10 septiembre 2011

Lola y Ton...La verdadera historia. (IX)


…Entré en la cabaña donde ella dormía. Tenía que hablar con Lola, sentirla, tocarla…definitivamente quería recuperarla. Desde que me dejó, en mi se agolpaban toda clase de dopaminas, endorfinas...todo eso tan pegajoso que hace que deseemos enfermizamente a otra persona,  y no sólo sexualmente. Allí estaba, tumbada en un camastro de madera en la penumbra  de la chozuela, solo alumbrada por la tenue luz de una lámpara de gas Coleman. Subí la intensidad de la llama.  La choza tenía el cálido ambiente de los lugares que Lola ocupaba.
Bajo una frente límpida, enmarcados por los arcos simétricos de oscuras cejas de tonalidad natural, resaltaban, llenos de vida unos hermosos ojos color esmeralda sombreados por largas pestañas. El negligé que lucía era negro como el alma del ángel caído y muy poco recatado como pudieran exigir las circunstancias. Lo que la liviana indumentaria pretendía ocultar era, sin embargo, de todo punto encantador. Sus senos atirantaban provocativamente la seda de la prenda. El conjunto de este examen lo realicé en no más tiempo que los dos segundos precisos que necesite para  sentarme a su lado. Dudo que ella percibiera cambio alguno en mi expresión. Pero de lo que estaba seguro es que, de haber adivinado las cosas que en aquel momento me venían a la imaginación, me habría echado a patadas.
 -Lola cariño, tenemos que  hablar.
 La perplejidad y la sorpresa pusieron una arruga en su delicada frente.
 -¿Hablar?  ¿Hablar de qué?-preguntó extrañada al tiempo que se incorporaba-.
 Cruzó las piernas e inclino el cuerpo hacia delante para coger un cigarrillo del paquete que había encima de una gran mochila cerca del catre. Cada gesto suyo, cada uno de sus ademanes emanaban sensualidad.
 -De nosotros…por ejemplo-contesté-.
 El aliento parecía haberse detenido un instante en su garganta.  Se recostó en la cama y envió un anillo de humo al techo de paja.
 -Ya lo hablamos todo… ¿o no lo recuerdas?
 Modifico su posición, deslizando las piernas bajo el cuerpo al tiempo que se volvía para quedar frente a mí. A todo eso el negligé se le había deslizado y ella no se apresuró en cubrirse de nuevo, permitiendo deliberadamente que mis ojos se clavasen en el espectáculo de sus pechos encantadores. Todo ello me hizo sentir seca la boca.
 -¿Qué quieres, que volvamos a intentarlo? ¿Destrozar un matrimonio no fue suficiente para ti?
-Eh… la práctica lleva a la perfección-dije con una sonrisa-.
-Sí,  pero no significa que estés listo para volver a intentarlo.
-Y tú no has dejado nunca de recordármelo Lola.
-Sabes, dudo mucho que escuches esto,  pero al menos lo intentare. Estar casado no exige solo capacidad sexual y emocional,  también responsabilidad.
-Entiendo Lola.
-No lo entiendes ton… mira, no solo eres responsable de las decisiones buenas, tienes que serlo también de las malas…  estar listo para asumirlas, y eso solo se consigue siendo una persona madura. Yo esperaba a un hombre que fuera capaz de aceptar todas las responsabilidades del matrimonio.
-¿Por qué crees que no lo estoy?
-Porque eres  tan bueno que te crees el mejor. No ha habido nada que no hayas podido superar, tu estas acostumbrada a ganar…y no se madura ni se es el mejor, hasta que se ha perdido.
-Ya he perdido…te he perdido a ti, Lola.
 Ignoro si lo hizo intencionadamente o no, pero lo cierto es que se levantó y se detuvo un instante ante la lámpara de gas, dejándome precisar su silueta y lo que la cubría, el negligé, nada más.
 -¡Así es!… pero tú no te lo acabas de creer. Tu ego no está preparado todavía para la derrota…Cuando lo hagas, habrás madurado y entonces sí que estarás preparado.
 El espectáculo que ofrecía, mal cubierta por la prenda de seda transparente, no me dejaba concentrarme.
 -¿Y qué me dices de ti y tu solipsismo? ¿Estás preparada para dejar de lado las emanaciones de tu mente y dejarme vivir como yo quiero vivir, y no como tú quieres que yo viva? Uno recibe aquello que previamente ha sembrado, Lola. Y, créeme, por lo que tú está dispuesta a sembrar, yo soy lo mejor que hay disponible.
 A Lola no le gustó mi sonrisa. La puso nerviosa y eso la irritó. Para terminar de empeorar las cosas, en su mirada se notaba que no podía negar que además se sentía físicamente atraída por mí.
 -Muy bien, Ton. Seré franca y te diré que tú no eres lo que esperaba cuando me casé contigo-remató sentándose en el borde del camastro-..
-Casi nunca soy lo que la gente espera. Por algún motivo, siempre parecen sorprenderse.
-No me extraña —dijo ella con otro tono de voz más suave—. Bueno, pues, como parece que tendremos que soportarnos un tiempo, tengo intención de darte una nueva oportunidad. Como tú mismo has dicho, parece que uno recibe aquello que previamente ha sembrado.
 La miré divertido y sorprendido, suspiré, y dije:
 -¿De verdad?
-¡Maldita sea, Ton! ¿Lo ves? No te tomas nada en serio-replicó abarcándome con una mirada incendiaria de sus bellos ojos color esmeralda- .
 Entonces reparé en su boca, túrgida, humedecida y provocadora. Su escueta vestimenta se había escurrido nuevamente. Había resbalado sobre un hombro, dando lugar a un curioso contraste de la tostada piel trigueña y el negro del   negligé. Con ávida mirada recorrí aquel cuerpo de locura. Visiblemente no ponía mucho empeño en cubrirse.  Deliberadamente entreabrió las piernas  y se desperezó, como un gato grande, dejando que la luz esclareciese su preciosa figura. Yo francamente no soy más que un ser humano.  La cogí por la cintura y la atraje a mí. La miré a los ojos y ella me ofreció la boca. No extrañará pues que accediese a besarla  sin apartar el cuello a las caricias de una mano seductora. Era tan cálido el abrazo como el contacto de sus labios. Lola se estremeció y pude comprender entonces por qué la amaba tanto. Era una mujer capaz de hacer temblar los cimientos del Partenón, con solo una mirada.
Entonces se separó de mí,  me cogió la mano, me llevó a la puerta, me dio un beso en la punta de la nariz, y me dijo:
 -Hasta mañana Ton.
 Yo esperaba recibir algo más, quería pasar de los recuerdos a la locura,  ya me entienden ustedes…un final  de velada diferente, pero Lola me engañó, nuevamente, y lo que recibí por el contrario fue una especie de deja vu a modo de cariñoso adiós.

(Continuará…)

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