04 septiembre 2011

Lola y Ton...La verdadera historia. (VII)



…Nos encontrábamos sobrevolando el océano. Concretamente el famoso triangulo de las Bermudas en dirección a la capital de las Bahamas: Nassau. Este se encuentra al oeste de la Florida. Un abismo en donde todo lo que conocemos se convierte en una interrogante. Ha tenido muchos nombres: el mar de los perdidos, el cementerio del atlántico, y el triangulo del diablo. El cielo estaba oscuro, y a poca distancia se divisaban unas nubes más negras que la antracita. La pequeña avioneta Cessna 208 Caravan estaba a 120 km alejada de la costa de Florida e iba hacia ellas.

-Radar Nassau, este es bonanza alfa 3, adelante…¡Mierda! ¿Donde estamos? –Preguntó nerviosa Lola que estaba pilotando el aparato y que miraba con ojos desorbitados los múltiples relojes del cuadro de control-. 

De repente el motor del avión dejó de funcionar. Atrapado como por una fuerza sobrenatural, se dirigía hacia las nubes de la tormenta a más de 9 000 metros de altura. 

-¿Todo va bien, Lola? -Pregunté inquieto-.
-Sí, solo que estamos perdiendo altura y no encuentro la forma de salir de esta corriente de aire frío… estoy perdida- gritó ella, pálida y sudorosa-.

Nos encontrábamos delante de la muerte,  cara a cara. Al frente estaba la única oportunidad de escapar, un pasillo estrecho, sin turbulencias, en medio de la tormenta, pero este se cerraba rápidamente.

-Deprisa allí-le indiqué con la mano, señalando la posible escapatoria- debemos apurarnos-añadí-.

Lola maniobró dentro del túnel de la tormenta pero lo que parecía una ruta de escape se convirtió en una trampa.

-No funciona nada...ni esto, ni esto -dijo señalando los distintos aparatos de navegación-… ¡nada! –Exclamó con desespero-.

La brújula giraba como una peonza, los instrumentos fallaban más que el neoliberalismo actual… Este avión pronto será una víctima más del triangulo de las bermudas –pensé para mí-.
-No controlo nada…estamos cayendo -gritó ella con angustia-.
La situación era desesperada, casi agónica…pero aún no estábamos muertos. Cogí los mandos del avión. Tiré con fuerza de ellos variando así la orientación y posición de la aeronave. El cabeceo era insoportable. Al girar la palanca de mando se produjo la deflexión diferencial de los alerones: al tiempo que el alerón de una de las alas subía, el alerón de la otra ala bajaba, siendo el ángulo de deflexión mortalmente desproporcional al grado de giro del eje transversal del aparato.  Finalmente conseguí hacerme con el control sobre el timón de dirección presionando desesperadamente los pedales, consiguiendo un movimiento de guiñada hacia la derecha. Esto provocó una deflexión del viento relativo (debido a la velocidad de vuelo del avión, se sobre entiende) hacia este lado, lo que causó una reacción que empujó el plano de deriva del aparato hacia la izquierda y,  el resultado fue un giro del morro a la derecha sobre el eje vertical de la avioneta. El tremendo viento lateral tendía a desviar el avión hacia la derecha de su ruta, pero pude corregir el efecto del mismo presionando el pedal izquierdo y girando la rueda del compensador de dirección hacia la izquierda. Finalmente salí del túnel de la tormenta, y vi a mi izquierda entre las nubes, el relieve fantasmagórico de una pequeña isla en medio de la nada. Solo puede ser Orotava -pensé para mí-. Sin motor ni timón de cola, decidí caer en movimiento de autorotación hasta encarar los últimos metros de caída. Sin los mandos primarios era la única solución. Luego, usando los secundario, flaps, slats y spoilers conseguiría modificar la sustentación, y entonces levantando el morro, provocaría el efecto de aerofreno necesario para mantener el aparato deflectado, corrigiendo su desviación para aterrizar con la panza del avión.
Lola seguía agarrada a su asiento, temblorosa y atemorizada, mirándome de reojo, supongo que rezando por el éxito de mi intervención. El plan era arriesgado, las maniobras inciertas, pero no tenía nada mejor que hacer en ese momento; no quería que este maldito avión fuera mi tumba. Solo quería intentar salvar el pellejo de Lola, y el mío…Y así lo hice.

 -¿Todo bien? -me preguntó nerviosa-.
-Sí, solo que seguimos perdiendo altura, vamos directos hacia aquella montaña, y no puedo sacar el tren de aterrizaje.
-¿Entonces que está bien?-inquirió gritando-.
-Pues que yo manejo los mandos.
-¡Dios mío! –exclamó ella-.

La avioneta chocó violentamente con su parte trasera sobre la única franja estrecha de playa apta para culminar el peligroso aterrizaje de emergencia, y después de arrastrarse durante más de 200 metros se detuvo, justo a cuatro palmos  de una inmensa roca granítica que se levantaba orgullosa y soberbia al final de esa lengua de arena blanca y hasta ahora virgen. 

-¡Bien! ¿Qué te ha parecido? –Pregunté sonriente, a Lola-.
-¿Dónde estoy? –repuso medio aturdida-.
-En una isla de las Bahamas. Creo que es Orotava. ¿Te ha gustado mi aterrizaje?
-Uff…Ahora sé que Dios existe -me contestó secándose el sudor de sus manos con un pañuelo blanco de encajes, poco apropiado para la ocasión-. …y debe llamarse como tú -añadió a regañadientes-. Y tú, ¿como te encuentras? -preguntó clavando sus hermosos ojos verdes en los míos-.
-Muy bien…relajado como un bebé. Al final me va a gustar esto de volar.

Luego se miró en un espejito que sacó de su chaleco multibolsillos,  para retocarse un poco. El pantalón tejano Levi’s Strauss realzaba su esbelta figura. Su melena de rizos rubios estaba recogida en una coleta sobre la nuca. Se observó nuevamente en el espejo. Quería que la encontrara sofisticada y eficiente-pensé para mí-.  O quizás solo pretendía demostrarme una fingida tranquilidad.

Me dirigí a la puerta para abrirla y poder salir. 

-Cerrada, debe de haberse bloqueado con el impacto-le dije mientras trasteaba la cerradura-.
-¡Vaya! –exclamó ella-. ¿Cómo vamos a salir? –Preguntó nerviosa-.
¿Tienes un broche, o una aguja de tricotar?-pregunté con mi habitual humor ante situaciones caóticas y comprometidas-.
-No.
-¿Un mazo tal vez?
-No.
-¿Un imperdible?
-No,  tampoco-replicó cabreada-.
-¿Una hebilla de sostén? –Seguí preguntando con ironía-.
-No llevo sujetador. ¡Pero tengo una horquilla de pelo si te sirve de algo! 

La miré pícaramente.

-Dime… ¿Por qué no llevas?
-¿El qué?
-Sujetador…
-¿Que por qué?-interrumpió, Lola-.
-Si… ¿Por qué?
-Porque con mi cuerpo hago lo que me da la gana… y no es el momento de hablar de eso, Ton. 
Yo, por mi parte seguía intentando forzar la puerta.
-Humm, vamos a ver, con un poco de suerte…abierto. Deprisa ha comenzado a arder… el avión va a explotar –dije cogiéndola del brazo para sacarla de la carlinga. 

Corrimos unos metros, nos echamos al suelo, y el aparato estalló en mil pedazos. 

-Gracias Ton.
-Bah, no ha sido nada-contesté-.
-Ha sido muy valiente tu acción... Pero ahora ¿qué vamos a hacer?

Lola no se había dado cuenta, pero la situación estaba a punto de complicarse todavía más.

-Ese es mi plan Lola, sencillo y eficaz. ¿Ves a esa tribu de salvajes que viene hacia nosotros?-dije señalando con el dedo índice de mi mano derecha-. 
Ella miró y gritó:
-¡Oooh, Dios mio,,, Ton! Son unos salvajes con plumas, y no parecen muy amistosos.
-Tranquila Lola…Intenta hablar con ellos, usa tus tretas femeninas, yo me ocuparé del resto,eh!
-¡Te has vuelto loco!… ¿Qué resto? –preguntó gritando y asustada-. 

Sonreí con mi habitual “savoir faire” y contesté:

-Es solo una broma, Lola…ponte detrás de mí, y déjame hablar.
-Ton, cariño… ¡Si tú no sabes ni inglés! 
La miré, sonreí nuevamente, y me acerqué al  más emplumado… parecía ser el jefe.
 -tat-chiwit puat-chi - jai-roon- chaang-khui- kin-wela - khit-ook - khit-thüng - khaad-jai- yaa-salop –dije con tono sereno-.
-Hay okat phom iik krang -replicó él seriamente-.
- waen-taa - tung-taao - nam-khaeng - rot-fay-faa - rot-tit - tahan-rüa - kaan-müang - khon-tat-süa –contesté  gesticulando-.
-Duang taa khong khun suaay maak –respondió inclinando la cabeza-.
-Bueno… ¡Todo arreglado! -dije mirando a Lola que seguía con la expresión de no creerse lo que estaba viendo-.
-¿Todo arreglado? –repitió anonadada-.
-¡Sí, claro! Quizás no sepa inglés, pero el mundo es muy diverso y cuantos más dialectos se conozcan, mejor.
-¿Pero que han dicho? -preguntó atónita-.
-Que tienes unos ojos preciosos y que nos ayudarán a subir la montaña a cambio de tu espejo que sobresale del bolsillo de tú chaleco.
-¡Jo,… No me lo puedo creer! Ahora va a resultar que tu afición a coleccionar todos los cursos en DVd’s de dialectos perdidos, de Planeta DeAgostini, nos va a servir de algo…¡Esto es increíble!

 Si amigos, Lola es así. Acabo de salvarla de estrellarse con una avioneta y de caer en manos de una tribu salvaje y primitiva, y encima hace burla de mi afición preferida: coleccionar fascículos y coleccionables de todo tipo. Enamorarse es siempre embarcarse en una aventura que las más de las veces termina en catástrofe. Cuando uno se enamora además de alguien como Lola, encima dirige el barco hacia aguas inexploradas e insondables. En fin, como aviso para navegantes; para aquellos que se estén adentrando en el mar de los romances con mujeres hermosas, pero egoístas, os diré una sola cosa: si caen en la trampa, tengan siempre preparado un plan B…y si es posible, también un plan C.

 (Continuará…)

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