15 septiembre 2011

Lola y Ton...La verdadera historia. (XIII)

...Al llegar a la cima del majestuoso volcán, se abrió ante nosotros un paisaje luminoso y abierto, de agua, juncos y pasto donde, más lejos aún, en la ladera opuesta del inmenso cráter, un pequeño bosque frondoso y oscuro formaba una suave herradura que envolvía la terrible estampa de un templo de piedra grisácea y tétrica. La fachada sombría y luctuosa se reflejaba en las aguas argénteas y tranquilas de un diminuto lago, donde una barca austera pintada de color níveo se mecía en la mortecina corriente.

-¡Alto!-dije alzando la mano-.
-¡Tony pashá, mira! –me dijo Abdul con los ojos temerosos, y señalando con el dedo, el templo que se divisaba a lontananza-.
-¿Te da miedo Abdul?
-¿A mí?…a mí, no… mi corazón es muy valiente…mis piernas son las cobardes.
-Como estaba escrito… un templo con un peristilo rodeado de trece pórticos. La puerta al reino de Sedah. El templo del oráculo de todo conocimiento-dijo Tawe con los ojos maravillados por la visión que tenía ante ella-.
-¿Qué más sabes de este lugar? -pregunté curioso-.
- En el mito, el reino de Sedah tiene tres  niveles. La mayoría de los muertos descienden a los campos de asfódelos, triste lugar de descanso de las masas anónimas. Se parece un poco al limbo de los católicos. Es una especie de mundo crepuscular silencioso y tranquilo, pero lleno de arboles que lloran, donde un alma simplemente vaga sin propósito fijo.  Después esta el lugar destinado a aquellos que más han ofendido a los dioses, un enorme abismo, una mazmorra de sufrimiento  y tormento eterno rodeada por un rio en llamas, esto es el Tártaro; lo que los cristianos, conocemos como el infierno.  Finalmente, para unos cuantos afortunados, el paraíso aguarda en el tercer reino de Sedah: las islas de los bien aventurados,   el equivalente  al cielo. Allí Todo crece por generación espontanea  y se puede saciar el hambre sin pasar penalidades; no hay que trabajar, es una dicha constante, hay bailes, hay arroyos, y se palpa una amistad pura. El lugar donde las personas gloriosas y famosas pasaban el resto de sus vidas. En el mito, con el tiempo,  todos los seres humanos deben sucumbir ante Sedah-concluyó mirándome fijamente-.
-¿Hay alguien protegiendo la puerta del templo?-preguntó Lola nerviosa-.
-La leyenda dice que sí: El guardián.
- Pues no nos detengamos, hemos de encontrar al guardián-repliqué reemprendiendo la marcha con paso airoso.

Después de media hora de caminata llegamos por fin al lago. Allí, un hombre sentado en la barca parecía estar esperándonos; en efecto, cuando nos subimos a bordo, la barca comenzó a navegar enseguida en dirección al templo. Me senté en la mitad de la embarcación, y el hombre atrás, al timón.
Y cuando le pregunté a dónde íbamos, levantó la vista y me miró con ojos grises y velados.Sus ojos revelaban las huellas de un horrible pasado, aunque lo peor era el desfallecimiento espiritual que transmitían. Su aspecto era el de un ser vacío, como un caracol muerto.

 -Donde quieras, -me contestó con voz apagada-: Al templo de los trece pórticos,  o directamente al inframundo, la elección es tuya. Todo me pertenece.
-Es el guardián…seguro, -me susurró Tawe al oído-.
-¿Todo te pertenece? ¿Entonces eres Sedah?-pregunté yo sin hacer caso a la observación de Tawe-.
-Quizá -dijo él-. Y tú eres el atrevido aventurero, según creo. ¿Has venido para robar el templo?
-No.
- ¿Has venido para matar a Sedah?
-Tampoco.
- Entonces, ¿para qué has venido, si puede saberse?
 -Es el guardián, no es Sedah…te está poniendo a prueba -me susurró nuevamente al oído Tawe-.

Comprendí que la cosa no iba a ser fácil, y debo reconocer que me infundía temor ese hombre serio y sombrío, y además nuestra barca navegaba tan rápido y sin ruido por el lago, que pensé que fuera quien fuera, no era humano. Nada de esto me gustaba; pero su tono era tan oscuro y enigmático que quedé completamente confundido.

-Traemos una mitad del medallón en nombre del jeque Abdullah Muhammad Sidebeh …venimos  humildemente en busca de la otra mitad… dos piezas de oro que forman una sola-dije yo mostrándole la pieza-.
-Una aparece a la luz mientras otra permanece oculta-contestó él-. Es preciso encontrar el último lugar bajo las entrañas de la tierra –añadió-.
-Habla enigmáticamente-dije a Lola, acompañando mis palabras con un guiño, al cual ella no correspondió-.
-Hasta encontrarla no hay que abandonar la lucha, y muy cerca se encuentra ya el perverso monstruo criado entre chacales, engendro del demonio con horma humana, cubierto con trajes de seda…-prosiguió el misterioso barquero-.
-Buen hombre… mi destino es encontrar esa otra mitad.
-El destino es invisible y aunque los hombres se escondan, las agua del destino son tan claras como el arco iris en el cielo…el destino no aguarda a buenos y malvados para valorar sus cualidades anulando su poderío, porque son los actos de los débiles mortales los que puestos sobre los platillos de la balanza, hacen que se inclinen de un lado o de otro según hayan sido rectos o torcidos…

El sol se ponía y al llegar al otro lado del lago, frente al templo, las aguas se volvieron más ruidosas en contacto con la orilla rocosa... allí nos dejó el barquero.

-Ahora, Id, id…-concluyó alejándose-.  
-¿A dónde?-pregunté yo-.
-Entrad en el templo de los trece pórticos, donde encontrareis la puerta que os conducirá a una tierra  inhóspita, y habitada por seres que rinden culto al dios Sedah, y cuyo capricho es matar a todos los intrusos. En aquel lugar sagrado y oculto se haya la otra mitad de oro que completa el medallón…id allí…id allí…ahora…
-Quizás sea nuestro destino morir como perros aquí, en el fin del mundo-dijo Rachid-.
-El destino de cada hombre está en sus propias manos…vale más un perro vivo que un león muerto-replicó Tawe-.
-No nos volvamos locos…confiemos en el profeta Mahoma, las bendiciones y la paz sean con él-añadió Abdul-.

Lola me miró breve e inquisitivamente, y me dijo:

-¿Y ahora qué, listillo? ¿Has previsto un plan B?

Creo que fue Osho quien dijo que la mujer es como la noche. Te rodea, te envuelve, te ofende, te ahoga… sin ni siquiera tocarte.

(Continuará…)

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