18 septiembre 2011

Lola y Ton...La verdadera historia. (XVI)

…Casi de inmediato, divisé las dos antenas espinudas de una langosta gigante, o mejor dicho,  de un monstruo con forma de langosta gigante, que apuntaban hacia mí en forma inquisidora. Su cuerpo era moteado. Había salido por sorpresa del lecho del rio. Ahora sus ojos, rojos y rabiosos, estaban abiertos ampliamente. Me observaban y vigilaban. Se adelantó y escudriñó tentativamente con las rosadas antenas hacia arriba. Preparaban un ataque rápido y único, tan cerca a la vertical como fuera posible. Las espinas de alambre, filudas como agujas, que coronaban su cornuda cabeza, amenazan con ser proyectadas hacia mí. Se lanzó hacia adelante y hacia abajo. Entonces con rapidez agarré una gran caña de  bambú, en forma de pica,  del suelo arenisco,  y se la clavé. La langosta gigante había sentido la pequeña ola de choque de la lanza. Hubo un revuelo de agua y arena. Entonces se giró como un ave en vuelo, e huyó en busca de refugio en la profundidad del rio, en cuyo fondo cubierto de algas, se enterró, confiada en su mimetismo formidable...Pero en la corta lucha, una de sus espinas me había herido.
Con delicadeza Lola tocó y apretó el área blanca alrededor de la herida. Sí, la piel se había adormecido totalmente y ahora un latido de dolor comenzó a punzar en el interior.

-¿Te duele?- Preguntó ella preocupada-.
-Más me dolió la separación-contesté yo intentando, con esta estúpida respuesta, quitar dramatismo a la situación-.
-Muy pronto se convertiría en un dolor insoportable –interrumpió Tawe acercándose lentamente-. Luego el dolor se extenderá por todo el cuerpo, volviéndose tan intenso que gritará,  tratando de librarse de él. Vomitará y echará espumas por la boca y luego vendrán el delirio y las convulsiones, dominándolo hasta que pierda el conocimiento-añadió mirándome a los ojos-.
-¡No hacía falta ser tan explícita, Tawe!-exclamó Lola-.
- ¿Y después? ¿Porque habrá un después, no? –Pregunté yo con fingido humor-.
-Si no te inyectamos el antídoto,  sobrevendrá el ataque cardíaco y,  la muerte -remató ella sin pestañear-.

La perplejidad puso una arruga en mi frente.

- ¡Fantástico! ¿Cuanto tiempo me queda entonces?
-Todo el ciclo se completará en cerca de un cuarto de hora -eso es lo que te queda- ¡quince minutos de horripilante agonía! Y todavía hay algo más-añadió enigmáticamente
-Veamos-dije yo-.
-Todo lo que acabo de decir, es contando con un corazón  fuerte capaz de soportarlo…Con uno débil, la agonía se acorta bastante.

Esta chica me gusta cada vez menos-pensé para mis adentros-.

-Habrá algo que podamos hacer, ¿o no?-preguntó Lola, cada vez más nerviosa-.
 -Existen calmantes para aliviar el dolor, por supuesto: procaína, antibióticos y anti-histamínicos-dijo ella-.
-¡Menos mal! –Murmuré yo retorciéndome de dolor-.
- Pero ahora mismo, aquí, no tenemos ninguno –añadió Tawe-.

La primera explosión de dolor me golpeó el cuerpo  e hizo que me doblara en dos. Luego vino otra y otra, extendiéndose por el estómago y  las extremidades. Luego sentí un sabor metálico en la boca. Entonces, Lola,  en un acto que nunca podré olvidar, mientras de mi labio inferior mordido de rabia y dolor,  brotaba un poco de sangre, se inclinó ante mí, con cuidado, tendiendo los brazos para rodearme el cuello, inflamada de pasión la boca,  y con una ternura que en aquel momento me pareció de otro mundo, me  besó.

 La miré y,  aún sabiendo que estaba en el estertor de la muerte, mis  labios temblaron de puro placer.

-¡Llevadle a la orilla del rio! -gritó el anciano que había presenciado la escena desde la distancia-. Y metedle la cabeza dentro del agua… y que beba…que beba mucho. Solo el agua del rio de la vida podrá salvarlo.

Lola y Abdul me levantaron, yo me agarré el estómago con la mano libre, y me
arrastraron por la arena, hasta llegar a la orilla. Mientras llegaba al último tramo me puse de pie y el dolor me hizo tambalear, hacia adelante y hacia atrás, como si fuera una marioneta manipulada por hilos. Por fin pude llegar y con un supremo esfuerzo de voluntad pude mantenerme quieto mientras hundía la cabeza dentro del agua de la vida. Entonces abrí la boca para permitir que entrara el líquido y, de allí pasara a mi sangre para limpiar el veneno que me había inoculado la espina de aquel animal diabólico. 
Al entrar el líquido en mi cuerpo sentí un estallido de dolor que me golpeó  y me hizo retroceder, catapultándome de espalda sobre el arenal. Un alarido apagado reventó por encima de ese mundo silencioso y hostil.

-¡Ya estás curado, amigo! -se escuchó balbucear al anciano-.

Pero, frente a mis ojos  se extendía todavía una bruma gris. La reconocí como la frontera de la inconsciencia y cansadamente moví la cabeza para tratar de aclararla.
Tres caras, moviéndose excitadamente, me miraban, y se agitaban en torno mío.Reconocí a Lola, Abdul y Rachid...Tawe no estaba.

— ¡Vaya, vaya! ¿Cómo te sientes?-Me preguntó Lola-.
—Fatal.
—Sí, ése es justo el aspecto que tienes.

Moví los hombros en un esfuerzo por acomodarme mejor... Lo único que conseguí fue que una oleada de dolor me recorriera el pecho.

— ¿Sabes una cosa, cariño?-dije yo-.
— ¿Qué?
—Necesito un descanso. Tal vez un mes o algo así.
-Escucha, Ton…esta vez has escapado, pero no puedes ignorar el hecho de que  estas a punto de cumplir los cuarenta y no te mueves con la misma agilidad de diez o quince años atrás.
-¿Me quieres decir algo, cielito?
-Que te estás haciendo demasiado viejo para aventuras de este tipo. ¿Cuándo demonios vas a aprender a no meterte en líos?
-¡Lola, te acabo de salvar! -grité yo-.
-Me acabas de salvar porque me tú me has traido hasta aquí…¿o lo has olvidado?
—No te preocupes, tesoro—dije yo, con gentileza—, si salimos de esto, solo me dedicaré a ver deportes en la tele.

Tawe que estaba a unos metros de distancia, carraspeó antes de que ella pudiera responder.

—Vaya susto me has dado, pensaba que te morías. Me siento muy aliviada al ver que estás bien—murmuró ella, con un tono poco convincente— ¿Crees que puedes continuar en tu presente estado?

La miré, y sonreí lentamente. Su cuerpo brillaba, semejante a una diosa de piel bronceada y sus ojos negros, entre sus largas pestañas, eran como dos fragmentos de antracita. Su mirada no era la misma, ahora era fría y distante – a mí, eso, en otro momento me hubiera excitado, pero ahora me intranquilizaba.

-Aún en este estado, yo soy lo mejor que hay disponible -repliqué-.

A Tawe no le gustó mi sonrisa. Creo que la puso nerviosa. Escondía algo, lo intuía. ¿Pero qué era?
Se inclinó hacia mí, mas lo hizo lentamente, afín de impresionarme con toda la sensualidad de la maniobra, y se acercó, todavía más,  hasta notar su mirada pegada a mí. El olor de su cuerpo era el más turbador de los perfumes, y sus piernas, soberbias, torneadas, tan bellamente trigueñas que ninguna media hubiera podido prestarles realce, eran cosa más de quimera que de realidad.   Entonces, clavándome sus ojos, con una seguridad escandalosamente sugerente, me dijo:

—Muy bien. Seré franca y te diré que no creo que estés en condiciones de seguir. Creo que aquí acaba la expedición.

Permanecí durante unos segundos más callado que un muerto en su tumba, pensativo, y repliqué:

—Comprendo. ¿Algo más?

En aquel momento la miré con fijeza para comprobar en su mirada el efecto que habían producido mis palabras. Sus ojos miraban con un aire de inteligencia insondable, de imperturbable expectación, de impenetrable silencio, firmes, con aire de hospedar algún proyecto oculto y sibilino. Sonrió con frialdad y juntando sus labios me envió un beso imaginario. Era indómita y soberbia, y en sus ojos salvajes y espléndidos, había algo augusto y majestuoso…y un puntito de crueldad femenina. Luego se levantó, me dio la espalda y se dirigió hacia el anciano.

Esperé a que se alejara lo bastante, y me volví hacia Lola.

-Hay algo en ella, en su comportamiento,  que no me gusta.
-Sí, claro… ¿y desde cuando no te gusta? Me lo puedes decir, porque creo recordar que la otra noche, en…
-Está bien, está bien -interrumpí yo-, ya sé dónde quieres ir a parar, pero escúchame, su comportamiento ha cambiado, no es la misma.
-¡Interesante! -murmuró con sequedad e ironía-. Muy bien - declaró en tono autoritario - estoy dispuesta a escuchar tus teorías. ¿Por qué no empiezas, Ton?
-El problema es que no tengo nada en concreto… solo que noto a Tawe distinta… ¡No es la misma, créeme!

-¡Ah, ya entiendo! No es tan cariñosa contigo, ¿es eso?
-¡Por dios, Lola! -exclamé-, no se trata de eso.
-En tu condición actual, ves cosas raras por todas partes -repuso ella incrédula-.

Se puso en pie y  con movimientos rápidos y nerviosos, dijo al alejarse:

 -Pero quizás será mejor que lo discutas luego con ella.

La miré divertido. Estaba claro que estaba celosa, y no se daba cuenta de nada.

-Me parece buena idea —contesté con sarcasmo, y algo enrabietado por su falta de comprensión-.

Se giró, pero no respondió. En la luz dorada de aquel inframundo misterioso vi una sonrisa… una brillante sonrisa de fácil significado, aparecer en sus labios de color carmesí.

Abdul que estaba cerca me miró, solemne. Lo que me faltaba-pensé para mi-.

—Ten cuidado, Tony pashá. No la provoques. Nuestra Lola es  una mujer de carácter y no está acostumbrada a que nadie juegue con ella. El profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él me ha dicho que…

Solté un ligero suspiro, volví mi mirada hacia él, y mientras me levantaba con mucho esfuerzo, le interrumpí y dije:

-Abdul, ¿Tú crees que estoy en condiciones de jugar a nada?

(Continuará…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario