamente un Infierno y un Paraíso?


-¿Quién eres? -pregunto Hakuin.

-Un samurái -respondió orgulloso.


-¡Tú, un samurái! -exclamó Hakuin. –Tienes el aspecto de un mendigo.


Nobushige se enfureció de tal forma que comenzó a sacar la espada.


–Aquí se abren las puertas del Infierno– dijo Hakuin.


Ante estas palabras, Nobushige comprendió e inclinó la cabeza.


–Aquí se abren las puertas del Paraíso–, dijo Hakuin."


-¿Entiendes ahora lo que es el Paraíso?


-No.


-Lo imaginaba. Lo que intento explicarte es que el Paraíso y el Infierno están dentro de ti. Dondequiera que encuentres a una mujer manifestándose en el Amor, ahí encontraras el Cielo, sin tener que viajar por ello ni un solo paso. 


-Ya, ¿y el Infierno?


-En este punto es cuando volvemos a mi pregunta inicial: ¿Quieres realmente a tu novia?



-Sí, creo que sí, claro que la quiero...


- No te creo, te conozco demasiado, pero si es verdad, y voy a trabajar sobre esta hipótesis, entonces cuando te des cuenta que la has perdido por siempre, conocerás el Infierno. El amor, Josep, es algo sublime. ¿Has leído a Abū Bakr Muhammad Ibn 'Alī Ibn al-'Arabi? 

-Estás de coña, ¿verdad?


-Sí. Verás Ibn al-’Arabi fue un místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí. Él dijo: 



“Mi corazón se ha vuelto capaz de cualquier forma: es pasto para gacelas y un convento para monjes cristianos, un templo para ídolos y la Kaaba del peregrino, las tablas de la Torá y el libro del Corán. Yo sigo la religión del Amor, dondequiera que lleven sus camellos.”

-Ya sabes, Josep, que yo soy de los que opinan que el amor junto al fuego calienta el corazón. Pero en el Purgatorio no nos dejan prender fogatas en las glorietas ni hay elipsis suficiente para ritmarse con el repicar de las campanas. Castigados a contemplaciones parciales y pobremente zurcidas, los de corazón elevado debemos conformarnos con nuestros santuarios interiores, con la salmodia modulada en nuestras entrañas, con el incienso imaginado. Por ello, si de verdad eres de los que suben escaleras invisibles, sabrás más tarde o más temprano que, aunque requiera más empeño, es incluso más lumínico el cirio que uno salvaguarda a escasos centímetros por delante de su corazón que el que sacude el ambiente en altares de precioso oro labrado.

Mira Josep, para que me entiendas, los que hilvanamos signos con pasión no hacemos sino engalanar largamente con garabatos nuestras sepulturas. Creemos hacer vida cuando no hacemos sino suspenderla. ¡Ah, el talante conflátil de las palabras! Éste nos hace creer lo inverosímil. Confiamos en que los infolios son ventanas y en que podemos prolongar a su través la lógica de los actos. Entretanto, los músculos que envuelven el corazón se debilitan como en un otoño de pergaminos manoseados. Pero, me atrevo a preguntarte, ¿es esto malo? ¿Supone una ganancia muy grande trasladar el cuerpo allí donde va el alma tan apresuradamente? ¿No es suspender la cadena de acontecimientos mundanos la auténtica vocación del enamorado, eh? No tienes ni idea, ¿Verdad? Te lo diré yo. La gesta es siempre superior a la conjetura. La gesta pone a prueba las especulaciones. La acción pura, el contacto, revela el auténtico grado de compromiso de un ser con otro ser. Sobre todo es uno mismo quien descubre su valía. En la espada que se desenvaina, en el sacrificio. Los músculos se tensan, los pálpitos estimulan las virtudes en la yugular. El ego se afirma o se diluye en la nada, tanto da. Lo indudable es que la espada al fin ha incidido en su presa, y ya no es simplemente una bella frase, sino un hecho como que el sol alumbra cada mañana, ¿comprendes? Sí, no hay mayor amor que el del espíritu que se resuelve en la destilación de la materia, en el cuerpo. Aquel que, pudiendo evitarlo, entrega sangre sudor y lágrimas, siempre será espléndido, y siempre penderá como una sombra, la duda sobre su figura. El hombre que actúa aceptando lo espantoso de las derivaciones, ese hombre, hipóstasis sensible y soñadora y resuelta a un tiempo, el guerrero, en suma, es en el fondo el más humilde de los hombres, pues renuncia a las pequeñas parcelas en las que guarecerse, y muestra su pecho y su fibra caliente a los ardides de los astros, y por eso los héroes gustan de convertirle en uno de los suyos. Sin esperar laureles, sin retener el concepto de las leyes de causas y efectos, el buen guerrero, el hombre eximio, lanza la flecha abiertamente y deja que el cosmos tome las decisiones sobre su destino. Y así queda salvado. Oye, ¿me estás escuchando? ¿Qué estás mirando tan fijamente y tan pensativo? ¡Josep, que te estoy hablando, coño!

-Ah, sí, perdona Ton. Oye, ¿Has visto la nueva camarera? ¿Te has fijado que va sin sujetador?


Ya lo ven amigos y amigas, ¿qué puedo decir de mi amigo Josep que ya no haya dicho? Decía Víctor Hugo que: “Juzgaríamos con mucha más certeza a un hombre por lo que sueña que por lo que piensa”. En este caso, me refiero a Josep, ese capullo, solo se le puede juzgar por lo que piensa.


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