29 agosto 2012

Dios creó el Universo. El resto es Made in China (Parte III)


Perdida la gnosis como un vulgar nematócero que se olvidó de morir en agosto, ansioso por rematar la velada dándole un revolcón a cualquiera de las dos chicas que nos acompañaban, Josep, me cogió del hombro y me indicó que Mashita y Tashita estaban esperando para ver a Einstein, la cacatúa. Así que salimos a la terraza de la vieja finca con la desvergonzada intención de seguir con el engaño.

 (Antes de seguir con el relato, permítanme hacer un inciso aclaratorio, y eso por un motivo evidente: porque les conozco, y sé, que muchos de ustedes, la mayoría féminas,  pensará: “vaya par de sinvergüenzas”, intentando llevarse a dos pobres chicas incautas  a la cama empleando la mentira y el engaño. Sí, sé que es lo que estáis pensando, lo sé… y yo,  en mi defensa diré que  la aletheia, o arte de decir la verdad en griego, ha producido siempre mayores catástrofes que la mentira. Además, lo confieso, me gustaron las piernas y las tetas de Mashita. Desde que la vi, moviendo el Pay-Pay con esa sensualidad oriental, tuve ganas de llevármela a la cama. Nada excepcional, me pasa con todas…pero basta ya de explicaciones inútiles, y sigamos con el relato).



Todavía de madrugada el aire era sofocante como el aliento de una colegiala sintiendo por primera vez el calor de una mano hurgando bajo su falda, y el cielo cubierto de delicadas nubes rojizas, como si los dioses del Olimpo  hubieran derramado una copa de vino sobre una célica miga de pan.

En un rincón se erguía rutilante la jaula de Einstein. El loro, la cacatúa para ellas, dormía. La ciudad entera dormía soportando el calor de agosto y el murmullo de los aires acondicionados. Yo mismo me caía de sueño, ya no tenía nada claro que el traer  esas dos chicas japonesas, o lo que fueran, a mi casa, hubiera sido una buena idea. Todo era raro, ridículo  y extraño. Menos para Josep. Él seguía teniendo en los ojos esa mirada de ladrón drogado o violador con una caja de condones como única arma en la mano. Se había puesto de cerveza y sidra “El Gaitero” hasta las cejas, sin embargo, no se había quedado tan tonto como para no pensar en follar. De hecho solo pensaba en eso. Josep tenía todos los defectos del mundo, y una sola virtud: la paciencia. Cuando la posibilidad de echar un “quiqui” se cruzaba en su camino, sus ojos se rasgaban, su color de piel giraba al amarillo pálido y la tan famosa paciencia china se apoderaba de él. Sí, debo reconocer que la paciencia es la suprema virtud de Josep. Ya lo dijo el famoso Marco Fabio Quintiliano en sus Instituciones oratorias: «Ad rivum eumdem lupus et agnus venerant siti compulsi; superior estabat lupus longeque inferior agnus. Tunc fauce improba latro incitatus jurgii causam intulit.» Y eso, dicho en latín,  es algo definitivo.

-Bueno chicas, aquí lo tenéis: Einstein. Mi cacatúa. ¿Qué os parece? ¿A que es hermoso el condenado, eh? Ahora está medio dormido y no sé si le arrancaremos alguna frase, pero qué más da´, ¿verdad? Ya sabemos que las cacatúas solo repiten lo que oyen, no son nada inteligentes, más bien bobas, jajajaja


-Oh, mila Mishita-dijo Tashita eufórica-,  cacatúa velde, no blanca ni amalilla, jijijiji


-Sí, bueno…Einstein es un macho, y ya sabéis que los machos tiene colores más llamativos, para atraer a las hembras, jajaja (esta tía es tonta del todo-pensé de nuevo).


-Sí, veo que es una cacatúa muy singulal-replicó Mishita-.


-Singular es poco…es única. Cuando la compré me dijo el vendedor que solo se encuentran en la isla de Tasmania, y son muy difíciles de coger porque se camuflan en el verde follaje de los bosques de eucaliptos. También me dijo que solo comen hojas de eucalipto, jajaja, curioso, ¿no?


-Sí, muy culioso, cleía que eso solo lo hacían los Koalas-contestó la listilla de Mashita-.


-No, las cacatúas de Tasmania también. Por eso son tan raras… y únicas, jajaja-le dije yo-.


-Yo quelel hacel foto a Einstein...¿tú dejal? -interrumpió Tashita-.


-¡Claro, cómo no! Oye, Tashita, mientras le sacas la foto, Josep y yo iremos a por más bebida, ¿vale?  Tú, ven conmigo-añadí agarrandolo del brazo-.


Ya en la cocina,  lejos de la terraza, miré fijamente a Josep y le dije:


-¿lo has visto?


-¿Que sí he visto qué? –me preguntó él-.


-Vamos a ver. Siéntate, capullo, que eres un capullo. ¿No has visto como se lo han tragado todo sin apenas rechistar?  ¿No has visto que me siguen la corriente, como si no supieran que en la isla de Tasmania no hay una puta cacatúa verde?


-Ah, pero... ¿no hay cacatúas verdes en Tasmania? ¿Y tampoco se alimentan de hojas de eucalipto?


-Josep, tendrías que ser mujer. Con lo fácil que es engañarte, los hombres harían cola para follarte. Escúchame, estas pavas no son lo que dicen ser. Una tía que dice que le gustan los pájaros, que conoce el Phoebastlia albatlus, o sea el nombre científico del albatros, no puede tragarse que Einstein, mi loro verde comprado en una tienda de mala muerte de las ramblas, sea una cacatúa de la isla de Tasmania que solo se alimenta de hojas de eucalipto, ¿lo entiendes, imbécil?


-¡Vale, vale, pero sin faltar, que estás muy agresivo ultimamente,  coño! ¿Y qué más da que mientan más que nosotros si al final follamos con ellas? ¿No te comprendo, Ton, desde cuando eres tan tiquismiquis? Tasmania, cacatúas, eucaliptos… ¡Ves demasiado documentales de National Geographic, joder!


-¿Pero no ves el peligro, Josep? Ya sé que siempre que hueles a conejo se te nubla el entendimiento. Pero piensa un poco. ¿Te parece normal que dos chicas que acabamos de conocer, se vengan a mi casa, sin estar borrachas, para conocer a Einstein, mi loro verde?


-Ton, tranquilízate que te va a dar algo. Y no olvides que les has dicho que es una cacatúa.


-Mira, necesito saber todo de estas mujeres.


- ¿Todo?


- Sí, ya sabes, lo típico; como has dado con ellas, como las viste en aquel bar, si fue casualidad, qué hiciste para abordarlas…porque…espera…vamos a ver Josep… ¿fuiste tú quien las abordó?... ¿o fueron ellas?


- Espera…ejem…déjame recordad…


-Mecagoentodoslos…qué cojones tiene que recordad si pasó hace tan solo un par de horas…dime, rapidito…¿fueron ellas?…¿ellas fueron las que te echaron la carnaza? Seguro que te guiñaron un ojo al mirarlas, ¿verdad? Venga… ¡contesta!


-Mierda, ton, estás muy alterado, tío...Y no, no es verdad…sí, ellas me llamaron, pero no me guiñaron ningún ojo, solo me pidieron fuego para encender la vela de la mesa que estaba apagada.


-Lo sabía…lo sabía…si es que me lo tenía que haber imaginado. Tendría que darte un guantazo por liarme una vez más.


-Venga, no seas tan cascarrabias, Ton, tampoco ha pasado nada malo todavía.


- Claro, claro…todavía. En fin, lo del guantazo era una broma, coño, que te lo crees todo. Bueno, mira lo que haremos. Volveremos con ellas como si nada pasara y…


- De hecho nada ha pasado, Ton. A mi Tashita solo me ha dejado magrearla un poco las tetas y las piernas.


-No me refiero a eso, Josep…no me refiero a eso. ¿Puedes dejar de pensar en el sexo? he querido decir que efectivamente mis sospechas no son fundadas todavía.


-Ah, de acuerdo. Pero deja que te diga una cosa, Ton,  creo que eres demasiado mal pensado, y que lees demasiadas novelas de misterio. Mashita y Tashita solo son dos turistas japonesas que quieren pasar un buen rato con nosotros. Solo eso.


-Ummm…No sé...Quizás tengas razón por una vez. Pues venga, ves  a la terraza con ellas; coge esta botella, y estas copas. Yo mientras iré a mi habitación a ponerme más cómodo, no sea que tengas razón y que solo sean paranoias mias.


-Vale, de acuerdo.


Fui a mi habitación me puse mi pantalón de pijama de seda, negro, con un sugerente estampado de un pequeño dragón alado bordado en plata en una de las perneras– traído de China o de por ahí no recuerdo por quien– y un cinturón con borlas con flecos en los extremos. Tardé unos quince minutos, no más, y al volver al salón me encontré con un espectáculo dantesco: Josep echaba sidra el Gaitero sobre los pechos de Tashita y los lamía con entusiasmo, mientras las chicas se besaban entre ellas. Casi me saltan las lágrimas de la emoción: la vida es bella, no especulemos sobre el mañana –pensé para mí-. Y también recordé esas bellas palabras de Lu Xun, considerado el padre de la literatura moderna china: Quieren devorar a los otros y temen ser devorados a su vez; por esto se estudian recíprocamente con miradas cargadas de sospechas...


(Continuará…)

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